Mariana Flores
En boca de muchos poblanos se encuentra la leyenda de los túneles de Puebla, que guardan secretos de cientos de años, aunque no hay documentos que expliquen los motivos de su construcción, su fecha, ni quién los ordenó.
Fue en 1999 cuando fueron descubiertos, pero pasaron 16 años para ser remodelados y abiertos al público bajo el proyecto Los Secretos de Puebla.
Esta serie de túneles suman cerca de 10 kilómetros de longitud y atraviesan puntos claves para el tránsito del siglo XVI y XVII; se sabe de la existencia de al menos 15.
Según las investigaciones, se habrían construido un año después de la fundación de Puebla y se utilizaban para transportar las riquezas de la Iglesia de monasterio a monasterio, sin que la gente lo notara.
GUERRA
El arqueólogo Arnulfo Allende Carrera, actual director de Artesanías de la Secretaría de Cultura estatal, quien fuera el encargado del primer descubrimiento del túnel que conecta el Barrio de Xanenetla con el Fuerte de Loreto, dijo a Crónica Puebla que lo que hasta el momento se han descubierto instalaciones de dos clases: hidráulicas y pasadizos subterráneos que pudieron fungir como trincheras en la guerra.
La hipótesis de arqueólogos e historiadores que reconstruyen la victoria de los poblanos, y que ya había sido planteada por el historiador Enrique Cordero y Torres, se basa en el hallazgo de objetos como suelas de botas o botines de militares, fragmentos de espuelas, cartuchos, balas de fusil, botones de uniformes y herraduras de los caballos.
Por la anchura y la evidencia de las modificaciones en los túneles, la conclusión es que pudieron ser utilizados estratégicamente para el paso de caballos y carretas cargadas de armas, además de fungir como escondites.
“Hay que reconocer que el Ejército Francés eran profesionales de la guerra. Sin embargo, la topografía del lugar, entendiéndolo como un cerro, además de los esfuerzos para subir a los fuertes de Loreto y Guadalupe, si le agregamos a este ambiente hostil y difícil para los extranjeros, el hecho de haber obras acondicionadas para escondite o para escape, por supuesto que también contribuyen a la victoria”, señaló quien formara parte del Centro de Investigación del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) Puebla.
Para el arqueólogo, la utilización de estas excavaciones nos da una idea del genio y la habilidad estratégica de los personajes que en 1862 combatieron a las tropas napoleónicas.
Aunque las condiciones sanitarias – por la pandemia de COVID-19– impiden a la población conmemorar por segundo año consecutivo la Batalla del 5 de Mayo, el cronista reconoció que es momento de apostar al talento poblano.
“Yo creo que deberíamos tomar esta oportunidad para reflexionar y reconocernos como una sociedad que tiene mucho talento y que a pesar de todo lo que ya nos sucedió, debemos ser optimistas”, sentenció.
LOS HECHOS
Estábamos en el momento en que el entonces presidente Benito Juárez al fin habría logrado instalar su gobierno en la capital mexicana, en 1861, había incertidumbre luego que la Guerra de Reforma dividiera al país en dos bandos: liberales y conservadores.
México estaba endeudado con el extranjero y no tenía cómo pagar, por lo que el presidente Juárez planeaba un acuerdo con España, Francia y Gran Bretaña, sin saber que pronto recibiría por respuesta una invasión tripartita.
El gobierno mexicano, finalmente llegaba a un acuerdo para que dichos países retiraran sus tropas a cambio de un pago, pero Francia declinó el convenio dejando en claro sus intenciones de establecer un imperio monárquico e imponer a un líder europeo.
Y así fue, a principios de 1862, que comenzaban las especulaciones sobre un enfrentamiento derivado de la invasión del Ejército Francés, liderado por general Charles Ferdinand Latrille, conde de Lorencez, una armada que era considerada la más poderosa del mundo.
El general Ignacio Zaragoza comenzó a reclutar gente para formar un frente que pudiera defender al país de las pretensiones francesas.
El 28 de abril tuvo lugar la Batalla de las Cumbres, entre el Ejército Expedicionario Francés y el Ejército Mexicano, en la que se intentó que los europeos perdieran la mayor cantidad de fuerza para el gran enfrentamiento que tendría lugar pocos días después. Las bajas francesas ascendían a 500, mientras que las poblanas, a menos de 100.
Por cinco días, por estrategia planteada por el general Joaquín Colombres, se delimitó el campo de batalla, se marcaron las trincheras y se mandaron a demoler las torres del Fuerte de Guadalupe, para evitar que los franceses llegaran hasta allá.
La mañana del 5 de mayo, cerca de las 09:00 horas, a Puebla llegó el ejército más poderoso del mundo en ese tiempo.
El General Zaragoza, escribía lo siguiente en su parte de guerra: “Desde ayer tuve noticias de que el Ejército Francés había llegado a Amozoc y, como por una parte es bien conocido el orgullo de sus soldados y por otra sabía también que los bandidos acaudillados por Márquez y Cobos amagaban cerca de esta ciudad, desprendiendo una brigada de 2,000 hombres sobre éstos, con objeto de batirlos o por lo menos alejarlos, me preparé a resistir a los invasores, haciendo guarnecer la plaza con 800 hombres, una batería de batalla y dos de montaña, cubrir los cerros de Guadalupe y Loreto con 1,100 hombres y dos baterías y formar el resto de 3,550 hombres en cuatro columnas con una batería de batalla, tres de infantería y una de caballería, con las que me propuse librar una acción campal al oriente de la población, atrayendo al enemigo, al punto escogido por medio de un cuerpo de infantería dotado con dos piezas de campaña.
El enemigo esquivó el combate a campo raso y dejando una fuerza respetable en su campamento desprendió una pequeña guerrilla por su izquierda a cubierto de una colina, moviendo por su derecha una gruesa columna de ataque de cuatro a cinco mil hombres de las tres armas, después de situarse entre las haciendas de Amalucan y Los Álamos”.
A las 14:30 horas, Lorencez lanzó su última carta. En un tercer y último intento por llegar al fuerte, mandando a los Cazadores de Vincennes y al Regimiento de Zuavos hacia Guadalupe, para tomarlo y continuar avanzando.
Antes de las 17:00 horas las tropas francesas se retiraban por Amozoc. Zaragoza, redactaba: “Excmo. Señor Ministro de Guerra, las armas del supremo gobierno se han cubierto de gloria; el enemigo ha hecho esfuerzos supremos por apoderarse del cerro de Guadalupe, que atacó por el oriente a derecha e izquierda durante tres horas; fue rechazado tres veces en completa dispersión y en estos momentos está formado en batalla fuerte de 4,000 hombres y pico, frente al cerro, la fuerza de tiro. No lo bato como desearía porque, el gobierno sabe, no tengo para ello fuerza bastante. Calculo la pérdida del enemigo, que llegó hasta los fosos de Guadalupe en su ataque, en 600 y 700 muertos y heridos; 400 habremos tenido nosotros. Sírvase usted dar cuenta de este parte al ciudadano presidente”.
Esta la victoria se celebra, hasta hoy, a nivel internacional. Representó una baja importante para el Ejército Francés, que pretendía tomar Puebla para establecerse como imperio en México e invadir posteriormente a Estados Unidos, lo que fue evitado gracias a ese glorioso 5 de mayo de 1862.