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GUILLERMO PACHECO PULIDO
Ciudad de Praga, capital de la República Checa, fue fundada en el siglo IX y se convirtió en el corazón del Reino de Bohemia. Ha sido un centro cultural, político y económico de Europa Central durante siglos.
Fue Praga la residencia del emperador Sacro en el Imperio Romano Germano, como Carlos IV, quien transformó la ciudad en una joya arquitectónica
medieval.
Su patrimonio arquitectónico se integra con:
1. Castillo de Praga, el castillo más grande del mundo, el cual alberga la Catedral de San Vito, en donde se coronaba a los reyes de Bohemia.
2. Puente de Carlos.
3. El reloj astronómico, situado en la plaza de la Ciudad vieja, es uno de los relojes astronómicos más antiguos en funcionamiento (desde 1410).
4. Cultura y arte. Es conocida como la Ciudad de las 100 torres, de iglesias y edificios históricos.
5. Famosos compositores como Wolfgang Amadeus Mozart y Antonio Salieri estuvieron relacionados con la ciudad.
6. Nació ahí el abogado Franz Kafka, escritor bohemio influyente en la literatura universal con su filosofía denominada de los diversos libros que
escribió.
Su estilo es inconfundible con los temas que hablan de la angustia existencial, la burocracia agresiva y la relación del individuo con la sociedad.
Se dice que hay absurdos o carencia de lógica en sus novelas.
Fue pionero en la mezcla del realismo y lo fantástico. Su museo se visita en Malá Strana.
7. Lo visitan millones de personas.
8. La Universidad Carolina fue construida en 1348; importante centro académico, una de las más antiguas de
Europa.
9. Alimentos goulask y el svicková (carne de res con salsa cremosa), muy
recomendados.
Todo lo anterior hace venir a nuestro recuerdo un gran ejemplo denominado La Revolución de Terciopelo, de Václav Havel, quien fue presidente de la República Checa y héroe de dicho movimiento social.
Juan María Alponte, en su libro “Historias de la Tierra”, nos habla con sabiduría de Václav Havel y La Revolución de Terciopelo que, a mi entender, constituyó un grandioso ejemplo para enfrentar y resolver realmente problemas sociales. Revolución posterior denominada “La Primavera de Mayo”.
La Revolución de Terciopelo, así denominada por la propia población, es el nombre que se da a la transición pacífica de Checoslovaquia del régimen comunista a un sistema democrático en 1989.
Es el término que refleja la naturaleza no violenta del proceso que estuvo marcado por protestas pacíficas, negociaciones y el consenso entre el régimen comunista y los líderes del movimiento democrático.
Václav Havel, un reconocido dramaturgo disidente y activista por los derechos humanos, tuvo un papel fundamental en este cambio y fue elegido presidente de Checoslovaquia tras el éxito de la revolución.
El término terciopelo hace referencia a algo suave, sin violencia, en comparación con otras transiciones más violentas en la Europa del Este.
Se dice también que el término, que hace referencia a la no violencia, lo acuñó Rita Klimová, quien junto a Václav Havel participó en el movimiento que logró la separación de China y Eslovaquia sin derramar sangre.
Con dicha revolución se dio lugar a la caída del gobierno socialista en Checoslovaquia.
Estuvo en prisión por defender los derechos ciudadanos, sus convicciones de paz y libertad.
Fue un hombre de compromiso; además, como señaló Jorge Luis Borges: “Entre las cosas, hay una de la que no se arrepiente nadie; esa cosa es la de haber sido valiente”.
Václav Havel nos enseñó con su historia libertaria que hay periodos en la vida en que se arriesga: esa es la más grande sabiduría.
Václav Havel, quien condujo la lucha pacífica contra la opresión, fue el líder que tuvo el compromiso de luchar con los principios de la no violencia, el diálogo y los derechos humanos, evitando el derramamiento de sangre.
La obra literaria de Václav Havel es importante para entender su actitud en la forma de dirigir o gobernar a una
población.
Václav Havel cumplió y realizó en el desempeño de su encargo una obra extraordinaria: convertir la ira en
terciopelo.
Su conducta y obra literaria defendieron “el poder de los sin poder”.
Fue el más grande presidente del siglo XV. Tenía la fuerza humana para reflexionar con la razón de la humanidad.
Considerado como un excepcional humanista, se recuerda que al recibir el título de doctor honoris causa dijo, entre otros conceptos:
“Este no es el primer grado honorífico que se me otorga, pero, al igual que los anteriores, lo acepto con un íntimo sentido de vergüenza… Confieso que mi autoestima no es mucha y por tanto acepto este doctorado como un obsequio extraño y con una sensación de asombro. En realidad, no me sorprendería nada que en este mismo momento apareciera un caballero que me arrebatara el pergamino que acabo de recibir, me tomara por el cuello y me echara de este recinto sin miramientos, diciéndome que toda la ceremonia ha sido producto de un error agravado por mi desfachatez”.
“Me asalta una vaga sensación de culpabilidad, como si el mero hecho de mi existencia fuera una especie de pecado… En cualquier situación en que me encuentre, de lo primero que me percato es de sus aspectos absurdos… La verdadera razón por la cual siempre estoy organizando algo, creando algo, es para volver a justificar mi derecho a vivir, un derecho sobre el que siempre tengo dudas”.
“Con todo derecho ustedes se podrán preguntar, ¿cómo es que alguien que piensa como yo pueda ser presidente de su país? Es una paradoja, pero debo de admitir que, si me desempeño mejor que muchos otros que podrían ocupar el cargo, ello se debe justamente a que en el origen profundo de mis acciones se encuentra siempre la duda del derecho que tengo para ocupar este puesto”.
Concluyó su discurso diciendo:
“Una vez más, les doy a ustedes las gracias por el honor que me han conferido, y me da vergüenza repetir que lo acepto con un sentimiento de vergüenza”.