A sus 37 años de edad, Amílcar García ha tenido una vida intensa, con altibajos, momentos dulces, pero también etapas de las cuales pocos saben salir adelante; si hubiera que definirlo en tres palabras serían: futbol, tatuajes y cárcel.
Entintó su piel por primera vez cuando apenas era un niño, y si bien el futbol nunca fue su pasión, su padre lo formó desde pequeño para que se convirtiera en un profesional del balón, lo cual logró, pero su carrera se cortó de tajo cuando fue encarcelado acusado de tentativa de homicidio.
Tras salir del tambo, el nacido en Oaxaca, pero que lleva más de la mitad de su vida en Atlixco, tuvo que empezar de cero, iniciando en los trabajos más básicos hasta llegar a ser supervisor, aunque fue una vida que no le llenó, renunció a todo y desde hace siete años se dedica a tatuar, entre otros personajes, a futbolistas y peleadores de artes marciales mixtas.
A LOS 10 AÑOS SE HIZO SU PRIMER TATUAJE
El gusto por los tatuajes no fue repentino u obra de la casualidad para Amílcar Antonio, pues desde pequeño estuvo influenciado por familiares y amigos.
“Mi carrera empezó hace siete años en el medio del tatuaje y la modificación corporal. Yo creo que involucrado en este mundo siempre he estado, porque siempre tuve primos tatuados, amigos mayores tatuados, mi primer tatuaje fue como a los 10 años”, recordó.
Aunque vio la luz en Oaxaca, desde los 14 años radica en Atlixco, Puebla, a donde llegó junto a su madre luego de la separación de su padre.
“Nací en Oaxaca, pero ya tengo muchos años viviendo en Atlixco, tengo una hija de 14 años, yo llegué aquí porque la familia de mi mamá es de Casas
Grandes, Chihuahua, y la de mi papá es de Oaxaca, allí nací, pero al cumplir alrededor de 14 años mis papás se divorciaron y yo decido irme para cuidar a mi mamá y, por la familia de ella, llegamos a Puebla”, señaló.
Y si desde chico, el mundo de las modificaciones en la piel era lo que le gustaba, su padre lo encaminó para que el futbol se convirtiera en su actividad principal con la ilusión de llegar al profesionalismo.
“Mi papá toda mi vida me preparó para ser futbolista a pesar de que no era lo mío, al final de cuentas logré llegar a ser profesional, pero para mí era más un empleo que algo que me apasionara”, apuntó.
Viéndolo más como un trabajo que como una verdadera pasión y aprovechando sus cualidades, García se pudo meter al difícil entorno del balompié.
“Empecé jugando para la Universidad Cuauhtémoc en Tercera División, luego subí a Segunda, estaba en las dos categorías simultáneamente. Primero jugaba en La Libertad y luego ya me llevaba la van para ir a jugar a Atlixco. Una vez, cuando tenía 19 años aproximadamente, fuimos a jugar un amistoso a Coapa contra América y me vio Adrián Chávez, el Cuchillo Herrera y Juan Hernández, y me invitaron a quedarme desde ese partido, pero ya no se pudo por el registro, me estuvieron monitoreando para ver si esa vez no había sido un partido de suerte, vieron que no, que sí había algo en los botines y después ya me contrataron. Estuve un torneo en Coapa y luego formaron una filial que se llamó América Zapata, que estuvo en Morelos, me mandaron para allá, pero no funcionó, entonces después el profe Mario Trejo se fue para Coatzacoalcos en Primera A y me fui con él”, comentó.
De jugar en la colonia La Libertad pasó a estar en las Fuerzas Básicas de uno de los equipos más populares del país, y si bien su experiencia en el balompie nacional fue exprés, se hizo un hueco en la hoy conocida como Liga de Expansión.
En ese lapso valoró lo que el futbol le estaba dando, estabilidad económica a una corta edad.
“Yo cuando era muy niño siempre me apasionó el baile y las artes marciales, yo estaba más encaminado en eso que en el futbol, pero obviamente a todo le encuentras el cariño, le vas cogiendo amor y llegó un momento en el que yo sí lo veía como un empleo, pero sí me gustaba, sí quería seguir creciendo y sobre todo porque había mucha economía, a los 18 años eres un niño y que ganes lo que se gana en el futbol te saca de la realidad de la que estás viviendo y te hace querer más y en ese aspecto siempre quise seguir adelante, pero en el aspecto personal era sin ganas”, indicó.
ESTUVO PRESO ACUSADO DE TENTATIVA DE HOMICIDIO
Todo iba viento en popa, pero llegó 2007, el año que marcaría a Amílcar para siempre y que le pondría el mundo encima.
“Cuando vendieron a Coatzacoalcos a Guerreros de Tabasco, que posteriormente se convirtió en lo que hoy es Xolos de Tijuana, ya no me pude presentar porque tuve un problema grave en Puebla, estuve preso alrededor de un año y medio por una tentativa de homicidio y me revocaron el contrato, de ahí se vino un viacrucis terrible”, dijo.
