Por: Reyna Paz Avendaño
Un siglo antes de la proclamación de la Independencia de México llegó al país un teólogo irlandés que luchó por la libertad de los esclavos y por el fin del dominio español. Su nombre: Guillén de Lámport, un hombre que murió en la hoguera después de 17 años de encierro en las cárceles de la Santa Inquisición.
La vida de este hombre es recuperada por la historiadora Andrea Martínez Baracs (Ciudad de México, 1956) en el libro Un rebelde irlandés en la Nueva España (Taurus), donde por primera vez publica de manera íntegra cinco documentos escritos por Lámport.
Se trata de: Propuesta al Rey Felipe IV para la liberación de Irlanda, Proclama insurreccional para la Nueva España, Pregón de los justos juicios de Dios, que castigue a quien lo quitare, Alcides Magno, en el Christiano Desagravio y Regium Psalterium, título y veinte salmos.
—¿Los méritos de Lámport aún no son reconocidos?
—Guillén de Lámport es una figura fuera de lo común, era irlandés, no era español, no había nacido en la Nueva España y eso lo hace excéntrico. No se sabía bien cómo situarlo, pero se supo de él a partir de los estudios de Vicente Riva Palacio, en el siglo XIX, porque las acusaciones del Santo Oficio que hacia Lámport están en los expedientes de la Inquisición, en el Archivo General de la Nación.
“Riva Palacio lo estudió y después el presidente Porfirio Díaz decidió ponerle una estatua en el Monumento a la Independencia pero se colocó adentro, no afuera. Reitero, no se supo cómo situarlo”.
En el libro, Martínez Baracs narra que Lámport era un católico irlandés en el tiempo que Irlanda había sido invadida por Inglaterra, entonces cuando nació (siglo XVII) su familia ya había sido despojada de sus tierras porque los ingleses eran protestantes. Muchos irlandeses migraron hacia España.
“Lámport tenía el fuego irlandés por la liberación de los pueblos, sobre todo porque venía de un país que había sido como México: invadido por una potencia extranjera. Quiso hacer una insurrección para ayudar a los esclavos africanos porque le dio mucha tristeza ver su situación, también la de los indígenas y los mexicanos originales, él veía cómo habían perdido sus privilegios y cómo vivían en la pobreza”, detalla la autora de Un rebelde irlandés en la Nueva España.
—¿Hay aún escritos inéditos de Lámport?
—El latinista Gabriel Méndez Plancarte en 1948 publicó extractos de varios de sus escritos, incluida la “Proclama Independentista para la Nueva España”, y de sus poemas tradujo 27. Fue quien más hizo por divulgar la obra, pensamiento y vida de Lámport.
“La primera persona que publicó sus textos fui yo, los publiqué primero en la Biblioteca Digital Mexicana y ahora en este libro”, manifestó.
Uno de los documentos vitales es la Proclama insurreccional para la Nueva España, escrita en los dos años que Lámport vivió libre en el país. Este joven irlandés llegó a la Nueva España en 1640 y en diciembre de 1642 fue prisionero por el Santo Oficio por los cargos de hereje, apóstata y sectario. Es decir, en dos años hizo planes para liberar al hoy México de España.
“Escribió: voy a alzarme con el reino; así se decía: voy a independizar. Se le ocurrió algo así porque estaba sucediendo en todo el mundo, en Irlanda estaban haciendo levantamiento, Cataluña se estaba separando, Portugal se separó de España y Brasil se estaba saliendo del reino portugués. Él lo sabía muy bien”, comenta la historiadora.
La proclama que incluye el libro es un plan detallado para devolverles a los pueblos oprimidos su libertad y para ello Lámport necesitaba proclamarse rey de la Nueva España. “No lo podemos culpar, estamos hablando del siglo XVII, no podía pensar en otra figura política”.
Martínez Baracs también destaca la publicación de la Propuesta al Rey Felipe IV para la liberación de Irlanda, proyecto igualmente atrevido para el levantamiento de ese país, un levantamiento que sí ocurrió y en el que pedía apoyo vital del imperio católico de España. Este documento no está publicado ni en España ni en Irlanda.
La historiadora narra que Guillén de Lámport tuvo contacto con Ignacio Fernández Pérez, un ciego de las minas de Taxco, gracias al cual hoy se sabe que el irlandés ayudó a los indígenas a presentar alegatos ante los tribunales. “¡Cómo tuvo tiempo si estuvo libre escasos dos años!”, exclama Martínez Baracs.
