El que fuera uno de los mejores porteros en la historia del Puebla de La Franja y que dejó legado en el futbol mexicano, Pablo Larios Iwasaki, cumple este domingo su segundo aniversario luctuoso, y uno de sus hijos, Carlos Larios Garza, lo recuerda como un hombre cabal, íntegro en la cancha, pero a quien un retiro anticipado lo orilló a tomar las peores decisiones de su vida.
El 31 de enero de 2019 no sólo en la Angelópolis, en todo el país, hubo conmoción luego de que se confirmó la noticia: Larios Iwasaki había perdido la vida tras pasar un día internado debido a una oclusión intestinal.
YA NO NOS PUDIMOS DESPEDIR DE ÉL
Horas antes, Larios Garza fue informado que el exarquero había sido ingresado al Hospital General del Norte, de la capital poblana, y que su pronóstico era poco alentador, por lo que de inmediato viajó de Reynosa, Tamaulipas –su lugar actual de residencia–, no sin antes comunicarse con el excapitán camotero Roberto Ruiz Esparza para pedirle que fuera el encargado de difundir la noticia.
“El día que yo me enteré que estaba hospitalizado me acuerdo que me hablaron por teléfono y me dijeron que estaba grave, que me necesitaba ir para Puebla. Yo me di cuenta que en verdad era algo grave porque él era alguien muy fuerte, y si estaba hospitalizado era porque le estaba pasando algo grave”.
“Lo primero que hice fue mandarle un mensaje a Roberto Ruiz Esparza, que es muy amigo de la familia, y le avisé que mi papá estaba muy grave, le pedí de favor que les avisara a sus amistades, porque ellos tienen un grupo de WhatsApp, ya después él lo hizo público, a través de su Twitter y así fue que todo el mundo se enteró”, indicó en entrevista con Crónica Puebla.
Sin embargo, Cali ya no pudo ver a su padre con vida, pues a pesar de que se movió hacia Puebla, el delicado estado de Pablo no permitió que recibiera visitas, algo que lo dejó en shock y que a la fecha lo sigue dejando con un nudo en la garganta. “El shock para nosotros fue que no nos pudimos despedir de él, porque desde que lo internaron hasta que murió no lo pudimos ver, y cada que recuerdo eso se me hace un nudo en la garganta”, comentó.
NOS DIMOS CUENTA DE SU MAGNITUD CUANDO SE FUE
Mundialista en 1986 y el cancerbero de la época dorada del Puebla, en la que se consagró como campeonísimo, la grandeza de Pablo Larios provocó que el día de su deceso le llegaran a su familia una infinidad de mensajes de condolencias por parte de personajes históricos del deporte, algo que los sorprendió y que a su vez les ayudó a darse cuenta de la magnitud de su padre.
“Pasó algo muy irónico, porque uno, como hijo, a veces pierde la imagen que tenía como futbolista, nosotros crecimos conscientes de lo que él era, pero muchas veces te das cuenta de su magnitud cuando se van porque cuando falleció recibimos llamadas de personas que no sabíamos que tenían relación con él, gente como Tomás Boy, Javier Aguirre, otros que nos mandaron mensajes de condolencias, personajes que tuvieron algún pasaje de vida con él y que lo estimaban a pesar de que era un hombre reservado en cuestiones personales, pero lo recordaban con mucho afecto porque fue un hombre íntegro dentro de su profesión”, dijo.
“ME ADOPTÓ Y ESO HABLA DE SU GRAN CORAZÓN”
Carlos González fue el nombre con el que Pablo Larios lo integró a su familia, como parte del matrimonio que tuvo con su madre, decidiendo adoptarlo y darle su apellido, a pesar de no tener parentesco sanguíneo, algo que sigue recordando con cariño y que lo llevó a tenerle el amor de un hijo a un padre.
“Personalmente lo recuerdo como un gran hombre y lo digo con toda la extensión de la palabra, porque él para empezar me adoptó, porque él tiene seis hijos naturales, pero dentro del matrimonio de mi madre con él, cuando yo tenía dos años de vida, me adoptó y me dio su apellido, entonces eso habla de un hombre noble, honesto y de gran corazón. Él fue mi amigo, fue mi padre, mi confidente y muchas veces fue mi verdugo, porque me daba consejos que me dolían, aunque nunca tuvo un comentario malintencionado, fue un hombre muy cabal”, señaló.
