Fue un presidente municipal y un gobernador que, como pocos, disfrutó las mieles del poder. Hizo lo que quiso, cuando lo quiso y como lo quiso. No había nada imposible para él.
Todo le salía bien. Tal vez por eso bajó la guardia, se confió y se dejó grabar en conversaciones en extremo delicadas, que hoy son célebres entre la clase política poblana.
Su historia terminó mal, muy mal. Hoy, de hecho, sigue prófugo de la justicia. Y se acaba de anunciar que no sólo el gobierno federal lo busca: también el estatal.
Fue en abril de 2019 que se giraron órdenes de aprehensión contra él y sus cómplices Adolfo Karam y Kamel Nacif, éste último ubicado en Líbano.
La captura del Góber Precioso sucederá tarde o temprano. Y la fotografía de su detención será un gran trofeo que no pocos presumirán… en plena época electoral.