Mario Galeana
La noche del 15 de septiembre, el cura del pueblo de Dolores agitó a las familias de su parroquia para levantarse en armas contra el virreinato. Las campanas del templo retumbaron a lo largo y ancho de la comunidad.
Cuando la gente comenzó a reunirse, Miguel Hidalgo proclamó un grito por la libertad de lo que para entonces era la Nueva España
Esa proclama dio inicio a 11 años de lucha armada y la configuración de México.
El levantamiento de Hidalgo no se hizo público sino 13 días después, a través de la Gaceta del Gobierno de México, una de las publicaciones oficiales del Virreinato. Los españoles trataron de ocultar el levantamiento durante el mayor tiempo posible y decidieron divulgarlo hasta que comenzó formalmente una lucha pocas veces contada: la batalla por la opinión pública.
La lucha por la Independencia también se libró a golpe de gacetillas y periódicos realistas e insurgentes. Los segundos solían tener una vida efímera y a veces ni siquiera llegaban a la décima edición, dado que los costos de producción eran altos y, en ocasiones, incluían la libertad o la vida de sus editores.
“El periodismo combativo comienza el 20 de diciembre de 1810 con la publicación de El Despertador Americano, que publicó siete números, pero el último no se distribuyó porque el tiraje fue confiscado por Félix María Calleja, el segundo jefe político superior de la Nueva España”, explica Emmanuel Rodríguez Baca, historiador (UNAM) que ha investigado el uso de la prensa como arma política durante aquellos años.
El Despertador Americano fue uno de los nueve periódicos insurgentes que se imprimieron entre 1810 y 1817. La mayoría no superaron los cuatro meses de vida; sólo el Semanario Patriótico Americano, que lanzó 27 números desde un par de imprentas establecidas en Hidalgo y Michoacán, llegó a extenderse desde junio de 1812 hasta enero de 1813.
La tinta parecía tener el mismo peso que la pólvora para ambos bandos. En El Despertador Americano, por ejemplo, Hidalgo llegó a publicar una carta que aún se conserva en las dos hemerotecas más antiguas del país.
La primera línea describe el tono del resto de la publicación: “¿Qué otra cosa es la historia de la dominación española entre nosotros, sino la historia de las más inauditas crueldades?”. La carta culmina diciendo que los gachupines se casan con “las americanas más hermosas y mejor dotadas” y son propietarios de “las minas más ricas”, “las vetas más abundantes”, “las haciendas de campo más extensas y feraces”.
La creación de estos periódicos insurgentes estuvo precedida por una intensa y constante censura por parte de las autoridades españolas. En noviembre de 1810, las Cortes de Cádiz establecieron la libertad de imprenta en España y en todos los territorios conquistados.
Sin embargo, el virrey de la Nueva España, Francisco Xavier Venegas de Saavedra, desoyó este mandato hasta que se promovió una queja formal por la cual las Cortes lo instaron, una vez más, a hacer valer la libertad de imprenta.
Eso no evitó que los editores críticos al virreinato fueran perseguidos, criminalizados e incluso asesinados. Hubo uno, de nombre Francisco Severo Maldonado, que dirigía El Ilustrador Americano, a quien los españoles apresaron.
La condición que se impuso para dejarlo con vida y en libertad fue que, a partir de entonces, sería editor de El Telégrafo de Guadalajara, uno de los 11 periódicos que dirigió el gobierno español entre 1810 y 1821.
Los periódicos oficialistas publicaban los edictos de excomunión, el encarcelamiento o la ejecución de los caudillos, e incluso tildaban a Hidalgo de ser “El Napoleón de América”.
“Pero no era porque lo observaban como un líder militar importante, sino porque se mencionaba que la independencia sólo provocaría derramamiento de sangre de muchas personas”, acota Rodríguez Baca.
LOS LECTORES DE LA ÉPOCA
Algunos registros históricos apuntan que en el comienzo del México independiente el 99.4% de la población era analfabeta. Casi un siglo después, en 1895, sólo dos de cada 10 mexicanos sabían leer y escribir.
