Escrito por Mario Riestra, Leyendas enfranjadas contiene un acercamiento a figuras históricas del Club Puebla. El autor comparte algunas de ellas aquí.
La infancia de Ricardo está marcada por la Revolución de 1910, en particular por la invasión estadounidense de 1914. Sin embargo, Veracruz es un estado bastante futbolero, así que Ricardo encuentra el espacio para patear sus primeros balones y desarrollar sus habilidades como delantero en varios equipos amateur. Eso sí, siempre trabajando en algo más, pues en aquella época nadie vive sólo del futbol.
En la segunda mitad de la década de los treinta se integra al Moctezuma de Orizaba, equipo fundado en 1932 por los trabajadores del sindicato de la cervecería del mismo nombre y que juega en la Liga Veracruzana hasta 1940, cuando pasa a formar parte de la liga amateur nacional. En 1943 disputa el primer campeonato de la era profesional. Ricardo anota sólo dos goles, pero en la siguiente campaña afina el cañón y se destapa con ¡diecisiete!, uno de ellos ante su futuro equipo.
Esos números llevan a la directiva camotera a ficharlo. Las expectativas de la afición crecen como la espuma cuando, en su partido de debut, Ricardo clava dos tantos en una de las mayores goleadas en la historia del club (8-0 al Marte). El delantero no decepciona y se convierte en el hombre récord del equipo, honor que mantiene hasta hoy en varios rubros.
Para empezar, es el máximo anotador de la historia camotera en partidos oficia les (92, empatado con “Búfalo” Poblete) y, en solitario, el que más dianas ha conseguido en liga (rompe 87 veces las redes del rival). Es el primer jugador en anotar cuatro goles en un mismo partido (contra su antiguo equipo, el Moctezuma) y, más impresionante, en hacerlo en dos partidos la misma temporada (frente al España, la segunda vez). Tal vez su número de la suerte, es el único camotero que ha anotado cuatro goles en países distintos, al Club Sula (Honduras) y al Ambato (Ecuador), ambos en 1949.
De las cinco temporadas que milita en el Puebla, en tres resulta su máximo goleador. En la primera, 1945- 1946, con la friolera de ¡veinticinco goles! (récord vigente 43 años, hasta que “Mortero” Aravena lo rompe). En la siguiente cede el lugar de honor a su principal socio en la delantera, el argentino Emilio Baldonedo. Repite el logro en la tercera y quinta campañas (19 y 21 goles, respectivamente). En la última, 1949-1950, les anota a todos los equipos de la liga, salvo el Moctezuma. Su última anotación fue el 21 de mayo de 1950, ante su futuro equipo, el Veracruz. En los Tiburones Rojos su hambre de gol y sus capacidades no disminuyen. Así, al terminar su carrera acumula ¡más de 110 anotaciones!
A pesar de todas sus conquistas y honores, Ricardo siempre se mantuvo humilde y con los pies en la tierra. En todos sus años en la Franja, al terminar los entrenamientos, él seguía con su jornada laboral detrás del volante de un taxi. Después de retirarse, regresa a Puebla, donde vive en un barrio popular y donde entrena equipos amateur, sobre todo de obreros. Todo un ejemplo de talento, calidez y sencillez. Un grande.