Dulce Liz Moreno / Diana López Silva / Fotos: Agencia Enfoque / Mireya Novo
En desastres, los sabuesos detectan rastros humanos por olor, el equipo de Topos abre huecos para rescatar, y José Luis Olvera Cervantes ha creado el equipo para saber si la persona que aún no alcanza a ser vista ni contactada vive, y en qué condiciones está.
En la esquina de habitación que la pandemia de COVID-19 lo obligó a habilitar como centro de pruebas, después de cerrarle laboratorios en el INAOE, este científico afina la precisión para medir ritmo cardiaco y respiratorio hasta a seis metros de distancia y a través de escombro.
Para mostrar la detección a la visitante de la cámara, el físico investigador nivel II de la liga de estudiosos mexicanos de alto rango anima a dos voluntarios.
Resultado: ritmos elevados por las risas y la emoción de demostrar el invento de papá, a quien antes del coronavirus nunca habían visto tantas horas en casa los días hábiles.
Otra aplicación de los estudios del doctor en Electrónica y Telecomunicaciones consiste en que los pacientes diabéticos dejen de pincharse las yemas de los dedos para conocer sus niveles de glucosa en sangre.
Esto lo hace sin traspasar la piel. Con un sensor, semejante a las fotografías “de transparencias” o “diapositivas” que hasta los años 90 se usaban para ver con un proyector.
Ahí está el invento, en la garganta del maniquí.
A esto llegó desde casa, con sus alumnos y colegas a distancia. Decidido a hacer lo que siempre pasa en ciencia: puede ser que tras cinco años de investigación para demostrar una hipótesis compruebe que debe descartarla; lo más importante son los hallazgos hechos en el camino y las aplicaciones que tienen para mejorar la vida humana.
“Con el cierre por la pandemia, ya no pude continuar el tema que estaba desarrollando, pero les dije a mis alumnos: ¿qué tenemos?, y desde ahí nos metimos a otras áreas de la ciencia”.
Lo suyo, las matemáticas, que suelen mostrar escenarios complicadísimos. Ahí aplica una lección de estudiante: “hay que hacer las cosas fáciles y simples”.
Pre-COVID, aclaraba las señales
Antes de que el virus le cerrara el laboratorio en el INAOE, Olvera Cervantes se dedicaba a depurar señales.
Ha patentado cinco aplicaciones científicas a la telecomunicación.
En modo simplificado de describir una de las que registró en 2017, se trata de filtros que bloquean “ruidos” y señales ajenas a transmisiones de radio, computadoras, televisión, satélites y toda clase de teléfonos móviles.
Bloquear ciertas frecuencias y dar paso libre a otras es la especialización de este científico. Estos desarrollos ocurren en el Laboratorio de Altas Frecuencias de la institución que se encuentra a cargo del Gran Telescopio Milimétrico, colocado en el Cerro de la Negra.
Aunque oficinas y laboratorios base se encuentran en Tonantzintla, en el sitio donde fue fundado por Luis Enrique Erro y trabajaron Guillermo Haro, el propio Luis Rivera Terrazas, Luis Munch y Enrique Chavira, entre otros.
A fumigar el campo sin contaminación
Una de las áreas en las José Luis Olvera Cervantes desarrolla trabajo en el INAOE es la aplicación de la electrónica en la fumigación de cultivos con tecnología de ondas electromagnéticas.
Porque no son invasivas, no destruyen y no son contaminantes, estas tecnologías de punta representan una solución de largo alcance, coincide Olvera Cervantes con otros científicos, como Alonso Corona Chávez.
Esta derivación práctica de las investigaciones de los dos científicos se desarrolla en el Laboratorio de Medición de Radiofrecuencias, también cerrado este año por la contingencia sanitaria. Sin embargo, los proyectos continúan en desarrollo.
Parecen lejanas las telecomunicaciones y los alimentos, pero en este sitio ocurre la transmisión de ondas electromagnéticas a diferentes productos del campo para producir modificaciones en su entorno.
Ha resultado exitosa la función plaguicida.
Y la miden en frijol, amaranto, maíz, sorgo y diferentes tipos de procesamiento para obtener alcohol. Un descubrimiento adicional: que los alimentos perdu- Pre-COVID, ren sin conservadores.
Científicos con el alto galardón
El físico José Luis Olvera Cervantes es uno de los cinco ganadores de la presea “Luis Rivera Terrazas” este año. En esa misma área, el Congreso del Estado otorgó el premio también a Alberto Escalante Hernández, de la BUAP.
En el área de Agro, Medicina y Ciencias de la Salud, el ganador fue Guillermo Alfonso Woolrich Piña, del Instituto Tecnológico Superior de Zacapoaxtla. En Ciencias Sociales, Arturo Aguirre Moreno de la BUAP.
Y Oswaldo Erick Ramírez Bravo, de la BUAP, es el quinto acreedor de la presea en el área de Divulgación de la Tecnología y de la Ciencia, dentro del área de Tecnología, Ciencias Exactas, Naturales y Humanidades. La presea es el premio más alto del estado de Puebla para científicos.