Por: Jaime Carrera
Pocos humanos pueden presumir una conexión real con un árbol. Aquel que lo logra se ve envuelto en una simbiosis tan peculiar, pero reconfortante a la vez, y aun cuando hay afinidades entre ambos seres vivos, el primero es nómada por naturaleza y el segundo pasa toda su existencia anclado en el mismo lugar.
Hay tantas similitudes y diferencias entre uno y otro ser vivo, pero cuando se logran vincular, en el ser humano despierta un instinto e interés por la preservación de infinidad de ejemplares, sobre todo dispersos en entornos urbanos, debido a que los periodos de vida de estos árboles no sobrepasan los 30 o 40 años de edad.
Antonio Ferrer Martínez es justamente una de esas personas, de las que valoran el cambio de color en las hojas de un árbol cuando el verano es consumido por el otoño o de cómo las ramas se entrelazan entre unas y otras en lo alto de sus copas. Apasionado de los temas ambientales por profesión y por convicción.
Su preocupación por la defensa de estos seres que dan y acogen vida es tal que impulsó una iniciativa denominada “Árboles Patrimoniales de Puebla”, porque no sólo las casonas, monumentos o estructuras inertes merecen ser preservadas: “Tengo cierta inclinación hacia los temas ambientales y particularmente en los árboles y algo que vimos es que las condiciones de las áreas verdes en la ciudad es un problema muy fuerte”.
De acuerdo con Ferrer Martínez en Puebla capital existen pocos espacios arbóreos en comparación con su extensión territorial y la población que en esta habita, por lo que hallar especies centenarias o de gran relevancia por su tamaño, grosor e impacto sociocultural en sus entornos, es todo un reto, más no imposible.
Esta organización de la sociedad civil tiene detectados árboles con características específicas, pero hay cinco en la ciudad de Puebla que encabezan la lista de los primeros árboles que cuentan con la categoría de patrimoniales, ubicados en medio de la urbanización en las colonias Los Volcanes y Las Palmas, el Paseo Bravo y los barrios de Xonaca y San Francisco.
“No hay mecanismos de gestión para que estos árboles no mueran de muy jóvenes, las condiciones en las que se encuentran, les impide vivir varios años, en ese sentido es que surgió esta iniciativa, precisamente, enfocada en visibilizar la importancia de los árboles maduros y viejos, como un indicador, digamos, relevante”, dijo.
En camellones, en zonas con alto flujo peatonal y vehicular, sin consideración alguna sobre el cuidado de su alrededor y con falta de políticas públicas que los ayuden a sobrevivir más años, es como los árboles enfrentan una crisis medioambiental que busca ser revertida o, cuando menos, combatida por proyectos ciudadanos como éste.
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Ubicado en Xonaca, este enorme árbol se mantiene erguido, como testimonio de la historia de uno de los barrios más representativos
ÁRBOLES Y SOCIEDAD
“Creo que por temas de reconocimiento social, el árbol de Xonaca es el más conocido de los que tenemos presentes, cuando lo reconocimos, le comenzamos a dar difusión. Muchas personas lo tienen presente en su imaginario, a muchos les llama la atención, tiene un contexto muy peculiar por el espacio donde se encuentra”, explica Antonio Ferrer.
El maravilloso ejemplar al que hace referencia es un fresno, frente a un templo, a un costado de viejos inmuebles y cercano a la zona fundacional de Puebla, el cual es custodiado por el Centro de Bienestar del barrio, que asiduamente poda el pasto alrededor y en general, mantiene una relación cercana con el frondoso árbol centenario.
“De ahí un ahuehuete en el Paseo Bravo, al que en algún momento le colocaron una placa de centenario. Hay una relevancia por sus dimensiones, pues no ubicamos otro de dimensiones similares en un espacio público, a pesar del ahuehuete es reconocido como el árbol nacional de México”, agregó.
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MI ÁRBOL Y YO
Los años pasan y estos gigantes se mantienen como parte de la ecología de una ciudad que crece vertiginosamente y se olvida sus zonas verdes
Pero también está el fresno de Los Volcanes, un vecino más de esta colonia que lo misma da refugio a aves, insectos y réptiles y que, recientemente, fue enmarcado como árbol centenario y patrimonial por esta agrupación de protectores del medio ambiente, como parte de un esfuerzo colectivo para preservar y difundir su importancia.
“En nuestra ciudad la cultura del árbol está muy en su etapa inicial, de alguna forma no tenemos como que esa costumbre de acercarnos, de relacionarnos con los árboles más allá de que se vea bonito y que da sombra, a veces generan historias, pero no en el tema de la gestión de acciones gubernamentales que incentiven su cuidado”, dijo.
De allí que con “Árboles Patrimoniales de Puebla”, Antonio y los impulsores de esta iniciativa busquen consolidar vínculos con las autoridades de los tres órdenes de gobierno, a fin de que se reconozca la importancia que tienen esos seres inmóviles, pero que con su tronco, ramas y hojas se comunican e interactúan con los seres humanos.