Mario Galeana
Lo que comenzó como un pequeño encuentro regional entre creadores de cómic se ha convertido en una de las ferias internacionales más importantes en todo el país.
La Feria Internacional de Cómics (Ficomics) BUAP se ha realizado desde 2013 con el propósito general de incentivar la lectura; ahora, en su séptima edición, la feria emula el carácter de las convenciones de manga y anime más populares, pero ofrece, a diferencia de estas, un encuentro entre académicos, creadores y audiencias para discutir la historia y las posibilidades de la narrativa gráfica.
“No nos comparamos con estas grandes convenciones porque la Ficomics tiene un principio a seguir: la mediación lectora. Hemos buscado todas las posibilidades de promoción de lectura, pero al mismo tiempo no perdemos de vista que podemos incursionar en actividades como el k-pop, el cosplay, todo este universo que proponen los expositores en torno al comic”, explica Marco Antonio Serrano, coordinador de la Ficomics.
El antecedente directo de la Ficomics fue la creación de la Comicteca de la Biblioteca Central Universitaria de la BUAP, la primera colección de cómic en su tipo a nivel nacional.
“Cuando se construyó la biblioteca central se buscaron nuevas colecciones para el acervo; yo presenté la idea de la comicteca porque soy coleccionista, había sido un lector ávido de narrativa gráfica y había asistido a varias convenciones en Ciudad de México”, narra Ulises Vázquez, curador de la Ficomics.
Vázquez cedió su colección personal de 200 cómics y gestionó, a través de la Dirección de Bibliotecas, la adquisición de 600 ejemplares más para completar la Comicteca BUAP.
“El cómic forma parte de la historia de nuestro país y, sin embargo, nunca se ha valorado lo suficiente; en la colección contamos con ejemplares que son irremplazables, y una buena razón para haber creado la comicteca fue precisamente ese sentido de preservación de la memoria de nuestro país”, ahonda.
En 1936, en México se publicó el primer número de la revista Pepín, que podría considerarse la primera historieta mexicana. Pero, según Juan Manuel Aurrecoechea Hernández, uno de los investigadores más prestigiosos sobre el cómic en México, los pepines eran tan leídos como despreciados.
“La idea de que la lectura de historietas favorecía la cultura de la misera y era culpable de graves lastres mentales de nuestro pueblo, se convirtió en opinión generalizada. El prejuicio lo compartían hasta sus propios lectores (…) incluso muchos dibujantes menospreciaban su oficio y sentían cierta vergüenza de ‘vivir del cuento’”, escribió en un ensayo titulado La historieta popular mexicana en la hora de su arqueología.
Y con la misma rapidez con la que se imprimían –salían casi 2 mil millones de ediciones al año– los pepines salieron del mercado en 1957.
El cómic en México revivió en los años 70 con la publicación de historietas como Kalimán, Memín Pinguín, El libro vaquero o Lágrimas, risas y amor, que tenían un tiraje se manal de casi un millón de ejemplares, y ni siquiera entonces eran suficientemente valoradas.
“Al ser tan vastos o accesibles no se consideraban objetos de colección y terminaban en el boiler o en la basura”, añade Ulises Vázquez. Algunos de esos ejemplares, que hoy son inconseguibles, están precisamente en la Comicteca BUAP.
Según Aurrecoechea Hernández, por esos años el único periodista cultural que se ocupaba de la historieta era Carlos Monsiváis, quien advirtió sobre la importancia que éstas tenían en la cultura popular, sobre todo La Familia Burrón –obra de Gabriel Vargas– y Rius.
Pero, al mismo tiempo, la televisión sepultó la profusa difusión de historietas y libros de cómic que se producían e importaban en México, de acuerdo con el investigador y filósofo Armando Bartra.
“La derrota de la historieta es la derrota de la lectura. Los monitos no ceden al embate de los libros, revistas o diarios sino al arrollador curso del canal de las estrellas […] Los mexicanos no hemos dejado de leer historietas para leer otra cosa, simplemente hemos dejado de leer”, afirmó en un artículo publicado en la revista Curare en el año 2000.
Décadas más tarde, la Comicteca BUAP surgió en ese contexto: como un intento alquímico de refrescar la memoria nacional y revalorizar la narrativa gráfica.
EL NUEVO BRÍO DE LA LECTURA
Con el desarrollo de esta colección, fue necesaria también la creación de encuentros y actividades de fomento a la lectura que atrajeran a viejos y nuevos públicos.
“En 2013 realizamos un pequeño encuentro de autores de cómic a nivel nacional y año tras año fue escalando; hasta 2017, en la cuarta edición, el evento se convirtió en un encuentro nacional al que llegaron miles de personas”, narra Marco Antonio Serrano.
Como las instalaciones de la Biblioteca Central Universitaria ya no eran suficientes para la visita de los miles de lectores, la Ficomics se mudó al Complejo Cultural Universitario, donde ha permanecido desde entonces.
Los organizadores estiman que, con la edición de 2022, la Ficomics habrá reunido a más de 50 mil personas que se suman a las 60 mil interacciones que registró durante 2021, cuando se realizó de forma virtual debido a la pandemia.
En este lapso han asistido algunos de los principales exponentes a nivel nacional, como Sixto Valencia (Memin Pinguin), Jis y Trino (Santos) o René Del Valle (Kaliman), y también a creadores reconocidos en todo el mundo, como James O’Barr (The Crow), Andy Khun (Tortujas Ninja) o Xiara Bautista (El lobo y la chica conejo).
“Creo que el boom de la Ficomics es que es una propuesta diferente a lo que se encuentra a nivel estatal o nacional, porque la temática es convocar a autores de cómic; lo que se encuentra usualmente está enfocado en la cultura asiática, el manga, el anime, que aunque son públicos que pueden converger también buscan contenidos diferentes”, asegura Ulises Vázquez.
“Además”, agrega Marco Antonio Serrano, “ese encuentro entre lector y autor puede ser un momento mágico y es el punto neural de la Ficomics. La voz se ha corrido precisamente a través de los lectores y a través de los mismos autores, que suelen tener una cantidad grandísima de seguidores”.
EL FUTURO Y LA TRADICIÓN DEL COMIC
El curador de la Ficomics 2022 explica que esta edición está diseñada para atraer a personas que han leído cómics a lo largo de sus vidas, pero también a nuevos públicos interesados en los soportes más vanguardistas de la narrativa gráfica, como el desarrollo de videojuegos, aplicaciones y plataformas.
“Si el visitante es una persona que conoció a La Familia Burrón o a Kalimán, va a encontrar a autores de esa generación; pero también vienen personas como Pablo Guerra, de Colombia, que es uno de los dos únicos autores que han recibido a nivel continente un premio internacional de manga”.
Del programa también resalta la participación del autor Mark Russell, ganador del premio Eisner 2022 –que es considerado el Nobel de los cómics– y creador de las historietas The FlintStones, Not All Robots y Second Coming; así como actores de doblaje, concursos de k-pop y cosplay, exposiciones, ciclos de cine y talleres.
“Todo se mantiene con la misma óptica del primer año, que es acercar a la lectura desde diferentes expresiones del cómic. Ahora estamos en charlas para que Chile sea nuestro país invitado en 2023 y Corea asista en 2024”, adelanta Serrano.
LAS FIGURAS
Los invitados destacados este año son:
TexMark Russell, dibujante (Superman)
René García, actor de doblaje (Vegeta)
Mike de Carlo, artista
Francisco Sáez, autor
Grecia Villar, creadora de contenido en el género
Uraz Huerta, actor de doblaje mexicano (Digimon)