En 40 años de carrera, el maestro Centella de Oro nunca había tenido una lucha tan difícil como la que vivió contra la COVID-19 que lo tuvo contra las cuerdas, pero su estirpe de gladiador le ayudó a salir adelante, a hacerle una contrallave a la enfermedad que lo hizo ver de cerca la muerte.
A más de un año de distancia de su contagio, prácticamente puede hacer su vida con normalidad, sigue dando cátedra en los cuadriláteros, atiende su gimnasio al norte de la ciudad, aunque también aqueja secuelas que le dejó el padecimiento.
Su lona recorrida le permite ser uno de los luchadores más respetados del pancracio poblano, quedando muy atrás su interés en la actuación, pues él quería convertirse en estrella de televisión e incluso llegó a participar en algunos comerciales, pero ahora su único escenario es el cuadrilátero.
PERDIÓ 22 KILOS Y ESTUVO MES Y MEDIO EN CAMA
El experimentado luchador relató a Crónica Puebla lo que vivió en marzo de 2020, cuando le fue detectado el virus y comenzó a presentar síntomas que se fueron intensificando a tal punto que lo llevaron a estar mes y medio en cama y a perder 22 kilos de peso.
“Mi contagio fue en la primera ola de la pandemia. Tú dices que es una gripa normal, pero pasan los días y además de la gripa te da diarrea, empiezas con cansancio, sin ganas de hacer nada, la falta de olfato y del gusto y las temperaturas fuertes, ya cuando el médico me consultó me dijo que era COVID. Al transcurso de tres días se fue incrementado la falta de respiración y no comía, pesaba 87 kilos de los cuales al mes ya pesaba 65 kilos, estuve como mes y medio en cama, sí fue fuerte porque la respiración se me iba”, dijo.
“ME DESPEDÍA TODOS LOS DÍAS DE MI FAMILIA”
Además de los malestares y el riesgo de perder la vida, uno de los golpes más duros que genera el coronavirus es el aislamiento, algo que el luchador poblano sufrió en carne propia, pues
solo podía tener contacto visual con su familia e incluso, víctima de la desesperanza, cada noche se despedía de sus hijas y esposa.
“Después de esas semanas complicadas valoras muchas cosas, a la familia, mis hijas que querían abrazarme y no podían, tenían que estar separadas de mí, de lejitos a unos diez metros me decían adiós. Cuando me faltaba la respiración y no sabía si iba o no a respirar al otro día, o si ya no vas a estar vivo, era despedirme todos los días de mi familia de lejitos, fue una situación horrible y ojalá nunca vuelva a pasar, también aprendí a valorar a los amigos porque realmente te das cuenta de amigos que de los que menos piensas son lo que están más contigo”, apuntó.
LA LUCHA LIBRE LE SALVÓ LA VIDA
Mientras estuvo convaleciente, le plantearon la posibilidad de que fuera internado en un hospital para recibir un mejor cuidado; sin embargo, él se negó por el temor de que tuviera que ser intubado y su estado se viera aún más afectado.
“Me decían que me fuera al hospital, pero dije que no porque si me intubaban ya no salía, la situación era que quería que en mi casa pasara lo que tenía que pasar, si es que iba a pasar, y gracias a dios me salvé”, señaló.
Y si él le ha entregado su vida a la lucha libre durante los últimos 40 años, doña Lucha le ayudó a seguir adelante pues la fortaleza física y pulmonar que ha desarrollado gracias a su actividad fue lo que le permitió resistir a la enfermedad.
“Lo que me ayudó fue el deporte, porque tengo los pulmones fuertes, tengo más de 40 años en la lucha libre y aparte del trabajo físico aeróbico que es mi trabajo, me pagan y lo disfruto, entonces siempre le voy a estar agradecido”, precisó.
PROBLEMAS RENALES Y GÁSTRICOS, LAS SECUELAS
La resistencia de su cuerpo y el apoyo de su familia le permitieron librar este mal, aunque poco tiempo después de haberse recuperado presentó secuelas sobre todo a nivel gástrico y renal, con reflujos y dolores en los riñones.