“En la Nueva España existía la costumbre de los litigios legales, si los indios tenían una demanda acudían al tribunal de indios para presentar alegatos, había otros tribunales donde podías poner tus quejas pero tenías que saber hacerlas, necesitabas un apoyo y eso costaba dinero”, narra.
Además de la situación indígena, Lámport tuvo conocimiento de Yanga, un rey africano que cayó esclavo en la Nueva España pero se fugó con esclavos cimarrones y fundaron un pueblo con apoyo del virrey del momento. La condición era que no podían aceptar a nadie más y si llegaban nuevos esclavos a refugiarse con ellos tenían que denunciarlos.
“Cuando Lámport se escapó en 1650 de la cárcel, su plan era ir a Yanga, Veracruz. Guillén era una persona muy adelantada para su tiempo”, afirma la historiadora durante la entrevista con este medio.
—¿Fue el precursor de la Independencia y de los Sentimientos de la Nación?
—La idea de que todos somos nacidos iguales y de que todos debemos tener un lugar en la sociedad según nuestros méritos y no según nuestro nacimiento está en los Sentimientos de la Nación, pero un siglo y medio antes lo planteó Lámport.
Este irlandés estuvo preso 17 años por la Santa Inquisición, tiempo en el que se dedicó a escribir no sólo más de 900 poemas sino que armó defensas a favor sus compañeros de cárcel y evidenció a los inquisidores como corruptos. Martínez Baracs lo define en términos actuales como un heroico agente de Amnistía Internacional.
“En la cárcel, no le habían dado papel porque los inquisidores estaban hartos de que producía tantísimo documento, pero los presos tenían su dinero para comprar cosas y Lámport pedía papel para fumar, esos papelitos los guardó y los pegó; al inicio tenía tinta, pero cuando se le acabó juntó miel con cebo y el hollín de la vela para poder escribir”, cuenta la historiadora sobre Guillén de Lámport.
La noche en que se escapó de la cárcel llevaba ya ocho años preso, había muerto el arzobispo esa noche y casi era Navidad, Guillén inventó que el arzobispo muriéndose se le apareció para pedirle disculpas y ayudarlo a huir. Logró quitar las rejas y pegó una acusación criminal contra los inquisidores Pregón de los justos juicios de Dios, que castigue a quien lo quitare, en las puertas de la catedral.
“Esa querella la llevó hasta la habitación del virrey, habló con él y capturaron a Guillén de Lámport al día siguiente, lo denunciaron porque la regla era que si lo veías debías de denunciar, de lo contrario, el castigo sería contra los que no hablaron. Era un personaje muy pintoresco. Sus alegatos contra los inquisidores están registrados, son centenares de páginas, por eso lo odiaban, no lo soltaron a pesar de que lo pidió la Corona Española porque nada tenía que ver con la Inquisición, la Corona lo quería a juzgar, pero nunca lo soltaron”, detalla Martínez.
LIBERTAD Lucha desde la cárcel
El corazón de Guillén de Lámport estaba con los oprimidos. Llegó a México para ayudar a los portugueses que eran el enemigo número uno de España porque Portugal se había separado de esa nación.
“Muchos eran judíos que huyeron a Portugal porque su religión fue prohibida en España, luego cuando Portugal se anexó a España migraron a la Nueva España huyendo de las persecuciones. Entonces eran doblemente perseguidos: por ser portugueses y judíos”, platica la historiadora.
En el país fueron encarcelados por la Santa Inquisición donde muchos murieron de hambre, de enfermedades, algunos se suicidaron y otros fueron quemados vivos.
“Hablamos de mujeres, ancianos y niños que Lámport defendió, muchos de ellos eran comerciantes de larga distancia, llevaban sedas de la India para que llegaran a las ropas del papa en el Vaticano”, narra.
Lámport argumentó que ellos organizaban parte importante de la riqueza del imperio, pero la Inquisición veía sus bienes y riqueza para apoderarse de ellas. “Eran muy corruptos. La Inquisición vivía de quitarle el dinero a los que agarraban y encarcelaron a Lámport junto con estos judíos, entonces pedía audiencia y se dedicaba a defenderlos desde la cárcel. Decía en ese tiempo a los inquisidores: ser católicos no es portarse como ustedes, no es mentir, robar, engañar y torturar”.