Dulce Liz Moreno
Por sexismo. Porque los hombres creen que las mujeres son inferiores a ellos en autoridad y fuerza, los agresores sexuales demuestran –con conductas que van desde acoso hasta violación– que el espacio público es potestad de varones.
Y por miedo, prejuicios y también sexismo, los testigos de las agresiones sexuales tratan de sentirse menos inseguros argumentando hasta justificar acciones: los hombres tienden a culpar a la víctima del delito de provocar el acoso, en vez de responsabilizar al perpetrador.
Así explican la repetición del acoso sexual callejero en Latinoamérica los autores del más reciente estudio sobre el fenómeno que en Puebla se persigue y castiga sólo si la víctima lo denuncia formalmente.
El equipo de universitarios encabezado por Luisa Angelucci, doctora en psicología por la Universidad Católica Andrés Bello (Venezuela), exponen esas conclusiones de su investigación.
EN LA CALLE, NADA HA CAMBIADO
Tras una revisión de los hallazgos de estudiosos contemporáneos del acoso sexual callejero, los investigadores realizaron un estudio para conocer la opinión e idiosincrasia de quienes atestiguan este delito.
Aseguran que el espacio público, igual que cuando aún no se le hacía combate al machismo, hoy día resulta inseguro para las mujeres; las que han sido acosadas desarrollan cambios psicológicos y de conducta.
Tal como autores anteriores lo habían señalado, el estudio más reciente subraya que el acosador tiene la intencion de someter a la mujer y se cree superior a ella por ser hombre.
“Hay dos teorías que explican la atribución de culpabilidad del acoso callejero”, afirma el equipo dirigido por Angelucci:
Una: el testigo de una agresión necesita “pensar que ese acto fue de alguna forma controlado para sentirse protegido y tiende a concentrarse en conductas o decisiones que la víctima pudo hacer de modo distinto”: vestirse de otra manera, la ruta que tomó y si iba sola o acompañada.
La otra: “el observador, en un esfuerzo de enfrentar su ambiente como algo controlado y ordenado, justificará males, injusticias y sufrimientos como si éstos fueran consecuencias merecedoras y pertinentes de quienes la sufren”.
Así, ambas teorías indican que el testigo termina atribuyendo –en forma injusta y prejuiciada– la culpa del acoso a la víctima y no al perpetrador.
Los testigos hombres, además, tienden a atribuir más la culpa a la víctima y a mostrar más actitudes sexistas que las mujeres observadoras de la agresión sexual callejera.
Además, indican los investigadores, el sexismo –prejuicios y comportamientos discriminatorios– tiene dos vertientes: el hostil y el benevolente.
El sexismo hostil es el machismo: intenta justificar el poder de los hombres y se percibe a la mujer como un objeto sexual y por ello los varones le hacen comentarios despectivos y de dominación sexual.
Se le ha llamado sexismo benevolente a la creencia de que el hombre cumple un papel protector; se tiene una visión romántica de la mujer a la que se atribuyen características afectivas, altruistas y de debilidad; promueve los roles sexuales a través del paternalismo.
Uno y otro prevalecen en la calle. El estudio del equipo universitario advierte que las personas sexistas le atribuyen poca importancia al acoso perpetrado contra las mujeres.
De universitarias entrevistadas por los investigadores, 69% dijo haber sido víctima de acoso callejero. De los varones entrevistados 22% indicó haberlo sido.