Guillermo Pacheco Pulido
Hay tiempos como los de hoy en todo el mundo, en que lo que ocurre parece que se repetirá todos los días. Cada mañana un reto. En especial, para las nuevas generaciones, las que tendrán que buscar sólidas respuestas y firmes razonamientos para los cuestionamientos que están surgiendo y transformando e inquietando al ser humano.
Un país que tuvo que construir su historia a través de la participación de su gente, de sus patriotas, que supo dar respuestas válidas y razonadas a las nuevas generaciones –y tal parece que ello requiere México– fue la inmortal Francia, la que un 14 de julio inició su Revolución construyendo los caminos humanitarios de libertad, igualdad y fraternidad, principios que deben convertir en solidarios a hombres y mujeres para que esas ideas sean permanentes en la convivencia social.
Muchas definiciones hay sobre el concepto “Revolución”. El mismo Napoleón Bonaparte decía que “la revolución no se hace por pequeñeces, pero nace por pequeñeces” y que “nunca hay una revolución social sin terror”.
En esos movimientos sociales suceden muchos y variados acontecimientos, múltiples ideas convergen y multitud de hombres y mujeres participan; y todo ello no se puede narrar en un artículo periodístico.
Para tocar, entender e interpretar este tipo de temas, al leerse, al analizarse con amplitud, debe tomarse en consideración que siempre hay pluralidad sana de opiniones, de aspectos culturales diversos, hechos históricos aceptados o criticados o negados, pero lo válido en cualquier circunstancia reside en colocarse en los reales tiempos de los acontecimientos.
Así podríamos decir que la Revolución Francesa, como movimiento político y cultural, surge el 14 de julio de 1789 con la toma de la Bastilla. Algunos autores dicen que debe considerarse su nacimiento a partir de que se proclamara la existencia del Tercer Estado (campesinos, burgueses medios, artesanos), como asamblea nacional en 1789 y que la Revolución concluye con el golpe de Estado de Napoleón Bonaparte en 1799, al surgir el consulado.
Encontramos que en épocas anteriores al inicio de la Revolución, efectivamente, se iban generando acontecimientos que le dieron origen: hay que observar que el rey Luis XIII tenía un cardenal de nombre Richelieu que ejercía realmente el cargo de monarca. Muy inteligente, intervenía en todas las decisiones del soberano, que conducía a las tropas en múltiples batallas, cuya vida es interesante observar. Fue suplido por el cardenal Mazarimo que, por ser de origen italiano, no se le veía con simpatía.
El rey Luis XIV, menor de edad, era conducido por su madre, Ana de Austria, que ejerció la regencia por la muerte del rey.
A Luis XIV se le conoció como el Rey Sol y alguna ocasión dijo: el Estado soy yo, dada la fuerza de la monarquía absoluta.
Fueron monarquías que vivían en guerras, que generaban altos gastos en perjuicio del erario, aumentando la miseria de la población, al igual que el reinado de Luis XV.
La corte francesa servía de modelo en cuanto a costumbres, ropa, pelucas, bailes, a las cortes europeas, llegándose hasta a obligar, en otras monarquías, a hablar francés como idioma de elegancia. Era lo que se denominó la plenitud del absolutismo. Épocas en la que a los miserables económicamente -que era la gran mayoría de la población– se le denominó los sans-coulottes (sin calzón).
Previo al inicio de la Revolución, intelectuales franceses preocupados por la incultura de la población hicieron surgir un documento que sí tuvo efectos inspiradores a favor del movimiento. Dicho documento fue la Enciclopedia o Diccionario razonado de las ciencias, las artes y los oficios en 17 tomos, editado entre 1751 y 1772 por Denis Diderot y Jean le Rond D’Alembert.
En este diccionario se buscó recolectar todo el saber de la Ilustración para desarrollar el progreso humano y científico de la época, a pesar que se vivía una época de represión y censura propia del despotismo ilustrado, condiciones que también dieron origen a la Revolución Francesa.
Se reconoce que el diccionario “es un mapa del saber, una historia para la memoria, una ciencia para la filosofía, una teología para la razón, y una literatura para la imaginación” (Dietrich Schwanitz).
Todos los que participaron en su redacción y dirección, fueron gente preparada y capaz, dirigida por Voltaire (Francois Arouet) y encabezada por Denis Diderot y Jean D’Alembert. Este documento influyó en la cultura europea y se considera una de las grandes obras del siglo XVIII, escrito para todos los tiempos.
Otro hecho que, de una u otra forma, genera la Revolución Francesa, es que Francia gastó mucho dinero para apoyar a los integrantes de las trece colonias norteamericanas en su lucha para obtener su independencia de Inglaterra (1786).
A la ausencia de dinero en Francia, se agrega que la nobleza –principalmente– no pagaba impuestos, además que fueron malos años agrícolas y el pueblo carecía de dinero, lo que hizo aumentar el hambre y la pobreza, así como la inconformidad del pueblo contra el rey Luis XVI. Esto influyó en las perspectivas de la Revolución ante la falta de ingresos.
