Mario Galeana
La síntesis puede ser uno de los inventos más utilizados por los seres humanos en los últimos tiempos. Todo lo que antes ocupaba más espacio ahora cabe en una mano: una colección musical en una app, una declaración de amor en un emoji, una biblioteca en un lector de ebook.
Algunos de estos cambios han sido producto de factores externos, como la pandemia.
Entre 2020 y 2021, por ejemplo, la población que lee libros en formato digital pasó de 12.3% a 21.5% en todo el país, según indica un informe de la Cámara Nacional de la Industria Editorial Mexicana.
Las razones son aparentemente visibles: las librerías cerraron y las editoriales redujeron su producción. Y el libro, como objeto físico, era un riesgo: todo contacto parecía una posibilidad de contagio.
Los libros electrónicos, en cambio, no necesitan distribución en locales comerciales; un solo clic basta para tenerlos en las manos –o más bien ante los ojos–. Son más baratos y, en muchas ocasiones, son la única forma de obtener libros que han dejado de editarse o que son inconseguibles en expendios.
Para las editoriales también son una ventaja, como explica Francisco Barrios, responsable de la Dirección Editorial de Libros del Perro. Son un ahorro en costos de distribución y almacenaje, que se reducen a cero; Además, permiten que el diseñador observe el producto final desde su propio monitor.
Libros del Perro surgió precisamente durante la pandemia, a mediados de 2020, y desde entonces ha publicado cerca de una veintena de libros. En su primer año publicó 13 títulos de géneros distintos que fueron distribuidos en formato electrónico.
“Este proceso era mucho más sencillo que imprimir y distribuir. Con la cuarentena, todo lo que podíamos hacer de manera remota parecía más complicado. No parecía sencillo encontrar un impresor, revisar pruebas de impresión y todo ese proceso, y por eso lo más sencillo fue pensar en el formato electrónico”, explica.
Barrios cree que, por su naturaleza digital, la industria editorial en formato electrónico está dirigida sobre todo a personas jóvenes, profesionistas y adolescentes que crecieron con dispositivos idóneos: una pantalla entre ellos y el mundo.
El reporte más reciente de la Cámara Nacional de la Industria Editorial Mexicana no sólo reveló que dos de cada 10 lectores ya son digitales, sino que en 2020 se facturaron 368 millones de pesos en ebooks.
También, eset formato se ha convertido en una manera de publicar un libro sin tener que buscar una editorial que decida cobijarlo.
En 2018, por ejemplo, tres de los libros más vendidos en Amazon corresponden a autores autoeditados, personas que escribieron una obra, la editaron ellos mismos, la subieron a la plataforma y vendieron más que las editoriales constituidas.
“Vivimos un momento en el que los autores pueden autopublicarse y llegar directamente a los lectores. No es que sea necesariamente una ventaja del ebook, pero tampoco hay que desestimar a las personas que a través de canales no académicos entran al mundo de la escritura a partir de cursos o tutoriales sobre cómo autoeditarse y promocionarse”, asegura Barrios.
LA VIGENCIA DEL LIBRO
Con todas las ventajas del libro electrónico como producto editorial oportuno, ¿cómo puede constituirse el libro físico en un objeto vigente?
El escritor José Prado, autor de los libros Migrar bordes (Nitropress, 2021) y Si algo ligero (Tierra Adentro, 2017), considera que la vigencia del libro impreso debe pasar por un replanteamiento para que, como objeto, ofrezca algo más que una historia.
“Ya sea un trabajo editorial impecable o algunas estrategias de lectura que estén resueltas en el mismo formato. Aunque lo importante en ambas es la lectura y, sobre todo, la relectura”.
Barrios considera que, en parte, la romantización del libro y de las grandes bibliotecas contribuirán a su preservación, pero habrá un momento en el que las condiciones ambientales del planeta puedan llevar a replantear el costo de la producción impresa de un libro.
“Creo que los libros físicos seguirán existiendo para beneplácito de consumidores de objetos vintage, o personas que asocien tener libros físicos con un estatus social o económico, pero a la larga, creo que la portabilidad o facilidad de almacenamiento y transportación del libro electrónico terminará imponiéndose”.