Escenas como esta fueron comunes en 2001, un año especialmente difícil en materia delincuencial.
Una ola de asaltos bancarios sacudió Puebla. Bandas de la CDMX, Morelos y Guerrero protagonizaron innumerables imágenes de películas hollywoodenses.
Sólo que de ficción no tuvieron nada y, además de generar pérdidas millonarias, causaron pánico entre cuentahabientes y sociedad en general.
Algo bueno dejaron, sin embargo. Desde entonces las instituciones bancarias tuvieron que reforzar sus medidas de seguridad e instalar cristales en sus ventanillas, mecanismos de retardo en el acceso a las áreas de manejo de valores y efectivo, sistemas de video grabación y alarmas, y señalización disuasiva.