Al participar en una riña, la persona con la que García tuvo el desencuentro resultó seriamente afectada, quedando en coma por más de dos semanas, por lo que fue acusado de tentativa de homicidio y posteriormente encarcelado.
“No es que haya querido matar a alguien, fue una riña y pues la verdad es que las cosas se salieron de control, la persona afectada estuvo 17 días en coma, no es que le haya pegado con una cadena o con un tubo, pero toda mi vida he hecho artes marciales y pue no es lo mismo que te pegue alguien que no tenga el conocimiento a alguien que sí lo tiene, de hecho después de la riña quien llamó la ambulancia y quien se esperó fui yo, si yo no llamo a la ambulancia igual y la persona se muere, pero bueno son cosas que te cambian la vida para mal y para bien a la vez, depende de cómo tengas la fiereza de salir adelante”, apuntó.
En el penal de San Miguel, en Puebla, y en el de Atlixco, fueron los sitios donde cumplió su condena, la cual le cortó de tajo su carrera como futbolista.
“Cuando eso sucedió yo ya no pude presentarme en ningún equipo, yo caí preso y automáticamente te separan y no entras en planes, porque ninguna institución te va a respaldar. Yo creo que si no me hubiese sucedió esto hubiera puesto un negocio después de mi carrera como jugador, no lo sé, también padecía mucho de las lesiones, así que no se si hubiera seguido jugando a costa de las lesiones. Cumplí mi condena primero en Puebla y de ahí me transfirieron para el penal de Atlixco. El poco dinero que guardé en mi carrera y una lana que me prestó mi mamá la usé para pagar mi conmutación y se me vino el mundo encima”.
“ANTES MUERTO QUE VOLVER A PISAR EL PENAL”
La cárcel sigue siendo la máxima pena que puede recibir cualquier persona, al menos en México, y de esto fue testigo el ahora tatuador, pues su sufrimiento comenzó desde el momento en el que fue recluido, una experiencia que lo tiene decidido a no volver a estar preso.
“Son experiencias que te marcan de por vida para mal, antes muerto que volver a pisar el penal, así lo puedo resumir, desde el primer día que llegué tuve que defenderme, porque me querían quitar los tenis y la ropa, tuve que meterme en problemas a cada rato, el tener que soportar olores y que tu familia tenga que soportar todo eso es de lo peor, yo por eso le decía a mi mamá que no quería que bajara a verme al patio y solamente en los locutorios, pues ahí un ratito y nada más, nunca permití que mi mamá pusiera un pie en el patio del cerezo, es duro y difícil; si para uno es duro, imagínate para una mamá”, recordó.
DE CARGADOR A TRABAJAR EN GRUPO MODELO
Una vez cumplió su condena, García tuvo que empezar de cero, sin carrera futbolística, ni dinero y con una escolaridad tan limitada que lo orilló a apostar por trabajos básicos como repartidor o cargador.
“Pasé por diferentes empleos, ahí es dónde radica la problemática del futbolista que no se prepara, hablemos de nivel educacional, yo solamente tengo terminada la secundaria, la preparatoria ya no la quise terminar faltando muy poco, la verdad ya no la quise terminar y pues al no tener la escolaridad suficiente para un buen empleo tuve que hacer de vendedor, de cargador, de repartidor”, comentó.
Pero su fiereza sustituyó su falta de preparación académica y pudo ganarse a pulso la oportunidad de ser contratado como supervisor.
“Se me abrió la oportunidad de supervisor, me puse a estudiar en Grupo Modelo y se me dio la oportunidad de entrar, de ahí califiqué para un grupo que se le llama hunter en auditoria y trabajé en toda la zona sur desde Puebla hasta Morelos”, dijo.
RENUNCIÓ A TODO POR SU SUEÑO
Cuando parecía que por fin había encontrado la estabilidad en su vida, su inquietud por desarrollarse en lo que verdaderamente siempre fue su pasión, lo llevó a renunciar a su trabajo y con el finiquito que recibió se arriesgó al emprendimiento y abrió su primer estudio de tatuaje.
“Como hunter estuve tres años y en ese lapso yo hacia el tatuaje como hobby, como recreación, hasta que mi mamá me dijo que me notaba que iba enojado y como triste, sin ganas, que ese empleo me estaba matando y que por qué no lo dejaba, en ese momento renuncié, me armé de valor, fui por mi finiquito y con eso compré mi primer equipo, le dejé una lana a la que en ese entonces era mi esposa y me empecé a aventurar en este
mundo del tatuaje, tengo siete años sin vacaciones, siete años chingándole diario y gracias a Dios estoy logrando eso por lo que tanto he luchado”, agregó.
ALUSTIZA, SU PRIMER FUTBOLISTA TATUADO
En sus primeros pasos como tatuador, se le cruzó en el camino Diego Vera, a quien conoció en su etapa de jugador profesional y con quien se reencontró en un partido amateur, se convirtieron en socios para abrir el estudio Brotherhood, que ofrece sus servicios en la capital poblana.
