Cuando estaba hospitalizado y sin ánimos de seguir con vida, su mamá lejos de compadecerlo, lo regañó y le exigió tomar otra actitud, algo que le sirvió a Alan Frías a salir adelante, recuperarse de una electrocución y ahora ser uno de los mejores velocistas del país.
Por la inconsciencia de su edad, a los 20 años una mala decisión lo llevó a sufrir un accidente que le provocó la pérdida de la movilidad de la parte inferior de su cuerpo, un momento que le dio un giro total a su vida.
En 2014 conoció el paratletismo y desde entonces no ha dejado de colgarse medallas, incluso quedando muy cerca de clasificar a Tokio, y si bien no asistir fue otro golpe en su vida, ya se prepara para París 2024.
LA DECISIÓN QUE CAMBIÓ SU VIDA
José Alan Frías Moreno es hoy uno de los mejores deportistas del estado, una de las esperanzas olímpicas y uno de los más rápidos del país en pruebas de velocidad en silla de ruedas, pero para llegar a este punto tuvo que vivir un verdadero infierno.
“Estaba estudiando la universidad y un día un amigo y yo nos fuimos de pinta, ya cuando nos regresamos íbamos caminando y pasamos junto a unas torres de alta tensión y por locura nos retamos para ver quién se subía, los dos nos subimos, pero ya arriba estiré el brazo queriendo hacer la finta de agarrar los cables y sin darme cuenta toqué el campo de tierra corriente y me aventó de 15 metros, caí sentado y mi columna quedó como viborita toda aplastada, dos vértebras se deshicieron”, dijo.
Esta travesura cambió su vida, porque si bien se salvó de morir, le provocó la pérdida de la movilidad ya que el proceso quirúrgico que le practicaron, luego de una larga recuperación por las quemaduras, fue inadecuado y le generó una lesión vertebral irreparable.
“Después de eso estuve en el hospital mes y medio, porque no me podían operar por las quemaduras, no movía un solo dedo, mis ojos estaban pegados, la boca no la podía abrir, al principio me daban 72 horas de vida, me salvé, después me operaron, pero hubo negligencia, porque al momento de separar las vértebras para alinearme la columna, la medula espinal explotó, no se desinflamó y eso hizo que no volviera a mover mis piernas, la lesión medular es por las vértebras T5 y T6”, explicó.
“ME QUERÍA MORIR”
Aunque Alan siempre fue un tipo alegre y optimista, esta terrible situación lo llevó a estar en una profunda depresión de la cual solo salió con el aliento de su familia, pero sobre todo del de su madre.
“Mi mamá ve las cosas como si fueran fáciles, ella me inculcó eso, cuando me accidenté, dije que me quería morir, que no aguantaba el dolor, pero ella me dijo que así como tuve los pantalones para subirme a la torre los tuviera para caminar, ‘no te traje a la vida para que te des por vencido, sino a un chingón que va demostrar de lo que está hecho’. Eso me hizo el cocowash en automático, así que no podía decir que no. Me dio el bajón saber que estaba en una silla, que ya había valido queso la escuela y el deporte, pero mi familia me ayudó a salir adelante”, indicó.
Ese cambio de actitud le facilitó el poder adaptarse a su nueva vida e incluso regresó a la universidad, pero más allá del duro momento superado, sentía un vacío que solo llenó con el paratletismo.
“Yo estaba estudiando ingeniería industrial, pero sentía que algo me faltaba, quería hacer más, no me veía atrás de un escritorio para pelearme con la gente en las fábricas, decía que quería algo más, pero no sabía qué era, entonces un amigo me invitó al deporte, aunque empecé de cero, porque no tenía silla para correr, ni guantes o rines… nada. Mis entrenadores fueron Gonzalo Valdovinos y Ariadne Hernández que son destacados atletas”, apuntó.
OCHO AÑOS EN LAS PISTAS
Era 2014 y sus ganas de inmiscuirse en este deporte lo llevaron a aprender a subirse a una silla de ruedas para competir, y a bajar varios kilos de peso, debutando en las pruebas de resistencia para encontrar su fortaleza y definirse como paratleta.
“Cuando empecé pesaba 95 kilos, me pusieron a dieta y una rutina de ejercicios para bajar de peso y también para fortalecer mi cuerpo, en un inicio me tardaba en pasarme de mi silla de uso diario a la de pista como media hora, entonces estaba cañón porque yo era como un bebe, aunque poco a poco fui aprendiendo. Primero debía tener resistencia para después pensar en la velocidad, entonces empecé con entrenamientos de fondo, y
ya después me hicieron pruebas para ver en qué era mejor y detectaron que era mejor en 800, 400 y 200 metros”, contó.
Después de un año de formación, el 2015 fue el momento de su consolidación con sus primeras pruebas en el extranjero ya como parte de la selección nacional, destacando con una medalla de bronce en Estados Unidos.
