Arturo Luna Silva
Esta es la crónica de aquel día en que se supo cómo un pueblo entero perdió todo bajo un cerro desmoronado
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La voz del presidente municipal de Pantepec suena desesperada. Confusa y caótica. Como la tragedia que vive una de las comunidades del municipio que gobierna: Mixum, el pueblo indígena que prácticamente desapareció del mapa luego que un alud sepultó una escuela habilitada como albergue –con al menos 40 personas dentro– y cerca de 300 casas.
Y no hay quien consuele el dolor.
El mismo que ni evade ni trata de ocultar.
Es larga la pausa, su pausa, antes de calcular hasta en 70 las personas que hallaron, según él, la muerte bajo el lodo de la sierra. “¡Y (entre ellos) muchos niños, muchos niños…!, dice, y el teléfono transmite vivamente la forma en que se quiebra su voz. “Chiquitos, inocentes… todos…”
—¿Y habrá todavía más muertos? —Se le pregunta antes de que corte por vez primera la comunicación, pues en esos momentos de urgencia lo menos que quiere es hablar con periodistas.
Y el alcalde de Pantepec, Ismael Pérez Cruz, lo dice en una sola frase compuesta:
—Sí, más, muchos más…¡¿qué no ve que Mixum fue abandonado por Dios?!
Es indescriptible. Sobre todo si no se ve con los propios ojos. Si no se constata en persona tanto dolor. Sólo las palabras y el teléfono logran ayudar a entender, a distancia, algo de lo que ocurre en Mixum, población ubicada a una hora y media de camino a pie de la cabecera, hasta ayer incomunicada por completo y enclavada en la parte más profunda de la sierra. La Norte.
Cuenta, llorosa, a trompicones, rotundamente asustada, la secretaria del alcalde, Lucero Téllez: “Ay, señor, fue el miércoles, a eso de las tres de la tarde. Luego que dejó de llover. Pensamos que nos íbamos a ir en blanco, pero un cerro se reblandeció y una parte se vino para abajo. Las casitas desaparecieron. También la escuela. Todo, todo lo cubrió el lodo. Yo lo vi con mis propios ojos.
A un señor le pregunté: ‘oiga, ¿y dónde estaba el pueblo?’
Y él me señaló y me dijo: ‘Pos allí’. Pero ya no había nada. Sólo una manchota de lodo y más lodo, lodo por todas partes…”
—¿Y ya les llegó la ayuda?
—Ninguna, ninguna…
—¿Ni los soldados?
—No esos, esos menos…—contesta el alcalde Ismael Pérez.
Luego, apurado porque todavía no halla el modo de llegar a Mixum, cuelga por segunda ocasión. No hay forma fácil de llegar por tierra a Mixum.
Todos los caminos están bloqueados por los deslaves, los cerros volcados a mitad de las brechas y el derrumbe de árboles expulsados desde la raíz.
Tampoco hay forma de comunicación: ni teléfono, ni radio, ni nada. Sólo Pantepec –la cabecera– sirve como la única fuente de información. Y es allá donde tienen la esperanza de que por vía aérea llegue la ayuda que tanta falta hace en Mixum.
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La situación es desesperada. Al límite. Y por el momento, solo algunos campesinos de Pantepec han logrado llegar en burro e iniciar, con sus propias manos, la búsqueda de cadáveres en Mixum. Algunos de estos se están apestando.
Están en la intemperie. Medio cubiertos con bolsas de plástico. Completamente solos. Bajo la lluvia que anoche volvió a caer sobre el pueblo en desgracia.
El regidor Joel Soto asegura que lo peor ocurrió en la escuela de Mixum, habilitada desde el martes como albergue luego que el río Pantepec se desbordó, inundando las casas de cartón y lámina.
“Ahí estaban entre 30 y 40 personas, entre ellas 20 o 22 niños, además de dos maestros. El cerro se cayó y el lodo tapó la escuela. Las personas quedaron atrapadas. Ninguno logró salvarse. Ninguno quedó con vida”.
—Pues sí, señor, como ya le dije: estamos solos y desesperados. Nadie ha enviado ayuda, y no sabemos cómo hacerle. Nos dicen que ya vienen, que ya vienen, pero son mentiras… ¿Le puedo decir una cosa?…”
—Sí, cómo no, presidente…
—Por favor, avise al gobernador y al Ejército que aquí estuvo muy duro. En helicóptero, Héctor Romero Vargas, subsecretario “B” de Gobernación, llegó anoche a Pantepec. Y no precisamente para llevar apoyo. Fue, reveló a última hora el edil Ismael Pérez, para transmitirle una orden: “Prohibido dar información a la prensa”.
—¿Eso le dijo? —Sí, así me dijo.
—¿Y por qué?
—Creo que allá en el gobierno no quieren que se sepa cuánta muerte hubo, ¿no?