Mario Galeana
Cincuenta músicos de la Orquesta Sinfónica del Conservatorio de Música en Puebla tocan una pieza con un solista al centro. Es un violinista, pero no solo un violinista clásico, como en las composiciones de Mozart, sino un violinista que también toca huapango, como en los fandangos más populares.
Y al fondo, en la sección de percusiones, rodeados de timbales, bombos, xilófonos y platos, un músico rasca un güiro elaborado con la quijada de un burro y otra música zapatea sobre la tarima al ritmo de la partitura que tiene sobre el atril.
La pieza se llama Concierto para violín huasteco y fue escrita por Rodrigo Lomán (1986, Xalapa) hace siete años. Una pieza con el cuerpo de la música clásica, pero con los ritmos, las texturas y la melodía del son huasteco.
El martes pasado, la orquesta sinfónica realizó un concierto en el Museo San Pedro de Arte con las obras que Lomán ha compuesto inspirado en ambas escuelas: lo tradicional, que recoge la herencia cultural de los pueblos del país; y lo clásico, que analiza con el rigor de la academia la música que llegó de Europa.
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El concierto inició con Obertura mexicana, que repasa el espíritu de la propuesta del compositor. Una obra que hace un recorrido por varias regiones del país y, por eso, tiene un sonido que remite a la música oaxaqueña, al son jarocho.
La segunda pieza fue Concierto clásico para requinto jarocho, con el propio Lomán como solista con la guitarra de son. Esa fue la primera canción que Omar Ruiz García, director de la orquesta sinfónica, escuchó del compositor.
“Me pareció una maravilla, la escuché a través de Youtube. Yo tenía la idea de hacer un concierto con música de compositores nacionalistas contemporáneos y clásicos, y claro que pensé en Rodrigo Lomán. Pero después me dije: ¿por qué no hacer un programa solo con sus obras? Y este es, entonces, el primer concierto que toda la orquesta del conservatorio ha tenido después de la pandemia”, explica Ruiz.
La tercera pieza fue Huateque, que de acuerdo con Lomán se compone de sones atravesados, es decir, sones con un desfase entre el compás y la armonía. Este desfase consigue cierta cadencia en el cuerpo, la sensación de querer bailar o zapatear.
La cuarta fue Concierto para violín huasteco, con Víctor Vázquez como solista en el violín. Esta no sólo fue la primera obra que Lomán compuso, sino que también fue premiada en 2015 en el concurso Arturo Márquez para Orquesta de Cámara, que valora piezas con este carácter, entre lo tradicional y lo clásico.
El concierto cerró con Tarima de fuego, la última pieza compuesta por Lomán, que se trata de un homenaje a la tarima, a la que el compositor ubica como un centro sobre el que orbitan los fandangos.
“Cada pieza tiene su proceso. No tengo un método, porque creo que cada una se va dictando de diferente manera. Le he dedicado muchos años y mucho estudio a aprender orquestación, instrumentación, armonía, contrapunto, análisis de obras de compositores que me gustan mucho. Con mucho estudio y disciplina, escribir una pieza se vuelve más orgánico”, asegura el compositor.
Este tipo de aproximaciones entre los músicos de academia y los músicos tradicionales son cada vez más frecuentes en los escenarios del país, a decir del director de la Orquesta Sinfónica del Conservatorio de Música en Puebla
“Es bastante complejo, porque cada música tiene como un sabor, por decirlo subjetivamente. Son lenguajes que pueden parecer distintos y hay que entender el fondo o la esencia de esta música y de este estilo. Hay cosas que los músicos académicos sabemos, a pesar de que no estén escritas en las partituras, y del mismo modo hay cosas no escritas en la música tradicional que esos músicos saben, por tradición, y nosotros no”, abunda Omar Ruiz.
LA COMPOSICIÓN DE LO CLÁSICO Y LO TRADICIONAL
Rodrigo Lomán era bastante joven cuando imaginó un concierto como los de Beethoven o Mozart que, en lugar de piano, tuvieran como solista a un requinto jarocho, a un violín huasteco.
Aunque sus padres no son músicos, a menudo escuchaban repertorio clásico y lo llevaban a conciertos de la Orquesta Sinfónica de Xalapa, el lugar en el que nació.
Así cultivó la mitad de esa idea que muchos años después –de estudio, práctica, aprendizaje– pudo componer.
La segunda parte llegó a sus 16 o 17 años, ya no lo recuerda con precisión. Por entonces descubrió los fandangos, la fiesta veracruzana por naturaleza. A veces salía del concierto de alguna orquesta sinfónica y se pasaba a La Sopa, un restaurante popular de Xalapa donde el fandango les amanecía.
En La Sopa conoció a don Víctor Ramírez del Ángel, un aclamado violinista huasteco que tocaba de 9 a 12 de la noche y que reunía, cada viernes, a una horda de xalapeños que acudían a él como si fueran a misa.
Lomán estudió guitarra en la Universidad Veracruzana con todo rigor y después aprendió violín huasteco “en la universidad de La Sopa con don Víctor como decano” con todo gusto.
Por eso, la primera obra que materializó su idea de unir la música clásica con la tradicional fue el Concierto para violín huasteco.
Luego vinieron Huateque, Concierto clásico para requinto jarocho, Tarima de fuego y la composición de tres piezas mexicanas sinfónicas, con versiones para banda y orquesta sinfónica, con elementos del son jarocho, son huasteco y el xantolo.
“Quería tener a las dos juntas; por un lado, me encantaba de la música clásica el tratamiento del contrapunto, la armonía, la estructura formal de las obras; por el otro, en la música tradicional me gustaba la fuerza, las melodías, el ritmo, la capacidad que tiene esta música de hacer comunidad, sentido de pertenencia, de identidad”, explica.
La música de Rodrigo Lomán puede escucharse en su canal de Youtube, su perfil de Facebook y su cuenta en Instagram.
¿QUIÉN ES RODRIGO LOMÁN?
Compositor nacido en Xalapa, Veracruz, en 1986. Con sus canciones mezcla la música tradicional mexicana con la música clásica de concierto. Ha ganado premios de composición como el Concurso Arturo Márquez, y el II Concurso Iberoamericano de composición para orquesta sinfónica infantil y juvenil Ibermúsicas – Iberorquestas. Su música ha sido interpretada por más de una docena de orquestas sinfónicas de México y Cuba. Fue beneficiario del Programa Músicos Tradicionales Mexicanos del Sistema de Apoyos a la Creación y Proyectos Culturales FONCA.