Por ende, desde entonces llama hermanos a los otros hijos que Larios Iwasaki tuvo a lo largo de su vida, con quienes mantiene una relación estrecha digna de presumir, gracias a la educación que él les dio. “Él me educó para decirles hermanos a sus hijos, son mis hermanos, y hasta la fecha tenemos una relación ejemplar, no es por presumir, pero él dejó ese gran legado, que nos viéramos bien, con gran cariño”, recordó.
SUS GRANDES DEFECTOS FUERON DESPUÉS DE SU RETIRO
Si bien el arquero de la selva se supo ganar un lugar en la memoria de los aficionados futboleros en el país por sus espectaculares lances y su agilidad para salir a cortar balones, también fue conocido por sus problemas fuera de la cancha, sobre todo con las adicciones.
El nacido en Zacatepec en 1960 aceptó públicamente, tiempo antes de morir, que tuvo problemas con el consumo de drogas, algo que –a palabras de su hijo– comenzó a hacer una vez que dejó las canchas de futbol, hecho que justamente no supo manejar y lo orilló a cometer errores en su vida.
“Sus grandes defectos los tuvo ya cuando se retiró del futbol, eso lo quiero dejar bien en claro, que yo puedo jurar por su memoria y por mi propio nombre lo puedo decir que durante su etapa de futbolista fue una persona íntegra, desafortunadamente al futbolista no se le enseña qué hay después de su retiro y creo que a él le afectó demasiado terminar su carrera, porque todavía le quedaba un par de años para jugar, estaba pleno en lo físico y en lo mental, porque si te fijas la carrera de los porteros se prolonga, como el Conejo (Pérez), que se retiró ya grande, pero a él lo retiraron a los 38”, apuntó.
Larios dejó el futbol en 1998 luego que terminó su contrato con Toros Neza, si bien tuvo una oferta para ir a jugar con Monterrey, no se concretó por lo que llegó a su fin su carrera, que inició en 1981 con Zacatepec y que tuvo su punto más alto de 1989 a 1994, vistiendo la playera del Puebla de La Franja.
EN PUEBLA TUVO LA MEJOR EXPERIENCIA DE SU VIDA
Desde que se integró a su familia, Carlos vivió con Pablo la etapa en Cruz Azul, de 1984 a 1989, lapso en el que su nivel llegó a ser tan bueno que se ganó el puesto como portero titular con la Selección Mexicana, para el Mundial que se hizo en el país en 1985, además de hacerse acreedor a reconocimientos individuales, aunque se quedó con las ganas de ganar un título.
Fue parte de la Máquina que perdió tres finales en tres años, la de Liga ante Chivas en 1987, la de Copa ante Puebla en 1988 y una más de Liga en 1989 contra América. Fue esta última la que le costó su lugar en el club y fue enviado casi regalado a La Franja, donde –señaló su hijo– vivió la mejor experiencia de su vida, pues fue ahí en donde logró los anhelados títulos. “A mí me tocó estar con él en toda su etapa con Cruz Azul y me tocó cuando lo vendieron en paquete al Puebla, junto a Edgardo Fuentes y Arturo Álvarez porque les achacaron la derro ta en la final contra América en 1989 y llegaron prácticamente regalados al Puebla. Eso fue muy duro para él, porque pasó de ser ganador del Citlali un año antes a ser corrido por perder la final contra el América. El Puebla se convirtió en la mejor experiencia de su vida, porque consiguió todo lo que no pudo en Cruz Azul”, comentó.
En Puebla, Cali pudo ser testigo de los mayores éxitos de su padre, aunque el momento que más recuerda fue la final de Copa en 1990, que los camoteros le ganaron a Tigres en un partido en el estadio Cuauhtémoc, en donde estuvo presente y grabó en su retina el festejo del primer campeonato de su carrera.
“Tengo muy presente la final de Copa contra Tigres, porque la de Liga contra la UdeG, el estadio estuvo a reventar y no me dejaron ir, pero en ese partido se me quedó grabada la imagen que después del gol de cabeza de Marcelino (Bernal), mi papá cruzó toda la cancha corriendo para ir a abrazarlo, porque para él era la emoción de su primer título durante ocho años de carrera, había pasado de perder final contra Chivas, la final contra Puebla y la final contra América, aunque ese era sólo el título de Copa fue muy importante para él”.
