Mario Galeana
Los juguetes son tan antiguos como la prehistoria.
El juguete más antiguo encontrado hasta ahora se localizó en una zona arqueológica de Turquía; se trataba de un sonajero hecho de arcilla que pudo ser elaborado hace 4 mil años.
En México existe una larga tradición de elaboración de juguetes. Estirpes enteras han jugado con carritos de madera, muñecas de trapo o sonajas de palma, dependiendo de la región de la que se hable.
Parte de esta tradición se encuentra hoy expuesta en la Casa de Cultura, donde 23 artesanos de distintas regiones del estado de Puebla comercializan sus juguetes: desde árboles de la vida y figuritas de foami, hasta juguetes de madera y figurillas de barro.
PABLO MEJÍA GUTIÉRREZ
MARIONETAS DE MADERA
Pablo Mejía es originario de San Lorenzo Chiautzingo, un municipio a las faldas de una cordillera llamada Sierra Nevada.
Él no fue heredero de una tradición; más bien la está fundando. Cuando era joven aprendió a modelar la madera y, ahora, usa esa materia para dar vida a los seres que fabrica.
No se limita a un molde: talla torsos que más tarde se convierten en danzantes, animales, personajes y payasos, mientras que su esposa se encarga de la ropa de las pequeñas marionetas.
Lo más difícil es, además de meter las manos en una cortadora que rebana todo cuanto aparece a su paso, es pintar los rostros.
Pablo dice que, cuando está enojado o triste, las marionetas lo resienten. Y, en lugar de una sonrisa, terminan con la cara larga.
“Tienes que estar en todos tus sentidos y tienes que estar bien anímicamente. Si se me corre la pintura de la cara, la pieza ya no sirve, hay que empezarla de cero. Esto es un arte. Pero no es un arte tradicional… o no todavía.
Yo soy el único que los hace en mi pueblo”.
PAULINA GUTIÉRREZ
FIGURILLAS DE BARRO
Los abuelos de Paulina Gutiérrez le heredaron a ella y al resto de su vasta familia un oficio: el de artesanos del barro. Aún recuerda a sus abuelos modelando cazuelas y enseres en Amozoc, donde nacieron, pero poco se parece a lo que ella y sus hijos ahora realizan en su propio taller, ubicado en la ciudad de Puebla.
“Toda la familia tuvo que empezar a hacer otra clase de artesanías, a los jóvenes ya no les gusta hacer cazuelas.
Entonces comenzamos con alebrijes de barro y con catrinas y en general con cualquier objeto que nos permita innovar”, dice.
A su alrededor hay una amplia colección de lo diminuto: calaveras de todo tipo, catrinas con faldas de bailarina, nacimientos que de tan pequeños parecen imposibles. Objetos creados tanto a mano como a base de moldes.
Paulina ha hecho artesanías de barro desde hace 50 años, y las catrinas se han convertido en su insignia. Ahora, para los niños, elabora juguetes de barro, figuritas que contienen toda su historia familiar.
LIDIA FLORES ACEVEDO: LAS
POSIBILIDADES DE LA PALMA
En Chigmecatitlán, un municipio en la Mixteca del estado, han conquistado el reino de la miniatura. Y para hacerlo les ha bastado una sola hoja de palma.
Lidia Flores Acevedo es una de las herederas de esta conquista. De sus abuelos heredó la técnica para crear comunidades enteras, colecciones de oficios, sirenas, vírgenes y superhéroes: seres pequeñísimos urdidos a través de la palma.
“Eso lo hace mi pueblo desde hace muchas generaciones. Yo lo aprendí cuando era niña, a los ocho años, cuando veía a mis padres. Poco a poco fui avanzando hasta conseguir lo que hago ahora”, cuenta.
Una figura puede tomarle dos o tres días, porque cada una requiere la recolección de la palma, cocerla y pintarla en varias capas. Lo más difícil son las figuras de miniatura, pero con la hoja de palma también se fabrican sonajas, flores, bolsas y jirafas.
Los niños, según cuenta Lidia, crecen jugando con las cosas que sus padres elaboran para ellos. Pero lo más usual es que los artesanos salgan de Chigmecatitlán para comercializar sus creaciones.
BRENDA DELFIN HAM
LAS BARBIES MEXICANAS
Desde que tiene memoria, a Brenda Delfin Ham le gustaban las catrinas hechas con cartón.
Aprendió el trabajo de cartonería desde hace 23 años y, aún antes, el de bordado. Hace varios años que montó un taller para fabricar muñecas de trapo y catrinas de cartón para exhibirlas en exposiciones y ferias.
Ahora, sin embargo, está creando algo nuevo. “El trabajo de cartonería es complicado para que los niños lo jueguen y estoy buscando una línea hecha específicamente para las infancias”, cuenta. Así llegó a las barbies mexicanas.
Sus creaciones retoman las muñecas que se comercializan en cualquier supermercado, para adaptarlas al contexto mexicano.
Así, pasan de ser simples barbies a catrinas y chinas poblanas.
Elaborar cada una puede tomarle hasta cuatro días, puesto que pone varias capas de pintura y confecciona su ropa –que tiene detalles brillantes, bordados tradicionales–.
“Las catrinas de muñecas que vi hasta entonces nunca me gustaron; parecía que sólo tenían un antifaz y ya. Yo quise hacer algo muy mexicano”.