Dulce Liz Moreno
Fotos: EFE
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Desde el remate del mástil, a 22 metros de altura, se lanzan dos arcángeles de penacho y listones de colores.
Con música de marimba, descienden erguidos, dando vuelta al cedro que fue cortado y transportado por unos 300 hombres hasta el centro del pueblo.
Cada arcángel está amarrado del muslo derecho a una cuerda que se desenreda del palo hasta llegar al suelo.
Les siguen dos monos, con cola que luce listones rojos; ellos viajan de cabeza y su vida depende de que mantengan flexionada la rodilla de la que se enganchan a la cuerda.
Tiene toda la pinta de “Los voladores” totonacas de Papan-
tla (Veracruz), Cuetzalan y otros municipios serranos de Puebla, y de los huastecos de Tamaletom (San Luis Potosí), pero esta “Danza del palo volador” tiene pasado maya y hoy se escenifica en Cubulco, municipio de Guatemala, en las fiestas dedicadas a Santiago Apóstol.
Jesús Jáuregui, estudioso del ritual del volador, afirma que esta es la ceremonia prehispánica vigente con un componente trágico porque está en riesgo la vida de los danzantes.
Exótica y compleja, esta danza tiene diferentes personificaciones en los sitios donde se interpreta. Los mayas guatemaltecos la basan en un pasaje del Popol Vuh; pero totonacos, tepehuas, huastecos, otomíes y nahuas tienen otros mitos.
Las diferentes representaciones están unidas por los ritos preparatorios, el palo como representación cósmica, el viento y los cuatro puntos cardinales, agrega Jáuregui.
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