El 15 de septiembre de 2000 fueron inaugurados los Juegos Olímpicos de Sídney (Australia). Las esperanzas de la delegación mexicana, como cada justa, iba cargada de sueños pero con pocas posibilidades.
Al final, la cosecha fue de seis medallas: tres bronces a cargo de Víctor Estrada (taekwondo), Cristian Bejarano (box) y Joel Sánchez (marcha 50 km); dos de platas de Noé Hernández (marcha 20 km) y Fernando Platas (clavados trampolín de tres metros); y un oro, histórico y sufrido: Soraya Jiménez Mendívil.
Apenas tres días después de la apertura, la mexiquense se convirtió en la primera mujer azteca en ganar un oro y fue en halterofilia (levantamiento de pesas).
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Fue un acumulado de 222.5 kilos, pero en realidad sus piernas, sus brazos y su gesto de dolor eran propios de alguien que carga las esperanzas de un país con hambre de gloria, que desde 1984 (Ernesto Canto/marcha 20 km) no tenía un oro. El 28 de marzo de 2013, a los 35 años, reclamó su lugar en el Olimpo, tras un infarto.
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