Garganta Profunda
Arturo Luna Silva
[email protected] / Twitter: @ALunaSilva
Lejos de los deseos en Puebla de panistas, priístas y perredistas, de conformar una gran alianza opositora, las cosas no pintan nada bien. Sus signos vitales no la ubican en terapia intensiva, sino más cerca de recibir la extra unción. El PRI está cada día más cerca de Morena y, aunque el alcalde capitalino, Eduardo Rivera Pérez, es un perfil muy competitivo para 2024, la coalición apunta al naufragio. Las señales de Dios, de las que habló Lalo en su informe, podrían no llegar.
La decisión sobre una alianza en Puebla la tomarán exclusivamente las dirigencias nacionales.
No es un tema de los dirigentes locales, tan pequeños y algunos tan mezquinos y ciegos.
No basta con que todos se cuelguen de Eduardo y que presuman, como suyos, los logros que recién ofreció en su informe.
Las posibilidades de que se reedite el maridaje Va por México (PAN-PRI-PRD) son ya muy escasas, aunque algunos no quieran verlo.
Este miércoles, el secretario de Gobernación federal, Adán Augusto López Hernández, confirmó que para la Reforma Electoral, el PRI aportará sus votos a los de las bancadas lopezobradoristas en la Cámara de Diputados.
También se construye esa alianza PRIMor en el Senado de la República.
Morena, PT y el PVEM necesitan del apoyo de los priístas para conseguir la mayoría calificada, pues se trata de reformas constitucionales.
No solamente eso, sino que incluso podrían revivir y sacar adelante la Reforma Eléctrica, que fracasó a mediados de abril pasado en San Lázaro.
En Puebla, pocos quieren ver esa realidad.
Desde el Partido Revolucionario Institucional (PRI) un grupo importante de exalcaldes ya opera para el presidente del Congreso local, el morenista Sergio Salomón Céspedes Peregrina, quien se fortalece en sus aspiraciones a la gubernatura.
El rompimiento es inminente.
Los cegatones del tricolor todavía se emocionan con Lalo.
Lo ven como su héroe.
Es el verdadero líder moral de ellos.
Sin embargo, hay advertencias que deberían saber leer.
El coordinador de los diputados locales del tricolor, Jorge Estefan Chidiac, ya lanzó la más directa.
“El PRI no ha decidido a quién va a apoyar en el 2024, que quede muy claro”.
Y agregó: “si el PAN y el PRD ya decidieron a quién van a apoyar, están en su derecho”.
La declaración de Estefan no solamente parece una bravata para encarecer la negociación.
Tiene visos de pronóstico.
Si el PRI sigue tan cercano al Movimiento Regeneración Nacional (Morena) en lo legislativo, nada raro será que se convierta en un comparsa, de facto, para la elección de 2024.
De ser así, no tendría por qué apoyar al PAN.
Menos al inexistente PRD.
En Puebla, también operaría a conveniencia de Morena, a cambio de algunas posiciones.
El PRI dejó de ser, hace mucho, desde al menos 2010, un partido que pueda disputar la gubernatura.
En cambio, se ha convertido en un instituto político municipalista, con presencia y posibilidades de triunfo en algunas regiones.
No más.
En su informe, Eduardo Rivera coqueteó con 2024 y puso la posibilidad de su candidatura en manos de Dios.
“Dios y el tiempo abrirán el camino y ustedes los ciudadanos, tendrán la última palabra”, dijo.
La traducción es “si Dios quiere”, será candidato.
Pero ¿y si no quiere?
¿Ya tienen panistas, priístas y perredistas un Plan B?
No. Qué preocupante (para ellos).