Existe una línea entre el quehacer doméstico y la explotación infantil, un niño que tiene responsabilidades, que ayuda con las labores de la casa, que tiene un tiempo para jugar y crecer, es un niño que tendrá un pleno desarrollo tanto emocional como psicológico.
Pero un menor que tiene que trabajar para apoyar a su familia, tendrá un crecimiento atípico y acelerado.
El psicológico especialista en niños y adolescentes, José María Velázquez Giles, sostuvo que dentro de los derechos de los menores de edad es el de tener una vida plena, esto implica un trato digno, tener espacios para la recreación y a la educación.
Aunque, lamentablemente estas garantías no son validas para todos los niños.
Velázquez Giles sostuvo que aquellos menores que se ven forzados a trabajar desde pequeños ven truncado el disfrutar de una etapa de su vida, lo que genera en muchas ocasiones problemas psicológicos que pueden reflejarse cuando son adultos, como problemas de conducta o emocionales que afecten sus relaciones.
Resaltó que el brincarse una etapa de la vida tan importante como la niñez, deja secuelas importantes, pero depende del contexto y la situación familiar que se viva, debido a que es un problema multifactorial que no sólo debe de ser atendido desde un enfoque.
Lamentó que las leyes que garantizan los derechos de los niños se queden en buenos deseos y las instancias que tienen que hacer valer estas leyes se quedan cortas en acciones que eliminen el trabajo infantil.
No obstante, recalcó que el trabajo infantil no debe de confundirse con las actividades que se les pone a los niños en los hogares o incluso en los negocios familiares, los cuales se imponen para enseñarles responsabilidades y enseñarles a ser autosuficientes.