El cielo aún estaba lejos de clarear cuando Petra Ramos y cientos de mujeres más de la junta auxiliar de La Resurrección ya se habían levantado para preparar el nixtamal y vaciar las grandes bolas de masa en cubetas, porque ese mismo miércoles se realizaría la doceava Feria de la Gordita.
Hacia las 5:00, cuando los gallos ya cantaban desde sus chiqueros y la luz se asomaba, tímida, hacia el norte de la ciudad de Puebla, las personas de La Resurrección acarreaban comales, botes de salsa, masa y muchos recipientes con queso, cebolla y aceite hacia el atrio de la parroquia del pueblo.
La tradición empezó 14 años antes, pero la gente la ha adoptado como si siempre hubiera existido. Como si mucho tiempo atrás se hubiera vuelto costumbre que cada 20 de abril más de 300 mujeres preparen ocho toneladas de masa y 3 mil litros de salsa, para que miles de personas lleguen a comer una de 140 mil gorditas que se hacen a lo largo del día, como ocurrió ayer.
Días antes, el cura y fundador de esta fiesta culinaria, Noé Serrano Castilla, dijo que quizá la gente del pueblo y el resto de la ciudad había hecho suya la feria porque
en La Resurrección no existía una “festividad importante”.
Y algo parecido también opinó Petra: “Nosotros estamos muy felices de recibir a la gente que viene de diferentes ciudades. Los esperamos con los brazos abiertos”.
Para el mediodía, en todo el atrio de la parroquia de La Resurrección ya había un avispero de personas por todos lados, filas interminables de gente que aguardaba para estar de pie frente al comal y pedir, gratis, una o dos gorditas con salsa.
El aire caliente se mezclaba con la algaraza de las voces, mientras a lo lejos se escuchaba música de banda y el trajín metálico de una pequeña rueda de la fortuna.
Para acceder a la feria, la mayoría de las personas recorrían la parroquia y se persignaban ante una imagen de San Marcos, el santo patrono del pueblo.
De pronto, al centro del atrio, un grupo de mujeres comenzó una representación sobre el papel del maíz en la vida de ellas en La Resurrección: madres e hijas que arrancaban cada grano a mano, porque antes no contaban con herramientas para hacerlo de otro modo.
Una voz al micrófono explicaba que desgranar el maíz era una actividad que reunía a familias y vecinos; mujeres que conversaban en sordina, apilando cada grano, mientras los hombres volvían de la milpa con un vaso de pulque en la mano.
La Feria de la Gordita en Puebla representa eso: el sincretismo del alimento prehispánico, la comida que cosecharon los pueblos a las faldas de la Malinche, junto con la adoración de los santos patronos a los que se sigue pidiendo una buena cosecha y un buen año.