Arturo Luna Silva / [email protected] / Twitter: @ALunaSilva
Trabajar en el gobierno, sin vocación de servicio y como un medio para hacer negocios, o conseguir grandes contratos con las administraciones estatales, a costa de torcer leyes y reglamentos, fue el modo de vida de muchas generaciones en Puebla. La administración de Miguel Barbosa se ha propuesto combatir esos delitos del pasado, además de los que se ha generado en este tiempo. El reconocimiento que hizo el gobernador de que es tan grande y tan podrido lo que se hizo, que será tal vez imposible descubrirlo y sancionarlo todo, es una muestra del demonio gigantesco, centenario y perverso que ha sido la corrupción gubernamental.
“Quién sabe si nos dé tiempo de descubrir toda la porquería que se desarrolló”, dijo la mañana de este jueves en su conferencia.
La Medusa con cientos de cabezas de serpiente que ha sido el abuso de cargos y del erario, es la primera vez que se reconoce, con todas sus consecuencias, de este modo tan frontal.
Muchos de los gobiernos priistas, durante varias décadas, metían directamente la mano al erario.
Robaban a manos llenas.
Muchas generaciones de nuevos ricos se crearon y se criaron en Puebla, en el priato.
Antes de la conformación de organismos como la Auditoría Superior del Estado (ASE) y la Auditoría Superior de la Federación (ASF), era sencillo que muchos funcionarios corruptos se embolsaran millones.
Incluso en los primeros años de la existencia de estas entidades fiscalizadoras, en su etapa incipiente, fue fácil que muchos actos de corrupción se pasaran por alto.
Más recientemente, en la etapa morenovallista, se estableció un modelo de negocios a partir de la utilización del erario.
Principalmente con obras públicas innecesarias o de relumbrón.
Posiblemente, por los controles contemporáneos sobre el dinero público, ya no fue tan sencillo meter la mano al cajón de los millones, pero se realizaron ahora los negocios particulares, usando los recursos públicos.
Ahí están las obras que se realizaron bajo esquemas de deuda, disfrazados de PPS y APPS, que la gente no entendía.
Los cerebros financieros del gobierno hallaron la forma para convertir los moches en millonarias rentas mensuales para sus bolsillos.
Por ello muchos andan fugados y otros huidos.
Se endeudó para las próximas generaciones a Puebla.
El caso más reciente de corrupción al que se ha referido el gobernador Miguel Barbosa es el Colegio de Puebla.
Informó que ahí, en las administraciones estatales anteriores, se realizaron millonarios fraudes.
Señaló específicamente el año 2012, durante el morenovallismo, cuando se usaron 350 millones de pesos, supuestamente justificados como “gastos” relacionados al Museo Internacional Barroco.
Sin embargo, fueron para otros fines.
La cifra es descomunal y es apenas la punta de ese iceberg.
Hay muchos más.
La corrupción, como forma de vida inherente al poder, está ahí, descomunal y grotesca.
Mucho más vendrá saliendo a la luz.
Y el 2023, el paso previo al electoral 2024, será pródigo en la materia.