Isabel Bonilla asegura que la comprensión del impacto social, económico y tecnológico de este transporte en México se debe a los rieleros
Mario Galeana
Fotos: cortesía Museo de Ferrocarriles
El ruido de las locomotoras en Puebla se escuchó por primera vez el 16 de septiembre de 1869, cuando el presidente Benito Juárez inauguró los 47 kilómetros de vía del ramal Apizaco-Puebla del Ferrocarril Mexicano.
Con ese viaje inició también una nueva era para la ciudad, que veía emerger oficios, barrios y negocios dirigidos por las familias de los mismos trabajadores de los ferrocarriles para atender las necesidades de otras familias que también dependían del trajín de esa mole de metal.
Como apunta Isabel Bonilla Galindo, jefa del Departamento de Biblioteca Especializada del Centro de Documentación e Investigación Ferroviarias (CEDIF), para 1920 el escalafón del Ferrocarril Mexicano en Puebla ya incluía las especialidades de oficial mayor, jefe de estación, telegrafista, agente de boletos, cajero, documentador, checador, cartero, mensajero, empleado de carros, bodeguero, barrendero, velador y jardinero.
Además de la estación del Ferrocarril Mexicano, en Puebla existían dos estaciones más construidas entre 1891 y 1892, que unían al estado con Oaxaca, Morelos y Veracruz.
Alrededor de todas las estaciones nacieron vecindades, fondas, restaurantes, servicios y muchas cantinas. En su trabajo documental, Bonilla ha identificado por lo menos nueve: La Rielera, La Cámara de Gases, Los Gigantes de Acero, Chichen Itzá –que se distinguía por vender una bebida llamada Coatecomate–, El Porvenir, La Atómica, El Venadito y Don Elías.
Los trabajadores llegaron a construir sus casas incluso dentro del complejo ferroviario que hoy comprende el Museo Nacional de los Ferrocarriles Mexicanos, y con los años, cuando se reconsideró el valor histórico de todo ese patrimonio, las familias fueron reubicadas en otras partes de la ciudad.
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En un artículo, la historiadora Isabel Bonilla apunta que, en parte, la investigación documental sobre los ferrocarriles fue aumentada gracias a testimonios y documentos que los extrabajadores poseían.
Como el mecánico Jesús Vázquez, quien llegó a trabajar en el museo; Héctor González, sobrestante de puentes y edificios de la División Puebla-Oaxaca, quien conservaba reportes sobre supervisión y mantenimiento; y el señor Viliberto, telegrafista que enseñó algunas claves telegráficas a los historiadores.
“Los rieleros, los extrabajadores de Ferrocarriles Nacionales de México, son sin duda el eslabón más importante de los ferrocarriles mexicanos. No sólo de la entidad poblana, sino de todas las ciudades que en México tocó el ferrocarril. Son la memoria viva de las calles por las que corrió el tren, y en Puebla rememoran con cariño y nostalgia una ciudad que ya no está o de la que queda muy poco”.
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LOS 150 AÑOS
El 1 de enero de 1873, el presidente Sebastián Lerdo de Tejada:
- Inauguró la ruta completa del Ferrocarril Mexicano, de la capital del país al puerto de Veracruz
- Ese miércoles, el mandatario abordó en Ciudad de México a las cinco de la mañana
- A las seis de la tarde, bajó en Orizaba
- El jueves, en siete horas y media llegó al puerto