“De la final contra UdeG la recuerdo bien, pero no la viví en el estadio, no viví la emoción de la gente, lo vi en mi casa, porque estaba muy chavo, pero sí recuerdo lo posterior al partido, que fuimos a cenar con todo el equipo y los festejos de los días después”.
“También tengo presente la final contra León (1992), fui al partido de ida que fue aquí en Puebla, bajé a la cancha, ya estaba un poquito más grande, más consciente de la situación, aunque ya no pude ir al juego en León”, recordó.
EN PUEBLA TUVO UNA UNIÓN QUE EN NINGÚN OTRO EQUIPO
Esa estadía de cinco años en la Angelópolis fue de las que más disfrutó, no sólo Larios Iwasaki, sino toda su familia, pues pudo ser parte de la unión que tenía el plantel que dirigía Manuel Lapuente, y que le ayudó a vivir la época dorada del club.
“Mi etapa en Puebla fue en mi niñez, recuerdo perfectamente que yo iba dos o tres veces por semana a los entrenamientos, continuamente iba a los partidos que se jugaban en Puebla, conservo muchas fotos de esa etapa, conocí a todos los jugadores de esa época, el Capi (Ruiz Esparza), que es una gran persona; el Búfalo (Poblete), que es un tipazo; también Sergio Almaguer, Chícharo (Hernández, el papá), (Jorge El Mortero) Aravena… fue un equipo que se armó para ser campeón, porque recuerdo que había una unión muy bonita, se juntaban todos para los cumpleaños, cosa que no vivió mi papá ni en Cruz Azul, ni después en Toros Neza”, precisó.
LA FUNDACIÓN PABLO LARIOS IWASAKI TAMBIÉN CUMPLIRÁ DOS AÑOS
Del lamentable fallecimiento del gran arquero, unos meses después nació la Fundación Pablo Larios Iwasaki, con la que su familia trata de ayudar en Zacatepec a jóvenes con adicciones.
Ya con una escuela funcionando y otra con obra detenida por la pandemia, son varios los adolescentes que se han visto beneficiados ya que además de ayudarlos con las adicciones, también los impulsan a practicar deporte, esto con tal de devolverle algo a un lugar que le dio todo a la familia Larios.
“La fundación Pablo Larios Iwasaki la creamos tres meses después de su muerte, porque nos dimos cuenta de la grandeza de su nombre, y todo lo que se hace es sin fines de lucro, todo con donaciones que nos hacen. Está dedicada para niños y jóvenes que están en adicciones y los apoya para salir adelante.
“Desafortunadamente la segunda escuela se quedó en espera por la pandemia, pero ya tenemos cuatro generaciones en la primera, que la entrena mi tío Francisco Larios Iwasaki y mi hermana es la directora. Esto lo hacemos para devolverle un poco a Zacatepec de lo que le dio a mi papá, él salió de la Liga Cañera y nosotros quisiéramos que ahorita saliera un nuevo Pablo Larios o un Harapos Morales”, dijo Carlos Larios.
HABRÁ MISAS VIRTUALES EN DIFERENTES CIUDADES
La pandemia evitará que se le haga un homenaje multitudinario correspondiente a su grandeza, pero de forma virtual, cada uno de sus hijos le organizará una misa este domingo desde su ciudad de residencia, como Carlos, quien lo hará en Reynosa, en lo que es para él un aniversario complicado.
“Se cumplen dos años de su pérdida y la verdad es que sí ha sido un poquito complicado, porque como toda pérdida es irreparable. Se van hacer misas en diferentes lugares, yo vivo en Tamaulipas, mi hermana vive en Puebla y mis otros dos hermanos están en Morelos. Por lo de la pandemia será difícil que pueda asistir gente, pero se le va a hacer el homenaje, el año pasado le hicimos una en la que pudimos estar casi todos, pero para este año va a ser ahora cada quien desde donde vive”, comentó.
Se cumplen dos años de la partida de Pablo Larios Iwasaki, el insuperable portero que, además de los títulos con La Franja, tiene la marca de más minutos sin recibir gol en el club, con 499, la cual instauró en la temporada 1991-1992.