Los folletines y periódicos que se publicaron al principio de la revuelta por la independencia estaban dirigidos sobre todo a las élites, personajes intelectuales, comerciantes, mineros, nobles, gente acaudalada que podía darse el lujo de gastar hasta tres reales –la moneda de la época– por una edición.
“Entre los suscriptores del Diario de México, uno de los periódicos oficialistas, los suscriptores eran sobre todo personas de clase alta. Para los diarios insurgentes era mucho más limitado el alcance, pero incluso llegaban a tener promociones como las que tenemos hasta nuestros días. Como ‘pague tres y llévese cuatro’, que en aquel entonces era un albur, porque no se sabía si ese periódico seguiría vigente para la cuarta edición o si ya habría sido destruido”, explica el investigador.
Rodríguez Baca narra que los periódicos insurgentes se leían como ocurría en la antigüedad: una persona que sabía leer reunía a un grupo de gente en la calle y, de forma oral, daba lectura a los periódicos. Estos solían ser destruidos, para evitar cualquier tipo de detención por parte del virreinato.
Para 1817, la mayoría de los principales líderes insurgentes ya habían muerto y, con ellos, los periódicos insurgentes. Surgieron nuevos liderazgos como Javier Martín Mina Larrea, militar que importó desde Londres armas e imprentas que avivaron la lucha por la independencia.
En la última etapa del conflicto, durante la campaña del Ejército Trigarante, el movimiento por la independencia poseía cuatro periódicos como órganos de difusión. En esa etapa, casi todos los periódicos estaban enfocados en influir entre la población de la Ciudad de México, el último bastión del gobierno realista.
“Al final hay una ruptura entre el movimiento. El último número del Diario Político Militar, una de las publicaciones trigarantes, no da continuidad a ninguna publicación y, en adelante, se publica la Gaceta Nacional de México, que proclama un nuevo imperio en el país. Si se revisan los primeros números, todos enaltecen la figura de Iturbide; hay un cambio rotundo en el discurso”, recuerda el investigador.
Y hubo nuevos periódicos, nuevos actos de censura, mucha más tinta derramada.
CARTA DE HIDALGO
(PUBLICADA POR EL DESPERTADOR AMERICANO)
¿Qué otra cosa es la historia de la dominación española entre nosotros, sino la historia de las más inauditas crueldades?
…Tened a la vista por toda la extensión de este vasto continente, dar una hojeada a la opulenta región en que habéis nacido. ¿Gozáis vosotros de su abundancia, gustan de sus dulzuras los hijos de la patria?
…¡El tirano advenedizo nada entre delicias, al hambriento y andrajoso indiano falta todo! ¿Quiénes son los dueños de las minas más ricas y de las vetas más abundantes y de mejor ley? Los gachupines. ¿Quiénes poseen las haciendas de campo más extensas, más feraces, más abastecidas de toda clase de ganado? Los gachupines. ¿Quiénes se casan con las americanas más hermosas y mejor dotadas? Los gachupines.
PERIÓDICOS INSURGENTES
- (1810-1817)
- El Despertador Americano
- El Ilustrador Nacional
- El Ilustrador Americano
- Semanario Patriótico Americano
- Gaceta del Gobierno Americano del Departamento Norte
- Sud
- Correo Americano del Sur
- Boletín de la División Auxiliar de la República Mejicana
- Gaceta del Gobierno Provisional Mexicano
- de las Provincias del Poniente
- PERIÓDICOS DEL GOBIERNO ESPAÑOL
- (1810-1821)
- Gaceta del Gobierno de México
- Diario de México
- El Telégrafo de Guadalajara
- El Mentor Provisional
- El Mentor de Nueva Galicia
- Especulador Patriótico
- El Telégrafo Americano
- El Verdadero Ilustrador Americano
- El Amigo de la Patria
- El Aristarco
- El Filópatro