Entre 2013 y 2017, el gobierno federal destinó 940 millones de pesos para revertir la contaminación que pinta de colores el cauce del Río Atoyac, en los municipios de Puebla y Tlaxcala; sin embargo, una investigación realizada por Ethos Laboratorio de Políticas Públicas revela que estos recursos se desvanecieron en plantas de tratamiento “fantasma” o que están fuera de operación.
A la fecha, entre campos de cultivo e industrias, el afluente desprende espuma. El color azul mezclilla se torna gris opaco. Y un sinfín de estudios realizados por autoridades, universidades y organizaciones de la sociedad civil documentan que en los cauces del Alto Atoyac corren heces fecales, metales pesados, desechos químicos con son cancerígenos para el ser humano.
Las aguas provenientes de la lavandería de mezclilla salen desde un tubo subterráneo hasta vaciar sus desechos en el afluente del Río Atoyac. El intenso olor a químicos se cuela por debajo del puente Xochiátl y alcanza a percibirse en la carretera federal México-Puebla, a la altura del municipio poblano de Huejotzingo.
A cualquier hora del día sobresale un aroma parecido a la acetona. La cuenca que transporta estos desperdicios que vierte la poderosa industria de la mezclilla –México es el segundo exportador de jeans a los Estados Unidos–nace en la Sierra Nevada, viaja por numerosos ríos y afluentes que recorren 60 municipios de Puebla y Tlaxcala hasta llegar a Guerrero, donde el Río Atoyac cambia de nombre a Río Balsas.
Los remanentes de aquellos desechos finalmente desembocan en el Pacífico. Siguiendo la ribera del río aparece Ecotérmica de Oriente SA de CV, un depósito de desechos hospitalarios biológico-infecciosos.
El abogado ambientalista Vadir Arvizu señala: “Los municipios son los encargados de verificar quién está tratando sus aguas, y quién no, antes de verterlas en los alcantarillados públicos, pero nadie trata nada y es una situación generalizada en el país”.
Según una revisión a las Cuentas Públicas consolidadas de 2013 a 2017, se destinaron 3 mil 500 millones de pesos de aportaciones de la federación y subsidios para el saneamiento del río; sin embargo, la Conagua identificó la presencia de 43 compuestos tóxicos en el cauce, provenientes de las descargas industriales. La autoridad registró elementos cancerígenos como el benceno, arsénico, cadmio y aluminio.
“Se supone que las industrias deberían de tener sus propias Plantas de Tratamiento de Aguas Residuales, pero son meramente simulación, elefantes blancos que no operan porque es una inversión que no quieren hacer. El agua la meten por tuberías y la desaguan al río o al alcantarillado”, apuntó Alejandra Méndez Serrano, directora del Centro Fray Julián Garcés de Derechos Humano y Desarrollo Local AC.
“El río baja multicolores todo el bendito año. A veces gris, azul marino, verde, negro o rojo”, dice la encargada del arque público El Chamizal, en San Martín Texmelucan de Labastida, Puebla. El Río Acotzala o Cotzala, afluente del Río Atoyac, corre a escasos metros de un área de juegos para niños. A finales de junio pasado, el agua estaba negra en contraste con el verde de los árboles y el pasto, cuidadosamente podados por el ayuntamiento de San Martín, lo cual luce desconcertante.
De los 940 millones de pesos de recursos de la federación, destinados a impulsar las plantas de la región, casi 100 millones fueron para la construcción, mantenimiento y rehabilitación de nueve Planta de Tratamiento de Aguas Residuales (PTAR) de los tres municipios poblanos atravesados por las aguas contaminadas del Río Atoyac.
De esas nueve plantas, al menos siete siguen fuera de operación.
“Aquí, en la fábrica, entran unas 10 mil piezas de mezclilla al día. Hacemos los terminados Glitch y Megaglitch con cloro. Para los Stone usamos hipoclorito de sodio. También nos llega la tela cruda y la teñimos”, dice un empleado de la fábrica de terminado de jeans en la localidad de Villa Alta, en el municipio de Tepetitla de Lardizábal.
La fábrica donde labora el tlaxcalteca descarga los colorantes y químicos usados directamente al Río Atoyac.
El hombre explica que las lavanderías de jeans en Puebla y Tlaxcala, así como industrias, buscan estar en laderas de ríos. “No son ciertos los actos reclamados consistentes en la supuesta contaminación por aguas residuales descargadas en el río Atoyac por parte del municipio”, declara Carlos Fernández Nieves, presidente municipal de Tepetitla de Lardizábal.
Regina Montero, del Departamento de Medicina Genómica y Toxicología Ambiental de la UNAM, publicó un estudio que revela que los menores de edad que habitan localidades en Tepatitla de Lardizábal presentan el doble de los niveles de toxicidad que los de comunidades en las faldas del Volcán La Malinche. La consecuencia: padecimientos renales, cáncer y la reducción de su capacidad de desarrollo corporal.
“La multiplicación de casos de leucemia entre los jóvenes poblanos y tlaxcaltecas es aterrante”, dice Gabriela Pérez-Castresana, doctora del Centro de Investigación en Ciencias Ambientales de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla.
“En las comunidades se ponen de acuerdo para ir juntos, en un barrio pueden vivir hasta 10 muchachitos que van a hacerse su quimioterapia y aprovechan para compartir transporte”, añade.
Frente a la muertes y enfermedades ligadas a la toxicidad de las aguas del Alto Atoyac, el Estado mexicano sigue priorizando el negocio de la construcción de PTAR municipales inubicables o fuera de operación.
Sí, el río Atoyac sigue siendo el principal foco de contaminación de la región y el gran pendiente de Puebla.