Fue este uno de los primeros carritos que recorrió las calles de Puebla, presumiendo a propios y extraños las joyas del que es considerado el principal destino turístico sin playa de México.
Cifras oficiales señalan que fue a principios de los 90 que el estado empezó a despuntar en la materia.
Por razones religiosas, de negocios, culturales, de aventura, gastronómicas o incluso de ecoturismo, miles de nacionales y extranjeros han volteado a ver a Puebla y la han adoptado como un sitio preferido.
Desde 2012 se logró lo imposible: que el visitante se quede más de una noche, un logro histórico que se ha valorado poco pero que, en términos económicos, es un salto enorme, porque genera un círculo perfecto de generación de ingresos.
Hoy la industria vive su peor momento desde que ese carrito empezó a rodar.
La pandemia de COVID-19 metió freno a lo que tan bien venía moviéndose; de hecho, la recuperación del turismo es uno de los grandes retos del estado cuando toda esta pesadilla haya pasado.