Por: Mariana Flores
Claro que temo enfermarme, y contagiar a mi familia. He visto morir a tanta gente, que no podría ver así a alguien de mi familia; me aterra la idea.
Me conforta ver a tantos salir del hospital a casa; eso me da fuerza y me mantiene de pie. Es la voz del médico poblano Jaime Alexander Fuentes, quien hace frente a la pandemia desde hace poco menos de un año en Waxahachie, Texas.
De padres oriundos de Izúcar, estudió Medicina en Puebla. Llegó a Estado Unidos con el afán de atender a migrantes mexicanos sin servicio médico. “El coronavirus nos mostró una nueva forma de ver la vida. Hoy, no soporto pasar horas sin dormir.
Colaboro en un refugio donde hay muchos mexicanos y poblanos. Veo en las noticias muchas muestras de irresponsabilidad”, aseveró. Orlando Bretón, certificado en COVID-19 en enero, ponderó indispensable desde siempre la labor de todo el personal de la salud; y en esta pandemia, con más relevancia.
“El médico representa una luz, es esperanza y da seguridad. Entre científicos, doctores, enfermeros… todos ponen de su parte para que todo vaya mejor. Todos necesitamos un doctor. Sin la medicina, muchos no estaríamos”, dijo.
“Es como si estuviéramos en una guerra contra un enemigo que no se ve”. Coincidió con Jaime Alexander: “El mayor gusto es ver familias reunidas, es una gratificación inmediata”. Baldomero Zambrano Tobón, neumólogo en el IMSS La Margarita, es veterano del brote de influenza H1N1, que en 2009 contagió a más de 12 mil personas en México.
“Mi inexperiencia en aquel momento no me permitió darme cuenta de la dimensión de una pandemia; ahora, a cargo de área covid, nunca pensé lo trascendente que iba a ser”.
Estar al frente de un equipo le duplica responsabilidad, cree. “La preparación de los médicos residentes basada en valores es una de las metas básicas para garantizar atención humana”.