“En 2015 participé en el Nacional y ahí llamé la atención de Conade, del Consejo Paralímpico, y me dijeron que estaba contemplado para ir al Grand Prix de Arizona, ahí quedé en tercer lugar en 800 metros. Después fue a Colombia a un Grand Prix, ahí todos eran categoría mayor, ya eran de todo el mundo, así que de 27 atletas yo quedé en el noveno lugar”, rememoró.
EL PARTEAGUAS
Cuando su carrera tomó tintes de trascendencia fue en 2018, año en el que se coronó campeón nacional en las pruebas de velocidad y en el fondo brilló en el Maratón de Guadalajara, lo que le dio el impulso para soñar con llegar a Tokio 2020.
“Ese Campeonato Nacional fue el parteaguas de todo, porque empecé a ganar, también competí en el maratón de Guadalajara, entonces ganarles a los más fuertes de México fue un plus. Eso me hizo ilusionarme con poder ir a los Juegos Paralímpicos de Tokio”, precisó.
Sin embargo, la pandemia en 2020 le afectó a nivel deportivo y emocional, ya que el suspender su actividad lo llevó a caer en una depresión de la cual solo salió a base de agallas.
“Cuando vino la pandemia fue cuando valió queso, porque se cancelaron eventos como un Grand Prix en Suiza, tenía ese Grand Prix, luego vino la pandemia y me dio el bajón porque dejé de correr, ya no había aspiraciones, aunque una vez más mi familia me dio para arriba y aproveché en 2021 cuando se empezaron a correr de nuevo las competencias”, destacó.
LE ARREBATARON EL BOLETO A TOKIO
Cuando volvió a las pistas todo estaba encaminado para que lograra su máximo sueño, el convertirse en paralímpico; sin embargo, otra jugarreta del destino le arrebató el boleto, por lo que volvió a pasar momentos complicados.
“Fui al Grand Prix de Suiza en 2021 con la posibilidad de que si ganaba en la prueba de 400 metros clasificaba a Tokio. Ya en la final iba en primer lugar y a 200 metros de llegar a la meta, un chamaco suizo se puso nervioso de que lo rebasé, maniobró mal su silla y se me fue encima, me tiró, rompió mi silla y ya no pude competir, porque además me rompió el hombro. Después de eso otra vez el bajón, me quedé todo el tiempo en el hotel, ya ni quería correr, me quería regresar, pero ya estaba todo pagado y pues si ya estoy acá pues ni modo, ya tenía el boleto en la mano para Tokio, pero me lo quitaron”, lamentó.
En su mente pasaban pensamientos de cuánto valor tenía todo el esfuerzo que había puesto y que por un error de alguien más, su gran ilusión se había ido por la borda, aunque como siempre lo hizo en su vida, se sacudió la tristeza y siguió.
“En mi cabeza estaban los pensamientos que para qué me sirve esforzarme al 100 si por cualquier canijo todo va a valer, dejar todo en la pista, mi familia, mis amigos, de esforzarme para nada, de viajar, conseguir el apoyo de los patrocinadores. Después lo pude superar y comencé ahora mi ciclo olímpico rumbo a París”, agregó.
“ME VEO EN PARÍS”
Y si se trata de reinventarse, Alan es el mejor ejemplo, porque tras todo lo que ha vivido, ahora ya tiene bien definido su objetivo, llegar a París 2024, y su camino ha sido contundente pues en el Grand Prix de Monterrey de hace unas semanas se colgó medallas en las pruebas de 100 metros y 400.
“Después de lo de Suiza vino el Nacional de Toluca que sirvió como primer filtro rumbo a los Parapanamericanos. Monterrey donde gané tres medallas fue el segundo, y en marzo va a venir el tercer filtro, entonces dando los tiempos en marzo aseguramos el pase a los Juegos que serán el próximo año en Chile. La tirada es ganar cualquier tipo de medalla allá, porque eso es garantía de que te den el pase para el Mundial de París 2023, y ya dando el pase para el Mundial tienes el boleto a Paralímpicos que es donde yo me veo”, dijo.
Alan Frías es un ejemplo de vida, una inspiración, y por eso, a través de su historia, trata de ayudar a personas que necesitan justamente ese impulso que él tuvo cuando más oscuro se puso su panorama.
“Doy conferencias en las escuelas, a personas que me lo piden porque su familia tuvo un accidente, y por eso después de que termine mi etapa como atleta y sea campeón, lo que quiero es ayudar a la gente, hacer una fundación para donar sillas de ruedas, aparatos ortopédicos, porque yo quería que alguien como yo me ayudara cuando fue mi accidente, conozco gente que no tiene idea de la discapacidad y mi labor es decirles que se puede hacer todo con ganas, eso ayuda a cambiarles el chip, es algo que me gusta”, finalizó el velocista.