Dulce Liz Moreno
En la mayoría de los casos de violencia extrema contra mujeres, las agresiones ocurren con la complacencia incluso de su familia, con la creencia colectiva de que las mujeres merecen el maltrato de los hombres, y comenzaron con críticas, manipulación y control sutiles.
En ello coinciden María Elena Bravo Hernández y Cirilo Rivera García, especialistas en el tema, al explicar el contexto en que la violencia en casa escala al grado de lesiones y asesinato.
Luego que Crónica Puebla dio a conocer este miércoles que durante el confinamiento por coronavirus los casos de violencia doméstica extrema aumentaron tanto que 19 mujeres huyeran de casa, con hijos, a los refugios públicos, entre los casi 5 mil 500 casos de maltrato atendidos por Telmujer, los expertos dan luz sobre el comienzo de las agresiones y cómo se nutren.
Bravo Hernández, socióloga y psicóloga social impulsora de proyectos preventivos contra la violencia de género a mujeres, apunta que la idea colectiva de justificación al agresor es una de las que perpetúan y agudizan el problema. “Es complicidad colectiva”.
Coincide Rivera García, consultor en género, masculinidad y violencia: “Es un pacto que los hombres hacen con otros hombres y con la familia. Eso produce agotamiento en las mujeres y les disminuye el nivel de respuesta ante la agresión”.
“Si me contestaras a la primera el teléfono, no me pondría enojado”, “no aguantas nada”, “qué fresa eres” son frases que a muchas mujeres les dicen sus familias y amigos que son normales, que sus novios se las repiten “en buena onda”, pero, en realidad, son intentos directos de controlarles la conducta, dominarlas y moldearlas de cierta forma. Ese control no debe ocurrir; es una falta de respeto, es condicionar los derechos de otra persona con el argumento del amor, asegura el consultor.
Los agresores, además, regularmente juegan a dar una doble cara: atienden a su pareja delante de la familia, pero a solas y detrás de la puerta, exigen y controlan. De eso a los golpes e incluso la muerte hay muy pocos pasos, agrega.
Enfatiza Rivera García que “no está en los genes del varón agredir a las mujeres; es una conducta que se aprende y se decide con quién se ejerce”.