Guadalupe Juárez
La Navidad más triste. En lugar de las esferas coloridas y las luces navideñas en un pino, madres, hermanas, hijas, tías y abuelas colocan en un árbol del zócalo de la capital poblana, las fotografías de sus seres queridos, quienes un día salieron de casa y ya no los volvieron a ver.
Los rostros de Doridey, Brandon, Nadia Guadalupe, Karina, Liliana, Sergio, Juan de Dios, Jesús, Jorge, Emma, Galilea, Abraham, Susana y Javier penden de uno de los dos árboles.
El colectivo La Voz de los Desaparecidos Puebla lo llama el árbol de la esperanza, porque después de perder la tranquilidad por tener una silla vacía en las cenas decembrinas, lo único que queda es el sueño de ver que su ser querido cruce de nuevo la puerta de su casa sano y salvo o, al menos, que tengan un sitio dónde llorarle si ya no vuelve con vida.
La fundadora del colectivo, María Núñez Barojas, reprochó que las autoridades sigan sin dar seguimiento a los indicios que las familias tienen de las personas que desaparecieron.
Al Congreso local, que mantenga en la congeladora la iniciativa que armoniza la Ley sobre Desaparición de Personas, con la que se agilizaría la búsqueda de sus familiares.
Núñez Barojas también recordó que han sido las familias quienes han recorrido las calles, municipios, montes y fosas clandestinas para localizar a las personas que desaparecieron.
De esta forma, asegura, han encontrado a algunos familiares, aunque sin vida.
Este año han encontrado dos fosas clandestinas junto Comisión de Búsqueda de Personas del Estado de Puebla, una de ellas en Quecholac, en el triángulo rojo, donde se hallaron restos humanos que ya son analizados para identificarlos.
LA BÚSQUEDA
Teresa Pérez ha pasado días enteros en la Fiscalía General del Estado para esperar algún avance en la búsqueda de su hijo Yafeth Isaí Vernet Pérez, quien desapareció el miércoles 21 de octubre, cuando regresaba de Pachuca e iba a su casa en la tercera sección de La Calera.
Su madre está dispuesta a buscar donación de drones, cámaras de seguridad para instalar e ir a la Comisión Nacional de Derechos Humanos, todo lo que esté en sus manos para que ninguna familia vuelva a padecer el martirio de buscar a un ser querido.
Minerva de 81 años de edad y con la cadera rota, ha caminado las calles de Amozoc y las de la capital poblana todos los días, a pesar de la pandemia, para buscar a su hijo José Martín Jiménez González, quien desapareció el 22 de octubre de 2018.
Se ha enfrentado con un obstáculo: las trabas de la Fiscalía General del Estado y la contingencia sanitaria, porque no ha podido ni entrar a preguntar sobre el avance de las investigaciones, porque le dicen que como parte de las medidas contra el COVID-19, los adultos mayores no pueden acercarse.
A pesar de eso, Minerva sigue buscando a su hijo. O al menos una pista para saber lo que le pasó. Y espera que siga vivo.