El rey declara la quiebra del Estado y en 1788 convoca a los Estados Generales (antiguo parlamento) que desde 1614 no habían sido llamados, y que se integraban por representantes de la nobleza, de la iglesia, y del pueblo.
Su fin era sólo la autorización para aumentar impuestos, situación que también fue desfavorable al rey.
El 5 de mayo de 1789, se reunió la Asamblea Nacional, situación que molesta al rey por los acuerdos tomados, y ordena a las tropas que rodeen París. De esto se entera el periodista Camille Desmoulins, que estaba en un café, y subido en una mesa convoca al pueblo a tomar las armas.
La gente se colocó escarapelas (botones) de color azul, blanco y rojo y se lanza a asaltar armerías reales, y otros se trasladan a la fortaleza de la Bastilla donde obtienen algunas armas. Otro periodista, Jean Paul Marat, deja libres a los campesinos de las mazmorras, dando fin al feudalismo en Francia, principal causa de la Revolución.
Todo ello es una veloz secuencia pletórica de acontecimientos propios de una Revolución.
El 27 de agosto de 1789, la Asamblea adoptó el texto de la Declaración de los Derechos del Hombre y Ciudadano, propuestos por Lafayette, con los que se respeta la dignidad, libertad e igualdad.
Más adelante, en 1791, la Asamblea emite la Constitución de Francia y crea la Monarquía Parlamentaria, y por reforma a la Constitución se crea la primera República francesa el 27 de septiembre de 1792.
Luis XVI es guillotinado en la Plaza de la Revolución, hoy Plaza de la Concordia, el 21 de enero de 1793 y en el cadalso dijo “pueblo, muero inocente”.
La Revolución transformó a las instituciones francesas del antiguo régimen, y creó el Senado, el Consulado y la Prefectura. La monarquía absoluta pasa a monarquía constitucional y desaparecen los esclavos y los súbditos, jurídicamente, y surgen los ciudadanos.
La Revolución marca el inicio de la edad contemporánea, establece la democracia, la soberanía popular, la República, la teoría efectiva de la división del poder público.
Escriben La Historia, entre otros, Diderot, Mirabeau, Abate Sieyes, Georges Danton, Maximilien Robespierre, D’Alembert, Voltaire (Francois Arouet).
Como toda Revolución, decíamos, tiene aspectos e historias positivas y negativas. La Convención en 1795 reforma la Constitución similar a la de los Estados Unidos de Norteamérica, lo que provoca insurrecciones del pueblo y a fin de controlar a la gente se encomienda a Napoleón Bonaparte enfrentarse a ella. En esta tapa termina el directorio sus funciones a través de un golpe de Estado de Napoleón, y surge el Consulado, siendo primer cónsul Napoleón. Con ello, en noviembre de 1799 propiamente concluye el proceso de la Revolución Francesa.
Agregamos que en 1804 Napoleón entregó a Francia su código de Napoleón o código civil de Napoleón para transformar el mundo jurídico, pudiendo señalar que con los ajustes correspondientes históricos y paso del tiempo dicho código en sustancia está vigente, así como su esencia y espíritu en muchas partes del mundo.
Desde luego que Francia es un país con una gran historia a través de todas sus épocas y sus tiempos. Y es base para conocer y adentrarse en los momentos actuales de nuestras instituciones que se crean para lograr la paz y el desarrollo de los integrantes de la comunidad, así como afianzar los ideales de libertad y felicidad a que aspiramos los seres humanos.
Por ejemplo, la filosofía francesa perfila el pensamiento hacia esos horizontes en donde se fortalezca la dignidad de la persona.
Ahí están René Descartes, Voltaire, Bergson, entre otros pensadores, escritores y poetas como Víctor Hugo, Baudelaire, Rimbaud, Jean Paul Sartre, Albert Camus, Michel Foucault.
También están las obras de teatro de Racine, de Corneile, de Moliere. La compañía de teatro de este último fue fusionada por orden de Luis XIV a otras, y de esta suma surgió la Comedia Francesa, que sigue actualmente funcionando.
Vale la pena recordar la pintura realizada por Eugene Delacroix que se titula “La Libertad guiando al pueblo”: una joven mujer llamada Marianne, con la bandera francesa al frente del grupo revolucionario.
Nuestro tributo a la Revolución Francesa, a las mujeres y hombres que hicieron su historia, nuestro reconocimiento a ellos que con su idea de libertad e igualdad dominan el andar de todos los tiempos.
Los franceses nos demostraron que las soluciones no se encuentran en construcciones ideológicas o en concepciones doctrinales, sino en la actitud razonada y la voluntad convincente de suprimir la miseria, la pobreza y las discriminaciones, a fin de darles felicidad a las mujeres y a los hombres del mundo.
En homenaje a los franceses, podemos con ellos entonar La Marsellesa, que dice: “Marchemos, hijos de la Patria, que ha llegado el día de gloria”.