Por: Manuel Martínez Benítez/ @manuelmtzb
Antier, 1 de julio, se cumplió el segundo aniversario de las elecciones presidenciales de 2018, donde el actual presidente, Andrés Manuel López Obrador, obtuvo la victoria y la generó para muchos de los candidatos que iban con él en la boleta. Pero, a dos años de ese momento, ¿cuál es la realidad que vivimos en el país?
México vive, como todo el mundo, en medio de una crisis de salud provocada por COVID-19, un virus que se originó en China, pero que modificó la realidad mundial en seis meses.
En México –a la fecha– 220 mil personas han sido diagnosticadas con coronavirus y desafortunadamente más de 27 mil mexicanos han perdido la vida, según las cifras oficiales.
Esto es el principal tema en el país al cumplir dos años de su victoria el presidente López Obrador, pero no el único.
Esta pandemia ha provocado o agravado una crisis económica que no alcanzamos a ver en toda su dimensión.
Una crisis donde las cifras más conservadoras hablan de una caída del PIB (Producto Interno Bruto) de 10% en México. Hasta este momento, se han perdido en el país más de un millón de empleos formales, pero esta cifra sólo es de los empleos registrados en el Instituto Mexicano del Seguro Social y no toma en cuenta aquellos empleados no formales o sin la prestación de salud, es decir que la cifra de perdida de ocupación es mucho mayor, seguramente, y el efecto de este golpe económico será posiblemente el peor en la historia del país en tiempos recientes.
También este aniversario coincide con la puesta en marcha del T-MEC (Tratado entre México, Estados Unidos y Canadá), convenio renovado del bloque económico más importante del mundo, un tratado que puede ser un apalancamiento a fin de lograr una mejora económica para el país, tema que al parecer es la esperanza del gobierno federal para la recuperación económica.
Pero también hay que ver que el gobierno federal debe de proveer las condiciones para que la iniciativa privada y el capital extranjero inviertan en este momento. Esto es algo que no se ve en el ánimo empresarial por el momento.
Llegamos a este 1 de julio de 2020 con la mayor cifra de homicidios dolosos, según los datos del Secretariado Ejectivo de Seguridad, en la historia del país; 34 mil 582 homicidios en 2019 y 12 mil 461 muertes por homicidio doloso en lo que va de 2020.
Esto, con una Guardia Nacional en funcionamiento, con enfrentamientos que siguen (heredados del pasado) y con organizaciones criminales a lo largo del territorio nacional Además, con el primer atentado de alto perfil en la Ciudad de México, con el ataque a Omar García Harfuch, secretario de Seguridad Pública de la capital del país, con una crítica al gobierno federal por un operativo que derivó en la liberación de Ovidio Guzman –hijo de “El Chapo” Guzmán– en Culiacán, Sinaloa en 2019, y un incremento en algunos de los delitos del fuero común que ha lastimado fuertemente a la opinión pública y que lo ve como uno de los principales problemas a resolver en México.
Otro tema que está en el imaginario colectivo es la corrupción, y llegamos a este segundo aniversario con la aceptación de Emilio Lozoya a ser extraditado a México.
Es el hombre más involucrado con el escándalo Odebrecht en el país. Su desplazamiento hará posible que sea juzgado por este tema, que podría llevar a acusaciones contra gente de altos cargos del gobierno de Peña Nieto.
También está presa, acusada por delitos vinculados a la corrupción, la exsecretaria de este mismo gobierno, Rosario Robles. Aunque hay que decir que no hay una sentencia firme contra ella y sí muchos señalamientos de vicios en el proceso judicial.
El presidente llega a este aniversario con acusaciones de corrupción para dos personajes de su gabinete, el director de la Comisión Federal de Electricidad, Manuel Bartlett, y la secretaria de la Función Pública, Irma Eréndira Sandoval, por temas ligados a sus declaraciones patrimoniales, en que no se justifican compras o no están registradas propiedades a nombre suyo o de sus familiares.
Llegamos a estas fechas con acusaciones fuertes de corrupción en el partido del Ejecutivo federal contra la exdirigente Yeidckol Polevnsky, por el desvío de recursos. En medio de esto, el presidente Andrés Manuel López Obrador tiene una aprobación promedio –según varias encuestas nacionales– de más de 55%, perdiendo entre 25 y 30 puntos porcentuales desde el inicio de su gobierno, una baja importante que debilita al presidente.
Pero hay que decir que López Obrador mantiene el apoyo a su gestión de más de la mitad de los mexicanos, según las encuestas, en muchas de las que vemos que se califica mal la labor del gobierno federal en casi todos los rubros (inseguridad, empleo, economía, combate a la corrupción), pero él mantiene una “buena imagen” entre la mayoría de la población.
Esto lo podemos llegar a entender (tal vez) porque la imagen de la persona es positiva para un segmento amplio de la población, pues su perfil no ha sido mermado o asociado por los ciudadanos por las fallas de su gobierno (“él es buena persona, su gobierno es el que no funciona”), y porque la oposición al presidente no ha sido capaz de armar un discurso claro y con atributos que hagan que los ciudadanos volteen a verla y les genere confianza o credibilidad.
Es por esto que queda claro que el presidente seguirá con su estrategia de polarización dividiendo a la opinión pública en dos grupos: los que están a favor y los que están en contra de su figura.
Lo hará porque él sabe que si mantiene un porcentaje alto a su favor, es posible que obtenga la victoria en el proceso electoral de 2021, el cual ya inició y en donde Andrés Manuel López Obrador hará todo lo posible para ser un actor primordial el 6 de junio.
Como referencia, a dos años de sus respectivas elecciones, Vicente Fox traía aprobación de 56%, Felipe Calderón tenía una aprobación en encuestas de 63% y Enrique Peña Nieto, una aprobación de 46%, según el promedio de encuestas de la época del agrupador de datos de opinión Oraculus.
De los tres, el único que logró una mayoría en el congreso federal en las elecciones intermedias fue Peña Nieto.