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Con el paso de los días y tras los datos que reveló la Fiscalía General del Estado, se afianzan tanto la investigación como los elementos que han permitido judicializar el caso del terrible asesinato de la penalista y activista Cecilia Monzón Pérez. Al ser un asunto de interés tan público y que golpea tan fuerte a la sociedad, algunos tienen su particular visión de éste, pero lo cierto es que cada nuevo indicio fortalece el trabajo de la FGE, encabezada por Gilberto Higuera Bernal.
Hay ya tres de los cuatro presuntos responsables en proceso y capturados.
También nos hemos venido enterando de que el presunto autor material, Javier N., tenía antecedentes de grave violencia familiar.
Otra de sus exparejas, con quien estuvo 20 años y tiene tres hijas, lo había denunciado.
En un video que grabó, previendo que algo le podía ocurrir, narra una terrible historia de vejaciones, golpes y amenazas.
Avianet Méndez también temía por su vida.
En el material audiovisual que se dio a conocer en las últimas horas, ella describe al excandidato del PRI al gobierno de Puebla como un personaje violento y agresivo.
Igualmente se sabe que Javier N. también trató de intimidar a la hermana de Cecilia, la abogada Helena Monzón, quien encabeza la exigencia de justicia.
Lo hizo en los días en que todavía la investigación no arrojaba los resultados que hoy conocemos.
Cecilia ya había sido asesinada.
Y su presunto ejecutor intelectual todavía intentó abusar de ella y su familia.
Se acaban los adjetivos, de verdad, ante tanta impudicia y crueldad.
A través de sus abogados o representantes o emisarios, Javier N. exigió a Helena Monzón tres condiciones a cambio de renunciar a la custodia del menor que procreó con Cecilia.
Una pinta la gravedad del caso y la conducta del presunto asesino intelectual.
“Una de ellas era limpiar su imagen y declarar públicamente que mi hermana y él tenían una relación estable”, reveló Helena en entrevista con Adela Micha este miércoles.
La misma Helena, entrevistada el martes por Joaquín López-Dóriga –ella ha preferido los medios nacionales para transmitir sus posturas–, reconoció el trabajo de la Fiscalía.
Aunque recalcó que falta la captura de quien presuntamente efectuó los seis disparos con la pistola Pietro Beretta 9 milímetros, que extinguieron la vida de la joven abogada de 38 años.
Los nuevos datos están contribuyendo, con claridad, a despejar las genuinas dudas que se generan en torno al caso.
También la legítima exigencia de justicia irá desnudando los artificiales intereses que buscan, sin escrúpulos, llevar al terreno político este lamentable suceso.
Hasta hoy se ha avanzado sin titubeos, a pesar de lo sensible del tema, uno que retrata de cuerpo entero a cierto sector de la clase política poblana, que no ha sabido manejar el poder y su hermana gemela, la soberbia.
La investigación de la FGE para el esclarecimiento del asesinato ha permitido judicializar finalmente el expediente.
De manera pronta y expedita.
Ahora, la institución deberá actuar con la misma claridad para sostener su indagatoria y comprobarla ante el Poder Judicial.
Es un caso abominable y perverso.
Y las preguntas van a permanecer en el aire.
¿Qué le sabía Cecilia Monzón a Javier N., y qué tan grave era para que éste, en su locura y estupidez, haya planeado y ordenado su ejecución?
¿Tenía ella documentos u evidencias sobre supuestas propiedades mal habidas o pruebas sobre las presuntas conductas delictivas de él?
¿Le sabía otros crímenes?
¿Algún indecible negocio?
Y es que si bien una demanda por pensión alimenticia no es tema menor, suena insuficiente como móvil o como móvil principal.
¿Cuál es la razón profunda de este ruin feminicidio?
Lo indiscutible, más allá de dudas razonables o las malas intenciones, es que se avanza.
Y conforme pasen los días, las semanas, los menes, sin duda iremos sabiendo más.