“Es algo que le agradezco a la vida y a mis amistades, porque antes de generar dinero siempre he buscado generar un vínculo, una amistad, y empecé con Diego Vera, que es hijo de Héctor Vera, quien en su momento fue contador del Puebla. Ahorita es mi socio en el estudio Brotherhood, anteriormente los dos fuimos futbolistas, ya teníamos la amistad, pero nos reencontramos en una liga municipal de futbol, le compuse unos tatuajes y ahí comenzamos la relación laboral”, expuso.
Vera no sólo fue con quien se asoció, también se convirtió en su llave para regresar a un mundo que él creía cerrado, el del futbol profesional, y si bien ya no lo hizo como jugador, sí se volvió a involucrar pero ahora como tatuador.
De cara al Clausura 2014, el Puebla estuvo hospedado en el hotel Luna Canela, en Atlixco, como parte de su pretemporada y fue ahí donde Amílcar hizo su estreno como el tatuador de los futbolistas, gracias al vínculo que logró con Vera y Nicolás Ruvalcaba, entonces defensor camotero, lo que le permitió llegar al que en ese momento era la figura del equipo, el argentino Matías Alustiza.
“Un día, a Diego lo contactó Nico Ruvalcaba y me llevaron
a una concentración en el Luna Canela y ahí tatué a Carlos Guzmán, a (Luis) Noriega y también a Mati Alustiza. Esa fue una tarde de mucha presión para mí, pero a la vez de mucha emoción, porque a pesar de que yo estuve involucrado en el futbol porque lo jugué muchos años, no es lo mismo a que vayas como conocido a que lo hagas con la responsabilidad de tatuar a alguien. Afortunadamente todo salió muy bien y así fue cómo empezó la relación con los futbolistas, y a partir de ahí me han buscado de diferentes equipos y deportes, y he tenido la oportunidad de viajar a diferentes lugares para ir a tatuar”, mencionó.
TIENE PLANEADO TATUAR AL ‘TECO’ QUIÑONES
Desde entonces, jugadores nacionales y extranjeros le han confiado su piel, aunque también su cercanía a las artes marciales mixtas le dio acceso a peleadores destacados de la UFC.
“He tatuado al Tsunami Morales, a los brasileños Diego Lopes y Alessandro Costa, a Carlos Messi Cañada, con Marco Beltrán, sí han sido varios, y ahora va a venir a tatuarse el Pantera Guerrero, tengo planes de ir con Teco Quiñones.
TATUAJE DE 11 HORAS, EL MÁS COMPLICADO
La lista de futbolistas también es extensa comenzando por el poblano César Cercado, hoy en Coyotes de Tlaxcala, o José Clemente, Christian Hobbit Bermúdez, Flavio Santos, Daniel Zamora. Sus clientes foráneos han sido el uruguayo Robert Herrera, el peruano Beto Da Silva, el brasileño Yago Da Silva, el hondureño Michaell Chirinos, los argentinos Martín Paciullo y Gabriel Esparza, aunque el que más le ha quedado grabado ha sido el del charrúa Ramón Cachila Arias, con quien tardó 11 horas para completar su pedido.
“Todos tienen su grado de dificultad, con todos de cierta manera he aprendido mucho, para mi todos los tatuajes han tenido cierto grado de dificultad, los más grandes son los más complejos en cuestión de tiempo y fatiga. El de Gabriel Esparza fue de media espalda, lo hice en siete horas, y el de Cachila Arias fue de espalda completa y me llevó 11 horas en una sesión. También el de Beto Da Silva, que le hice el pecho completo, me aventé bástate tiempo, fueron como ocho o nueve horas”, dijo.
CONVERTIDO EN ROCKSTAR
Aunque hay quienes lo hacen por moda, Amílcar sabe que cada tatuaje representa un significado diferente para cada persona, como en su caso que ha perdido la cuenta de cuántos tiene, pero cada uno inmortaliza algún momento de su vida.
“Cada tatuaje representa un significado diferente para cada quien, algunos se los hacen sólo por moda, pero para otros es para inmortalizar algún momento de su vida. Por ejemplo, los tatuajes a Matías Alustiza fueron una virgen de Guadalupe, unas rosas, un balón, el nombre de su papá, le hice unos relojes en los bíceps con el nombre de sus niños y las horas en que nacieron, le hice uno de su hija Lupita, que en paz descanse”, recordó.
Justamente esa importancia que significa cada diseño, es lo que lo hace valorar la confianza que le han brindado sus clientes, aunque no se desentiende de la imagen que se le ha asignado a los tatuadores en la actualidad, los cuales ya son incluso considerados como rockstars.
“Es satisfactorio hacer lo que te gusta y que encima recibas una remuneración que para muchos podría ser un sueño porque ¿a quién le pagan por hacer lo que les gusta?, pues a deportistas, disfrutan y les apasiona lo que hacen, a nosotros los tatuadores nos tocó la dicha de disfrutar y que nos paguen, aparte las cosas han cambiado tanto que ahora el tatuador se está convirtiendo en un rockstar, a donde quiera que va es tratado como una estrella y eso es súper acogedor para nosotros porque a donde vayamos pues nos tratan súper bien”, comentó.