Dulce Liz Moreno
Fotos: Margarito García
El aplauso enérgico y efusivo resuena en la bóveda, detrás del altar mayor, más vibrante que en las mejores bodas que han ocurrido en ésta, la parroquia de San Isidro Buensuceso.
Lo recibe un veinteañero.
Acaba de tocar una de las obras del repertorio que se exige en Europa a los trompetistas que aspiran a tocar como solistas con las más importantes orquestas sinfónicas.
La interpretación, impecable.
El alto grado de dificultad de los conciertos para trompeta en Re Mayor de Telemann y en Mi Bemol de Haydn lo notan hasta los que de esto nada saben:
Se siente que es de virtuosos tanto en el estallido de amplios sonidos brillantes como en el contrastante rumor clarísimo de la intrincada melodía suave.
El rostro de Rafael Conde de la Rosa está sereno; no se altera en los pasajes rudos ni se percibe cambio durante los más dulces. Sonríe al terminar.
La mayor parte de su público escucha este tipo de tejido de los sonidos por primera vez:
La abuela que se tapa la cabeza con un rebozo grueso, el padre de familia que trajo niños a los juegos mecánicos de la feria patronal y oyó algo diferente en el templo, el matrimonio que pasó a santiguarse, la familia de un músico invitado a tocar con el trompetista; tío y sobrino que compraron pan de fiesta.
Justamente esto quería el trompetista cuando ideó este concierto: que sus vecinos escucharan un poco del universo musical que a él lo sedujo y le duplicó las aspiraciones cuando pasaba de niño a adolescente.
Cómo no iba a quedar sorprendido y admirado, si el primer solista del género clásico que escuchó fue Rafael Méndez, michoacano considerado el mejor trompetista del mundo por haber rebasado las posibilidades que el instrumento tenía ante las orquestas sinfónicas europeas y estadounidenses a mitad del siglo XX, como lo reseña Delon Glenn Lyren.
Con su interpretación fuera de serie, hizo que el instrumento destinado al modo triunfal, impetuoso y hasta bravío alcanzara el otro extremo, impensado hasta entonces: que sonara cantarín o dramático en filigranas destinadas por Paganini a las cuerdas de violín.
O interpretara con propia voz y sólo tres pistones las exquisiteces destinadas a la flauta transversa, de 15 “llaves” para cerrar 16 agujeros.
Dejó tan alta la medida que no ha sido superado, coinciden críticos y biógrafos de los dos lados del Atlántico.
La música del mexicano más notable en el mundo y en la historia de la interpretación sinfónica se le ancló al corazón a Rafael niño con un garfio extrafuerte: fue el ídolo del músico guía, ejemplo y primer maestro que tuvo en la vida: su padre, trompetista de mariachi.
Por él comenzó a estudiar el instrumento cuando su mano no alcanzaba aún a sujetarlo por completo.
Por él aprendió a fabricar los sonidos más brillantes de la música de los que visten de charro.
Con él engrosó su repertorio y activó la memoria.
Por él se convirtió, también, en ferviente fan de Rafael Méndez y le entró al repertorio de la música sinfónica.
Y con seis, ocho horas diarias de estudio, con otros lazos y guía de grandes maestros, es uno de los dos mexicanos aceptados e impulsados por la World Brass Association, la organización que prepara a los solistas internacionales de esta especialidad con clases diarias de los maestros más experimentados del planeta.
Y quiere que todo mundo disfrute lo que a él le hace vibrar y le fortalece el corazón.
Por eso está aquí, en medio de la fiesta anual para San Isidro Labrador, tocando música barroca y clásica.
Para vecinos que nunca habían oído un concierto de este género.
Para quienes no habían visto de cerca una trompeta piccolo ni una “de llaves” -al lado de los pistones–, obligada en Europa para intérpretes de las obras escritas hace 200 años.
Y para contagiar su entusiasmo por la herencia que expande cada día, bajo la guía de los mejores trompetistas del mundo.
LOS MEJORES SOLISTAS DEL MUNDO
MULTIPLICADORES
Los más destacados trompetistas del planeta están reunidos en la World Bras Association, que acoge bajo su guía a jóvenes que destacan en sus países como ejecutantes.
Profesores de la plantilla:
- Armando Cedillo
- Sergei Nakariakov
- Andrea Tofanelli
- Jon Faddis
- Iskander Akhmadullin
- Benny Wiame
Alianza intensa en lugar insólito
Lo suyo es la fusión.
Rafael Conde de la Rosa está convencido de que sus dos pasiones –mariachi y sinfónico– pueden convivir con resplandor en el mismo escenario.
Hasta en la misma canción.
Lo demuestra en su concierto: tras interpretar a los grandes maestros barrocos y clásicos con su trompeta acompañada de piano, entran a la parroquia los músicos del mariachi “Alma ranchera”, en traje de charro de media gala escarlata y negro.
El silencio absoluto revienta, de pronto, con los vozarrones bien armonizados.
Y con el alborozo de los sones jaliscienses que ponen de buenas al más decaído y al más bravo.
Cuando le corresponde interpretar el solo de trompeta, Conde de la Rosa hace su mezcla y ofrece algunas acrobacias, producto de lo mismo que le toma a un gimnasta olímpico alcanzar el podio: entrenamiento físico diario para los músculos no sólo de rostro y aparato respiratorio sin de todo el cuerpo y práctica, practica y un poco más de práctica.
Brinda “El vuelo del abejorro”, que del puño y pulso de Nicolai Rimsky Korsakov llegó al oído de los radioescuchas estadounidenses de los años 30 y saltó al jazz, al heavy metal y a nadie le es desconocido aunque no se sepa su nombre.
