Lo detuvieron cuando iba con dos personas más grandes, hombre y mujer, en la pista que va de Puebla a Acapulco.
¿Por qué llevaban tres armas cortas y 42 dosis de algo parecido a cocaína?
Los policías lo vieron muy joven. Pero le preguntaron nombre y edad.
Ya es mayor. Tiene 22. Su nombre apareció en las carpetas de cuatro homicidios, señalado como el tirador que quitó la vida a cuatro personas en Hidalgo, Estado de México y Puebla.
Su caso será investigado y un juez determinará si es culpable o no de los homicidios y si es verdad que es experto en el manejo de lanzagranadas y el rifle de asalto AK-47.
También se verificará si antes de llegar a ello estuvo involucrado en robos a negocios y de autos en Cuautlancingo y la capital del estado.
De comprobarse, el perfil ingresa a la lista más oscura de la delincuencia en este país: los niños que cumplen la meta de ser profesionales en el crimen.
Ahí se encuentran, este año, casos como el de “Sandra”, que a los 15 años era ya comandante de “Zetas”, y el niño de gorra viralizado en videos de redes sociales que el Cártel de Sinaloa llamó “Chonito”.
Y “Juanito Pistolas”, abatido en tiroteo con la policía a los 16 años; “María Celeste”, de la misma edad y sicaria de los “Zetas” Aunque el origen del ingreso de niños a bandas criminales es aún impreciso en el país, el caso que hizo virar reflectores hacia este problema fue, en 2010, la detención e ingreso a reclusión de un adolescentes de 14 años de edad, entrenado desde los cinco para manejar armas y robar y asesinar.
Juan Espíndola Mata, del Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE), ha estudiado el reclutamiento de niños y adolescentes en organizaciones criminales dedicadas al tráfico de drogas.
Advierte que es necesario conocer qué tanto presionan los adultos a los niños para dedicarse a delinquir: amenazas a su persona, a hacerles daño a sus familias o maltrato directo.
Sin embargo, indica que hay controversias fuertes, tanto como ocurre con los niños vueltos soldados, sobre cuánta convicción hay en los reclutas más jóvenes, Marco Lara Klahr, periodista e investigador de la violencia en México, a su vez, hace hincapié en que los niños que extorsionan a otros niños, que agreden a otros, “no llegaron por generación espontánea; tuvieron una familia, de alguna manera; antes de emitir una opinión condenatoria hay que reflexionar en las circunstancias en que un niño decide hacer estas cosas”.
El reporte especial de la Comisión Nacional de Derechos Humanos parece tener algunas respuestas. La principal, producto de entrevistas con adolescentes en reclusión, es que en sus primeros años estos niños “atravesaron por experiencias difíciles y dolorosas que les han producido daños importantes y que ellos, a su vez, han replicado en los demás”.