Álvaro Ramírez Velasco
En el campo de batalla contra el coronavirus, no hay previsiones ni protocolos que funcionen con certeza para arrancar a los pacientes de la ferocidad de la muerte; los médicos y todo el personal de salud, en Puebla, México y el mundo están en una “batalla a ciegas”.
Esta enfermedad, de la que se conoce tan poco, se lleva de súbito a los contagiados, quienes fallecen, la mayoría, ahogados en su desesperación por procurarse un hálito más o por episodios cardiovasculares.
Se van, incluso, sin haber delatado indicios de gravedad y sin que tengan factores de riesgo, como avanzada edad o comorbilidades, por las características de “enfermedad gatillo” que tiene el COVID-19.
“Es como si (el coronavirus) encontrara todos tus puntos débiles en el organismo y los hiciera explotar”, simplemente “no sabemos de qué se nos mueren”, reconoce, con tonos de tristeza en su voz, de apariencia serena, una médica con dos altas especialidades de quien, por la obviedad de las circunstancias, omitiremos sus datos.
La identificaremos como Daniela. Ella es integrante del cuerpo de especialistas de primer nivel que combate al COVID-19 en la línea de fuego en un Hospital Códice –indicado para recibir a contagiados– público, que podría ser cualquiera del país.
En este escenario tan complejo, a la par de la lucha “en piso” por salvar pacientes, en estos días, en que hay un promedio de 12 muertes diarias en ese nosocomio, ella devora toda la literatura internacional sobre el SARSCoV-2, el nuevo virus, de cepa indescifrable aún, que tiene comportamientos distintos de región en región.
Su ensañamiento no ha sido igual en China que como lo es en Estados Unidos, por ejemplo.
Ella, afortunadamente, ya cerca del medio siglo de vida, tuvo hace años la visión de estudiar inglés del otro lado del Atlántico, en la vieja Europa, y domina el idioma en el que está escrita la mayoría de la literatura que hoy es indispensable en esta lucha.
LOS OJOS DE LA MUERTE
Daniela deja sentir todavía buen ánimo del otro lado del teléfono. Tras un breve preámbulo, reconoce que está cansada y que siente contrariedad por perder tantos pacientes, en estos días.
—¿Hay algo que decepcione?
Por supuesto la muerte…
—No se puede exigir mucho en esto, porque nadie tiene una gran experiencia en pandemias, pero a lo mejor la falta de experiencia del personal administrativo. Se ve que ellos se están organizando y tienen buenas intenciones, pero están todavía muy grises en la forma en que nos pretenden ayudar. Lo tienen como en un futuro, pero esto nos está comiendo día a día.
—¿Cuántos de los pacientes, en realidad llegan a morirse?
Despliega un suspiro largo y dice: “Sí se muere mucha gente… en terapia intensiva más de la mitad, porque ahí ingresan los más graves. Egresos con éxito hemos tenido muy pocos, tres de cada 10, por darte una cifra.Ingresar ahí a un paciente es casi solamente para verlo morir más acompañado”.
La razón es desalentadora, genera impotencia, porque “los manejos que ofrecemos no están dando los resultados que esperamos… Estamos en un combate a ciegas”.
Se requiere, asegura, más infraestructura, en laboratorios, que es muy cara, tan onerosa como los medicamentos, de hasta 15 mil pesos, que las familias no tienen para pagar y el presupuesto público tampoco alcanza a cubrir.
De cualquier modo, casi nunca son efectivos y las experiencias internacionales no son claras al respecto. Protocolos efectivos no existen.
—¿De dónde están tomando la escasa guía que pueden?
—Estamos tomando lo más representativo de organizaciones internacionales, como la Mundial de la Salud (OMS), que son ejemplo para el manejo de muchas cosas, la Panamericana.
También en Italia y España han sacado guías; cada hospital hace la suya. Tratamos de tomar las más representativas y lo que más podemos acoplar a nuestra infraestructura, como hospital.
Igual ocurre con el manejo de medicamentos.
Sin embargo, la realidad es severa: “contra el covid, hasta ahorita, nada ha demostrado realmente efectividad… Eso es muy complejo”.
—Esta va a ser una pregunta difícil: ¿están entonces recibiendo a muchos condenados a muerte?
—Es que no sabes qué paciente no va a responder y qué paciente sí, hagamos lo que hagamos. Hay pacientes que los ves muy mal y de pronto empiezan a salir, y se van.
“Tiene que ver cada persona y cada población. Estamos en la misma condición todos los hospitales, incluso los grandes institutos de México, que no puedes tener un buen grupo de estudios, porque esto acaba de pasarnos”.
ENFERMEDADES OCULTAS
Daniela describe que hay “marcadores pronóstico”, tres en el caso de su nosocomio, que se obtienen de estudios sanguíneos de laboratorio que están, afortunadamente, a la mano, y es una “batería de estudios” que se pide al ingreso del paciente.
En esos casos puede preverse si es inexorable el camino a la muerte o hay esperanzas firmes de recuperación.
—Pareciera que se ha roto este esquema de las comorbilidades y la edad, como indicativo de riesgo, porque se está muriendo también gente muy joven…
—Definitivamente, la mayor parte de la gente (que se muere) es obesa y con comorbilidades.
Pero también en nuestros pacientes el rango de edad ha disminuido, entre quienes han fallecido. Ha habido pacientes de 30 a 35 años y sin comorbilidades, que han muerto.
—Desde tu intuición, porque es lo que se tiene a mano, ¿por qué se muere gente joven?
Hay pacientes que no tenían diabetes ni hipertensión, pero se descompensan.
— Yo creo que no hemos estado distinguiendo varias situaciones reales que suceden en el paciente. No tenemos toda la infraestructura y los especialistas somos muy pocos, además de que no se puede, por la situación y la enorme carga de trabajo, generar la interacción de equipos y especialistas alrededor de un enfermo.
“Yo intuyo que pasa algo más con esos pacientes, que no hemos logrado detectar con las herramientas que tenemos hasta este momento… Hay pacientes que no son diabéticos, que no son hipertensos, que tienen 40 años o menos, pero que cuando ingresan y comienzan a descompensarse, empiezan a tener signos de diabetes o descontrol de la presión.
“El covid es como una ‘enfermedad gatillo’ de aquellas otras enfermedades que apenas se están gestando en un organismo y es un detonante de varios males, principalmente diabetes e hipertensión, que son los diagnósticos que más fácilmente podemos detectar, pero hay otras que no vemos.
“Es como si esta enfermedad encontrara todos tus puntos débiles en el organismo y los hiciera explotar”, finaliza Daniela en este inicio de la conversación, que luego irá –en la segunda parte– a su experiencia personal ante tantas muertes, de las que en estos meses de pandemia ha visto más que en todos sus 25 años de servicio.