El indígena totonaco, desaparecido hace 33 años y quien fuera interceptado por un grupo armado, luchaba por la defensa de la tierra
Hace 33 años, el 1 de mayo de 1990, Tomás Pérez Francisco fue visto por última vez con vida. El indígena totonaco era defensor de la tierra en la región de Pantepec.
El activista fue interceptado en su camino, en la sierra noroccidental del estado, y desde ese momento se exige una respuesta activa de las autoridades.
Su hijo, Guadalupe Pérez Rodríguez, continúa en busca de la verdad y justicia en un caso que considera marcado por la impunidad, el racismo y el borrado de los pueblos originarios en la historia mexicana.
“El Estado tiene que asumir que toda la violencia se dio porque la permitieron. No la queremos pensar en abstracto”, sentenció durante una conferencia de prensa ofrecida en la Ibero Puebla.
Ahí, acusó que las autoridades han revictimizado a los familiares de Pérez Francisco y han cometido grandes omisiones en el proceso de su búsqueda y de investigación.
“Que esta historia pueda servir para que otras familias no tengan que vivir lo mismo que nosotros”, agregó al tiempo de expresar que su familia piensa que tiene que valer la pena tanto dolor, tanta tristeza y tantos años de espera.
Guadalupe Pérez Rodríguez ha recibido acompañamiento del Instituto de Derechos Humanos Ignacio Ellacuría, SJ (IDHIE) de la Ibero Puebla.
También le han apoyado otros colectivos como el movimiento campesino Tutunakú de Pantepec y la Coordinadora Regional de Acción Solidaria en Defensa del Territorio (Corason).
Desde el IDHIE, se enviará un documento a las autoridades poblanas que reúne las exigencias por verdad y justicia para Tomás, y destaca los procesos deficientes y múltiples violencias que se han ejercido en el caso.
A su vez, Roberto Rosete Guzmán, responsable de Orientación Jurídica y Psicosocial del Instituto, reiteró su solidaridad con la causa, y exhortó a las autoridades a que sus promesas se materialicen en acciones concretas, reales y efectivas.
El contexto en que se dio la desaparición de Tomás y los factores socioculturales que la rodean, son otras piezas fundamentales que las autoridades parecen no tomar en cuenta, consideró, a su vez, Irma Pineda Santiago, poeta y activista de la lengua didxazá.
Expuso que es necesario incorporar la perspectiva de los pueblos originarios en las líneas de investigación de casos de desaparición de personas indígenas, pues cuando una es arrebatada de su comunidad, rompen el tejido social.
Desaparecer a una persona de pueblos indígenas también implica desaparecer a las culturas y a los mismos pueblos, sentenció.
Rubén Ortiz Rosas, consultor independiente, analizó el caso desde el enfoque de larga data.
Ubicó la desaparición de Tomás en un momento de contrainsurgencia que persistía en México desde 1950, donde la desaparición forzada era fomentada por el Estado.