Y, en el mismo solo, regala una muestra de su técnica favorita: la respiración circular que produjo las aclamaciones a Louis Armstrong, emperador del jazz, y –no podía ser de otra forma– a su mentor-ejemplo Rafael Méndez, el mejor de la Tierra.
El programa fue pensado para hacer lucir también lo más aparatoso y lo más complicado de la música que distingue a México.
Así que Alberto Meléndez Méndez, militante también del Mariachi 2000 de Cutberto Pérez, quien ha prestado su voz al acompañamiento en Europa de Pablo Montero y otros cantantes, interpreta los adornos melódicos de “Granada”, en el arreglo de los charros que comandan Gilberto y Cecilio García.
No podía faltar el lucimiento de las trompetas.
Idóneo, “El niño perdido” para que los tres trompetistas de “Alma ranchera” tomen la entrada principal Rafael Conde, el lado de la epístola Luis Guerrero y el lado del evangelio Édgar Ortiz y desde ahí rompan el espacio con los metálicos lamentos del padre que busca al hijo y, a su encuentro, le sobreviene un remate tan inusitado como alegre.
Mentor e impulsor
Armando Cedillo es el profesor de la World Brass Accademy que vio en Rafael Conde de la Rosa el potencial de concertista.
Alterna con su alumno en el concierto dentro de la parroquia.
Comparte su diagnóstico: el chico de 21 años tiene la estatura profesional para que, en un año o dos, sus maestros europeos le impidan regresar a México y lo catapulten como solista con los ensambles más aplaudidos de ese continente.
Cedillo abrió el mundo del jazz a oídos y práctica del estudiante. Y éste se zambulló en ese otro gran espacio. Y la big band.
Son pocos alumnos latinos de la organización internacional. Hay un colombiano, un brasileño y la queretana Ana Jiménez, también impulsada por el mexiquense Cedillo, quien llegó a éstas, las Grandes Ligas de la trompeta cuando fue a tomar un curso en Londres y sus profesores no lo dejaron volver a su patria, para acompañarlo a escalar a solista y ocupar el lugar que hoy detenta.
Agrega un plus de la educación que recibe su alumno poblano: las clases de Sabine Kierdorf, quien enseña a los instrumentistas a abrirse paso en el mercado musical de cara a las orquestas.
Para brillar en el mundo.
Las clases de la World Brass Accademy son diarias. On line. Rigurosas.
Y dos meses se realizan presenciales en distintas sedes: Alemania, Francia.
Conde de la Rosa estuvo allá el año pasado, el verano entero.
Su primer vuelo en la vida, su primer contacto con colegas de distintos idiomas. Italia, Irán.
Y su más grande salón de clases: Alemania.
Lo cuenta emocionado.
Una persona muy especial
Doña María Luisa de la Rosa cuenta que vio a su hijo entregarse por completo a la música cuando recién había cumplido ocho años.
Las clases de la primaria pasaron a segundo plano. Su tarea personal era sacarle buen sonido a la trompeta.
Y ella se preocupaba por el futuro de su hijo. Que no dejara de estudiar, deseaba.
Rafael recuerda el momento exacto en que el brillante sonido del metal le cambió el mundo: su fiesta de tres años.
El padre, Rafael Conde Pérez, ya con camino andado profesional, llegó al festejo acompañado por el mariachi con que tocaba.
Y el lugar se llenó de sonido.
Ahí está el video con la prueba: los ojos de Rafa buscaron la fuente de tanto destello sonoro y descubrieron la campana del instrumento que tocaba su papá.
“Hermoso cariño” se la dedicaron especialmente; y el rostro del nene parece comprender cada palabra.
“La bikina” lo hizo acompañar el ritmo con los brazos.
Y, qué alegría, con esa polca de “Las alteñitas”.
Uno de los mejores recuerdos: ir con papá a casa de los abuelos. Rafael grande al volante, ponía un disco de danzones cubanos.
El gran Mariano Mercerón, saxofonista y director de orquesta del género, su preferido.
Con ese fondo musical, el conductor le contaba al pequeño pasajero sus andanzas como trompetista en orquestas para baile de salón, sus shows con las estrellas de la época, alternar con la Sonora Santanera.
“Recuerdo con mucho cariño esas pláticas constructivas y nostálgicas”, dice.
Y su deseo: que al niño le gustara el instrumento y tocara como los profesionales que se escuchaban en las bocinas del auto.
Concedido.
Rafa pidió aprender. El papá lo enseñó a solfear, a leer-tocar de primera intención, a modular.
Y antes de salir de primaria ya tocaban los dos juntos en el mariachi. Ciudad de México fue su lugar de trabajo.
Cuatro años transcurrieron casi sin sentirlos siendo maestro-alumno y colegas. “Tuve el gusto de trabajar con él”.
A los 12 años, con un mariachi en Canoa, donde nació, a un lado de San Isidro Buensuceso.
A los 14, a diversificar el aprendizaje.
Conservatorio.
Sus siguientes grandes mentores: Eloy Pérez, quien lo convocó al Internacional Mariachi Puebla “y le aprendí muchísimas cosas”; y Armando Cedillo, quien creyó en él y le apuesta.
Doña María Luisa padeció la decisión de su hijo en los años de primaria. Su esposo la consolaba –“ya sabe música, no se va a morir de hambre”–. Hoy confía plenamente en su camino internacional.
Dentro de poco, Don Rafael cumplirá dos años de fallecido.
“Espero poder hacer que él se sienta feliz en donde quiera que esté”, afirma su hijo.
María Luisa accede a la petición de su hijo: pasar al frente, mirar al público del concierto. Es su cumpleaños. Rafa decidió cerrar la actuación con “Las Mañanitas” para su persona más especial.