Dulce Liz Moreno
El inicio se fecha en 1968, año en que el jalisciense Rafael Méndez llegó a Chignahuapan.
En Jalisco y Guanajuato, expertos como Claudia Montaño y Serafín Ríos sitúan los Sistemas de Producción Local (SPL) más característicos del país, dedicados al tequila y a los zapatos, respectivamente.
Los relatos coinciden: un vecino de Aquixtla, distante 30 kilómetros de la cabecera del municipio, le pidió a Méndez la fórmula para platear la esfera y ajustarle las fases del proceso de producción.
El recién llegado estableció su propio taller con 25 trabajadores y ellos le aportaron su conocimiento tradicional: en este pedazo de la Sierra Norte, el pelo del pincel es de ardilla, gato y caballo, reportan Montaño y Ríos.
Y de fuera, Méndez llevó resistol y diamantina, casquillo y horquilla metálicos; y como elemento principal, el vidrio, que por desabasto no había a la mano, así que los primeros insumos fueron ampolletas desechadas del Centro de Salud local y las fórmulas químicas que él mismo desarrolló para metalizar.
Este comienzo marca a Chignahuapan, el segundo sitio de artesanos de esferas. El primero es Tlalpujahua, en Michoacán, pueblo minero por su yacimiento de oro y plata, Joaquín Muñoz, llegó en los 60 de Estados Unidos con los globos brillantes.
Y comenzó a producirlos.
Y llegaron a Europa
Primero 25 y llegaron a ser 100 los trabajadores dirigidos por el jalisciense. Y con él, los balones brillantes de la Navidad llegaron al extranjero.
De 1970 a 1985, Montaño y Ríos establecen el periodo más productivo para la empresa de Rafael Méndez en Chignahuapan.
Llegaron a producir 30 mil cajas de 24 esferas cada semana. Y exportaron a España, Venezuela y Estados Unidos.
Le iba bien por la variedad de diseños: los encargados de la pintura y decoración plasmaban grecas, espacios geométricos, y ampliaron los usos: centros de mesa, adornos de lámparas, diseños para fachadas.
La introducción en Ciudad de México ocurrió con todo éxito con la conjunción de precio y diseño original, documentan los investigadores del Colegio de Tlaxcala.
Esferas Méndez indundó Zacatlán, Tlaxco, Apizaco, Tlaxcala y Puebla, en simultáneo.
Luego surgió Anvisa y creció pronto con familia. Ha donado dos veces las 3 mil 200 piezas que se han visto de adorno en la capilla de la Virgen de Guadalupe en El Vaticano. Esferas Méndez y Anvisa exportan la mitad de su producción.
Tradición y evolución
Javier Cordero
Talavera, unicornios mexicanos, Dragon Ball, El Cascanueces, manzanas y panquecitos… todos adornando el árbol de navidad. Así de diversos son los estilos de Regala Esfera, proyecto que tiene demandan nacional e, incluso, internacional.
El cofundador Daniel Doctor explica que la creatividad e innovación de los artesanos de Chignahuapan es puesta a prueba.
No sólo por las solicitudes que se hacen desde diversas parte del país, también de Canadá donde estos adornos pero con características el periodo barroco son muy solicitadas.
Agregó que su trabajo de venta en línea es un proyecto social, pues ayuda a los artesanos de Chignahuapan a promover en medios digitales su trabajo, ampliando sus clientes.
Andrés Mejia, el otro fundador, indicó que iniciaron el proyecto para apoyar a al menos 10 familias, llegando ahora a más de medio millón de clientes en México y Canadá.
“Al parecer las personas necesitan sentirse cobijadas con su recuerdo, situación que aumento con la pandemia, de ahí que este año sea diferente en la venta de esferas, los artesanos se enfrentaron a una ligera dificultad para surtir su materia prima, dejando menos producto y menos variedad, causando menor flujo de actividad en Chignahuapan”, declaró.
Este año, las ventas repuntaron en 50 por ciento respecto a 2019, gracias a la venta en línea y a una sucursal. La producción se mueve entre octubre y noviembre, mientras que diciembre es para rematar el material que queda en bodega.
Los artesanos esperaban que se sintiera el golpe de la pandemia por coronavirus, por lo que bajaron su producción, pero para su sorpresa les faltaron esferas.
Pueblo que enseña en silencio
Dulce Liz Moreno
Cuatro universitarios se preguntaron cómo se aprende en Chignahuapan a hacer esferas.
En silencio.
Esa respuesta encontraron después de recorrer y entrevistar en talleres y fábricas.
Redes sociales –de las de gente de carne y hueso en espacios físicos, nada de internet– calladas, “conocimientos tácitos”, les dicen Monserrat Vera Muñoz, Rafaela Martínez Méndez y Gerardo Vera Muñoz, de la BUAP.
Confianza y reciprocidad.
Esos son los cables de transmisión que encuentra el trío de estudiosos que aplicó entrevistas a 375 trabajadores de talleres: 143 de ellos dedicados al globeo, es decir, a la aplicación de calor con sopletes a los tubos de vidrio que se soplan para hacer las bubujas de vidrio.
Los sopladores realizan 128 variedades de actividades y los que se dedican a pintar y decorar con diamantina y otros materiales, hacen 143.
En cambio, los que encasquillan –colocan alambre y remate metálico a las puntas para colgar las esferas– hacen cuatro variedades, quienes empacan, 30, y los que metalizan, 94, cuentan los académicos Vera Muñoz y Martínez Méndez.
La dificultad de aprendizaje más alta la tiene el globeo: 131 en el puntaje que construyeron los universitarios; los decoradores llevan 84 y los metalizadores, 53.
Y el aprendizaje empieza en casa, luego en el taller, al lado del compañero más cercano.