Desde la puesta del sol del jueves y hasta la del próximo lunes, el mundo musulmán está en su segunda fiesta máxima: Aid al Adha o Eid, la primera palabra.
Es la mejor oportunidad para visitar La Meca, a la que todo el que milite en este credo debe ir al menos una vez en la vida.
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Si tu vecino musulmán te regaló un guisadito de borrego o de cordero, es parte de la celebración. Primero, se trata de conmemorar el día que Ibrahim (Abraham para judeocristianos) probó que estuvo dispuesto a sacrificar a su hijo Ismael (Isaac para la Biblia) como obediencia a Dios.
Y todo mundo tiene que comprar un animalito, que representa al que Dios hizo pasar junto a Ibrahim para sustituir a su muchacho en el altar de los sacrificios, una especie de parrilla en piedras.
Del borrego, cordero, vaca u oveja, una tercera parte debe destinarse a la familia, otro tercio a los parientes y un tercio más a gente pobre o que la esté pasando mal de dinero.
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La gente visitante en La Meca hace en comunidad el ritual de matar la presa, prepararla y cenarla.
Allá, en Arabia Saudita, a 80 kilómetros del Mar Rojo –el dividido por el patriarca Moisés para salvar al pueblo judío que terminaba 400 años de esclavitud –, ciudad donde Mahoma nació, palpita el corazón de esta devoción. El nombre original del sitio, en letra occidental, es Makkah.
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