Por: Mariana Flores
Jorge Martínez Membreno y Miguel Ángel Peña Isama estuvieron a pocas calles uno de otro. No se co nocieron. Ambos fueron testigos del peor atentado terrorista en la historia de Estados Unidos: la caída de las Torres Gemelas.
Miguel Ángel Peña narró para Crónica Puebla su experiencia cuando apenas tenía 21 años de edad y pocos días de haber llegado a Estados Unidos.
Oriundo de la comunidad de San Juan Raboso, en Izúcar de Matamoros, en 2001 consiguió los recursos para migrar a Estados Unidos, con la idea de quedarse allá el resto de su vida.
Tras su exitoso cruce indocumentado de frontera, se instaló en casa de un tío que radicaba en Nueva Jersey y comenzó la búsqueda del trabajo. Había lugar para él en la construcción, pero optó por ofrecer sus servicios como plomero.
Aquel 11 de septiembre acudió a la cita en Thompson Streert y Broome. Debía llegar a las 9:00, pero se anticipó para no errar la llegada. Tomó el metro. Al salir del subterráneo vio las dos inmensas torres del World Trade Center; maravillado con la imagen, pensó que al terminar el trabajo iría a tomar una fotografía.
Como llegó temprano para la cita, se sentó a esperar en el lobby del Sixty SoHo, hotel donde haría un trabajo de plomería.
Un estruendo abrumador y un temblor lo lanzaron a la calle con incertidumbre y temor. Afuera sólo se vehía humo en el cielo. Un avión chocó la torre norte.
“Me resulta increíble recordar cómo fue. Solo salí corriendo porque todo como que se cimbró. Los carros se pararon y todos comenzaron a huir. La gente del hotel salió y comenzó a correr. Yo me quedé paralizado, no me moví”.
Se rumoraba que se trataba de una bomba, cuando otro gran estruendo ensordeció a todos: un segundo avión se estrelló contra la torre de enfrente.
“Entonces no imaginaba nada, ni pensaba nada, como que todo mi cuerpo se puso chinito”. Miguel Ángel caminó hacia la inmensa nube negra de humo.
“Es imposible describir el sonido de un edificio cayendo, de la gente gritando. El sonido de la muerte”. El hombre corrió contra corriente, aun sin explicarse por qué, pero se dirigió hacia el desastre. Dos cuadras antes se detuvo y desde ahí pudo ver como volaban papeles y lo que no podría explicar como otra cosa que “gente lanzándose desde el edificio”.
La memoria de ese día está intacta pero sin ganas de lucidez, aseguró Miguel Ángel.
“No sé cómo explicar lo que vi. Era tan fuerte que solo pude llevar las manos a la cara. Cuando me di cuenta, ya iba corriendo otra vez al metro, a la casa de mi tío, iba temblando y no me di cuenta que a unos metros había caído una persona de las que se lanzaron. Se escuchó algo que no sé cómo se explica y volteé y vi ahí a la mujer”.
Regresó. Su tío veía las noticias. “Yo me largo de aquí, nos van a matar a todos”, alcanzó a decirle. Miguel Ángel entró en pánico y de inmediato metió a su mochila la poca ropa con que había llegado y el Nokia que acababa de comprar y con el que hizo una llamada a su madre para decirle que se regresaría a México.
Su estancia en Nueva Jersey apenas duró tres semanas.
Pasados casi 20 años de aquella experiencia, Miguel Ángel decidió en julio regresar a Estados Unidos y retomar el sueño de hacer dinero para prosperar.
“Yo creí que nunca iba a regresar. Me quedaron grabadas esas imágenes y creí que nunca más podría volver a donde estaba el World Trade Center. Pero aquí estoy, con la bendición de Dios y con ganas de chambear porque todos los que vimos eso valoramos más la vida”.
Arlette es hija de Jorge Martínez Membreno, un poblano que falleció en marzo de este año por la COVID-19 y cuyos restos fueron repatriados a su natal San Pedro Cholula, aunque por 32 años vivió como indocumentado en Estados Unidos.
La joven recuerda con claridad el día de los ataques terroristas. Jorge era taxista.
“Yo tenía 9 años y mi papá me acababa de llevar a la escuela aquí en Passaic; teníamos ya cuatro años viviendo aquí y mi papá se fue a trabajar”, comentó via telefónica con Crónica Puebla.
La poblana dijo que su padre calificó ese día como una “experiencia aterradora”. El hombre hacía un desplazamiento desde Central Park; había pasado la zona de las torres cuando escuchó lo que fue el impacto del primer avión.
“Mi papá decía que toda la gente empezó a correr para alejarse del lugar, y él llevaba a una señora ya mayor. Mi papá es un héroe, de esos que no salieron en las noticias, no se hizo famoso, pero subió a todos los que pudo al taxi”.
Cinco cupieron en el auto, más la primera mujer que abordó. Los primeros buscaban desesperadamente cómo huir del escenario caótico.
Una vez que llevó a todos a sus destinos, enfiló para su vivienda. En día normal, habría hecho 40 minutos; esa vez le tomó más de dos horas.
Jorge solía decir que las imágenes de ese día quedarían grabadas por siempre en el inconsciente colectivo de quienes con su mirada pudieron observar la muerte de cientos de personas.
“Mi papá murió hace unos meses. No se fue en el 2001 porque Dios así lo quiso, pero se lo llevó la pandemia. Yo siempre he creído que fue un sobreviviente, porque él decía que acababa de pasar por ahí minutos antes”.
De acuerdo con diversas organizaciones, Nueva York es uno de los estados que más concentra a poblanos migrantes y se sabe que la cifra se acerca al millón.
Las Torres Gemelas eran, hasta entonces, los edificios más altos del mundo y constaban de 110 pisos que albergaban oficinas empresariales y departamentos comerciales.
El 11 de septiembre del 2001, dos aviones Boeing 767 secuestrados por terroristas embistieron las torres en un ataque de Al Qaeda; otros dos aviones fueron tomados, uno impactó al Pentágono y otro cayó en picada en Pensilvania, ante la resistencia de los pasajeros héroes.