“Después de la COVID las secuelas que tuve fueron en el riñón, me dolía cañón, la pipí era amarillo y con ardor. Otra secuela que me quedó fue el reflujo gástrico, porque eso no lo tenía, son secuelas que te quedan, además de un poco de tos y gripa de repente”, recordó.
Ya con el alta médica, Centella de Oro se llenó de energía y buscó hacer su rehabilitación con buena actitud acatando los ejercicios y terapias que le recomendaron, además de mantener un buen régimen alimenticio y retomar el ejercicio.
“Después de que el médico me dio de alta dije que había que echarle ganas, porque es mi trabajo estar bien físicamente, después de la enfermedad estuve tres meses en casa y ahí hacia mis ejercicios de respiración, compré globos, hacia respiraciones como me dijo el médico para fortalecer mis pulmones, tomaba mis baños de sol, empezamos a hacer ejercicio, comer bien, volver con mi rutina que llevaba siempre y recuperé mis 87 kilos, entrenaba mañana, tarde y noche, mis alimentaciones era de cinco a siete por día, y eso me ha ayudado mucho para mantenerme en forma”, explicó.
DE LA TELEVISIÓN A LOS CUADRILÁTEROS
Antes de conocer el deporte de los costalazos y el fitness, el sueño de Luis Madrid Polanca (su nombre real) era convertirse en una estrella de televisión, algo que pudo hacer realidad cuando tenía 21 años tras participar en diversos videos y comerciales.
El propio maestro de pancracio en la Angelópolis contó que si bien desde la adolescencia la halterofilia formó parte de su día a día, convirtiéndola en un estilo de vida que hasta la fecha sigue llevando, de no dedicarse al deporte hubiese querido ser actor, ya que siempre fue de su interés y llegó a participar en comerciales de televisión gracias a Gerardo Macfarland, exjugador del Puebla y actual coaching al que siempre le guardará un profundo agradecimiento por permitirle cumplir su sueño.
“De no haber sido luchador habría sido actor, a mi me gusta mucho la televisión, pude incursionar en ese medio gracias a alguien que le tengo mucho cariño como Gerardo Macfarland, porque cuando yo tenía 21 años me llevó a hacer videos, comerciales de cremas reductivas y de ejercicios”, indicó.
DE PERDER LA MÁSCARA A SER DE LOS GUAPOS
Su historia como luchador tiene muchos momentos destacados, pero dos en los que él se centra son cuando perdió la máscara ante una leyenda del pancracio poblano, como lo fue Tarahumara, lo que fue un parteaguas porque a partir de ahí pudo dar el salto a la Universidad de los Guapos, un clan que echó a andar el afamado Shocker hace dos décadas.
“Mi papá luchaba como Chico Madrid, peor yo no utilicé ese nombre y mis primeras luchas aparecí como el Código hasta que Saeta Negra me invitó a formar una tercia como los Centellas de Oro, al final me quedé con el nombre y hasta la fecha sigo luchando así. De los momentos más destacados fue cuando perdí la máscara contra Tarahumara, porque tuve buena aceptación del público y en una función me vio Shocker y me invitó a la Universidad de los Guapos, fui de la primera generación y me iba a la Arena México a entrenar con ellos, pero no pude estar mucho tiempo y me regresé a Puebla”, recordó.
SIGAN CUIDÁNDOSE
A más de un año de su padecimiento, Centella de Oro ha retomado la normalidad de su vida, el ring sigue siendo su escenario y el gimnasio su templo, pues todos los días ayuda e incentiva a jóvenes a ejercitarse y a hacer conciencia sobre los cuidados que necesita su cuerpo para afrontar la pandemia.
“Yo les recomendaría que se siguieran cuidando, que no se confíen sólo en las vacunas, que coman bien, que coman cosas sanas, la COVID es un bichito que se impregna más en las personas que tienen principalmente diabetes, que hagan su cuerpo alcalino para que lo rechacen y usen cubrebocas para que realmente si la persona que este a lado de ti no se cuida tú te cuides y sobre todo a tu familia”, dijo.