Por: Jaime Carrera
En Chignahuapan la navidad se vive todo el año, pero a partir de noviembre y durante diciembre cada uno de los rincones de este municipio adquiere una magia especial.
Caminar por el centro de esta ciudad, entrada a la Sierra Norte de Puebla, es adentrarse en una ruta de colores y olores. Es toparse con uno de los artes más delicados: el inflado de globos de cristal convertidos en esferas.
En su mercado, la barbacoa y el pan de queso son protagonistas del turismo gastronómico, y en sus calles los sabores se arremolinan en forma de dulces de jamoncillo, pepita o piñón.
La Plaza de Armas cobija atractivos arquitectónicos como una imponente estructura octagonal cuyas columnas cargan 150 años de antigüedad: un kiosco de estilo neo-mudéjar, arte proveniente de países árabes, llevado a Europa y más tarde a América.
De frente, un mural curvo recubre el acceso principal al ayuntamiento, en donde se encuentra plasmada la historia del “lugar sobre las nueve aguas”, que es el significado de la palabra Chignahuapan, la cual proviene de vocablos nahuas.
Cada uno de los trazos del Mural Cosmogónico retrata una realidad del municipio, como su laguna, el Mictlán de la Sierra Norte, el lugar al que arriban las almas tras sortear su purificación después de las nueve pruebas del inframundo.
Metros adelante, en el mismo zócalo, unos rostros indígenas junto con una mampostería multicolor de manufactura autóctona enaltecen la belleza de la Parroquia de Santiago Apóstol, cuya festividad, a finales de cada julio, motiva a los habitantes de los barrios a bailar en las calles.
Los santiagueros, niños y adultos, con danzas heredadas agradecen a este Santo que blandió su espada para defender a los españoles y traer las lluvias a suelo mexicano.
Aunque los lugareños, en su momento, también decidieron enmarcar a sus dioses en la parroquia, con unas gárgolas alargadas y los rasgos de serpientes que aguardan con plegarias a Quetzalcóatl.
A un costado de la iglesia, durante temporada pre y decembrina, los corredores de esferas atraen a locales y turistas que avanzan toda la calle Romero Vargas para apreciar el talento de los artesanos que soplan y soplan vidrio, cada año, con más y mejores diseños.
La Calzada de las Almas –cuyo nombre oficial es la avenida Lerdo– es el camino que conecta al Centro Histórico con el escenario del Festival de la Luz y la Vida, aledaño a 120 metros de murales elaborados por niños y jóvenes asesorados por el artista plástico Héctor Castilla.
Durante el recorrido, el frío y, con suerte, bancos de neblina acompañan a los aventureros que buscan darse una escapada al pueblo de la eterna navidad, que inaugurará su Feria del Árbol y la Esfera el próximo viernes.