Por: Mariana Flores
La calle 5 de Mayo, en el Centro Histórico de Puebla, es la de María Nancy Galán Pérez, quien a sus 37 años de edad disfruta la herencia de su padre: tocar un organillo manteniendo vivo el oficio del cilindrero.
Nancy forma parte de una familia de cuatro integrantes, ella, su hermano y sus padres. El amor por el organillo surgió de su padre, quien inició con el oficio desde que tenía 12 años. Nancy narra que este instrumento les dio un oficio y sustento a ella y a su hermano.
“Sólo veía a mi papá ponerse el uniforme y salir a tocar. Yo me enamoré de la música por eso, y aunque estudié otra cosa y tengo otro trabajo, no puedo dejar el organillo de lado. Es el legado de mi papá y si tengo hijos, quiero que ellos lo mantengan”.
Pese a que no es común ver a mujeres dando vuelta a la palanca de una caja musical, Nancy cuenta que fue su madre quien normalizó esta idea en su contexto.
“Mi mamá aprendió de mi papá cuando se casaron. Después yo veía que los dos salían, uno a pedir cooperación y el otro a tocar, y se van turnando. Así, cuando salí a la calle y vi a otros, me di cuenta de que no había tantas mujeres, pero para mí era muy normal. Me siento orgullosa”, comentó.
Nancy estudió una ingeniería y trabaja en una planta de piezas para vehículos, pero desde hace cinco años los sábados toma el organillo de su padre y sale a la calle con su madre, para tocar las melodías de “Cielito Lindo”, “Bésame mucho” y “Canción Mixteca”.
Entre semana, sólo su padre sale a las calles del Centro Histórico y los domingos lo hace su hermano. Así, los cuatro integrantes originarios de Tlaxcalancingo mantienen viva la tradición mexicana que llegó a México en el siglo XIX.
“Nos sentimos bendecidos, porque a pesar de la pandemia nosotros seguimos de pie. Es necesario que la gente se siga cuidando, pero tal vez cuando pasan por la calle entre tanto caos, un poco de música les cambie el día”, sentenció.
De acuerdo con la Red Mexicana de Organilleros, se tiene un registro de 500 personas dedicadas a este oficio en todo el país, habiendo cerca de 250 aparatos musicales cuyo costo era muy elevado cuando aún se producían (50 mil pesos en promedio), por lo que algunas personas utilizaban el mismo en diferentes turnos.
En el caso de la familia Galán Pérez, sólo cuentan con un organillo que es capaz de tocar 17 melodías.