Texto y Fotos: Jaime Carrera
Los corazones de Edith y Hugo Casco Galindo laten al mismo tiempo cuando hablan de los troncos de madera convertidos en arte vivo. Ambos tienen un don: crear de cero figuras religiosas cuyas miradas invitan a ser veneradas.
Estos hermanos esculpen vírgenes, ángeles, santos, diferentes Cristo y niños Dios, gracias a una herencia de manos que danzan al ritmo del formón, el hacha o la lija. Así ha sido durante los últimos 40 años.
De manos ásperas, ambos nacieron, crecieron y se formaron entre gubias, cinceles y martillos; escofinas, cepillos y sierras. Cada herramienta forma parte de un proceso que aún se preserva en San Pedro Cholula.
Hacia donde se mire, en su taller, el Estudio de Esculturas Religiosas y de Restauración “Casco”, hay madera convertida en pies, manos, alas, cruces o rostros. Son expertos del trato del leño, son escultores y artistas, son forjadores de fe.
“Mi papá fue el fundador, que ya falleció, pero nosotros seguimos con la escuela que él nos dejó, yo ya tengo 40 años en el trabajo y actualmente tengo 63 años de edad, empecé a los 23 años con él, terminé el bachillerato y me vine con él al trabajo”, narra Hugo.
Ambos coinciden en que su principal competencia es la elaboración de piezas religiosas bajo moldes prediseñados de yeso o pasta. Ellos, por el contrario, saben del origen del cedro, de cortes, proporciones y medidas.
Su misión –dicen– es dar vida a los troncos amorfos, detallan músculos, hasta el último pliegue del dedo meñique en un niño Dios. Su labor es minuciosa y detallista, pero también potente ante la paz que irradian los rostros que tallan, lijan, pulen y retocan.
Su padre, Eduardo Casco, estudió arte con los hermanos Ravelo y en la Escuela de Bellas Artes de Puebla, y cuando eligió la escultura envolvió a sus descendientes de una ferviente pasión por el arte sacro.
Y es que cuando los latidos de los hermanos Casco se sincronizan, allí llegan los recuerdos de su padre.
“No hay moldes, todo es un trabajo artístico manual, nos basamos en el modelo que traiga el cliente, se pueden hacer detalles personalizados que uno puede presentar en la escultura”, añade Hugo.
EL PROCESO
En entrevista para Crónica Puebla, Hugo Casco señaló que en un bloque de madera se plasma un dibujo, se hace la talla hasta que la figura deseada quede grabada, posteriormente se tapa el poro de la madera para evitar filtraciones de agua, se pule y se pasa al proceso de la policromía.
La pieza pasa a las manos de Edith, quien se encarga de revisar a detalle los colores para el pintado, a veces con tonalidades y acabados antiguos.
“Aplicamos una base, después un primer toque modo de fondo, si hay imperfecciones pequeñas u otras ligeramente más grandecitas, se vuelve a pulir, y se vuelve a dar otra capa, y otra en caso necesario, esto es sobre todo, en figuras desnudas”, explicó.
Para Edith, su trabajo se resume en la elaboración de figuras que inspiren devoción.
Sus obras de arte deben generar sentimientos en las personas: “que den paz, esa es la finalidad de nuestra religión, de nuestra fe. Las esculturas casi tienen que hablar para que la gente crea en ellas, platiquen con ellas”.
Al final –precisa la escultora– se colocan cejas y pestañas, se retocan los matices y se aplican profundidades, aunque también puede proseguir el estofado de una imagen: la aplicación de finas láminas de oro sobre partes específicas.
“Cuando es una escultura es nueva, la trabajamos aproximadamente en tres meses”, añadió Hugo.
NIÑOS DIOS
Desde junio, Edith y Hugo reciben niños Dios para su exhaustiva restauración. Aunque muchos dejan a la última hora esta labor y “ponen a correr” a estos hermanos.
Desafortunadamente la pandemia ocasionó bajas considerables en este trabajo. Antes de la COVID-19, la restauración de niños Dios era de 120 figuras al año y en el 2020, fueron 40.
“Nosotros amamos nuestra profesión y nuestro arte y no lo podemos cambiar, es la herencia y el gusto por hacer de nosotros este trabajo”.
IMÁGENES CREADAS O RESTAURADAS EN MÉXICO POR LOS HERMANOS CASCO
En Chilapa de Álvarez, Guerrero. Para la parroquia de ese municipio hicieron un Cristo de dos metros, venerado por todo el pueblo y recibido por una procesión.
En Puebla capital, el Cristo de la parroquia de San José Mayorazgo, ubicada al sur de la ciudad.
Nuestra Señora del Perpetuo Socorro en El Carmen, en Puebla capital, restaurada tras un fuerte temblor en la década de los 50.
La virgen de la parroquia Madre Admirable, en el Circuito Juan Pablo II en Prados Agua Azul, imagen que sentada mide tres metros y parada casi cinco metros.
La escultura en Catedral del padre Yermo y Parres, una escultura de talla directa, es decir, que se inició desde cero en tronco.
En El Seco, restauración del padre Divino Salvador, que se quemó y tuvo que ser reconstruido el rostro de lo que quedó del bloque quemado.
Restauración de Nuestra señora de Izamal, la patrona de la Diócesis de Yucatán, tan dañada que se hizo reconstrucción total de la imagen.
Restauración de El Padre Jesús de Petatlán, en Acapulco, Guerrero, muy venerado que tiene un santuario que todo el año tiene visitas.
Nuestra señora del Rosario, patrona de la Diócesis de Sinaloa, restaurada por los hermanos Casco en varias ocasiones por el calor que hace en esa ciudad.