Por: Adolfo Flores Fragoso / [email protected]
Este relato cansa los oídos de mis amigos de tanto compartirlo en la orilla de cierta mesa de olores extravagantes.
Pero hoy lo escribo.
Juan fue un padre, hijo y espíritu ejemplar quien, como muchos mixtecos poblanos, tuvo el sueño de trabajar y vivir hace años en Nueva York, donde terminó haciéndolo.
Una madrugada apareció su nombre en la primera plana del New York Post.
Traduzco:
“Mexicano asesina a un afroamericano”. Juan ingresó a la grocery (“tiendita”, traduzco) y un tipo de casi dos metros de altura le habló -burlón y vulgar- de su familia, lo encaró (sin motivo) y lo ofendió.
Ese racismo antimexicano tan común en algunos “morenos” resentidos.
De la nada, el paisa mixteco sacó una navaja.
No recuerdo los números precisos, pero le metió nueve o doce puyazos, casi todos en el morrillo.
Dejó al tipo en el piso, en un letargo de su propia sangre.
“Se lo buscó ese hombre”, dijeron un par de clientes.
Esta historia fue olvidada por el periódico allá en Queens pero, ¿qué pasó realmente?
Juan era un lavaplatos mexicano en un restorán en la Primera Avenida de Manhattan.
De martes a domingo estuvo encerrado en un sótano de 5 por cinco, por 5 y por cinco metros en casi nueve años, acompañado de una tarja de aluminio, vasos grasientos, platos sucios, un foco de “60 wats”, y una mascota (gato o ratita, no recuerdo) a la que alimentaba y le declamaba -en voz alta- poemas de José Alfredo Jiménez.
Casi diez horas diarias.
Siempre pensando en sus dos hijas y su esposa.
Juan fue un buen padre, hijo y espíritu casi santo.
¿Qué pasó aquella tarde que mató al afroamericano?
La soledad no es soluble.
No siempre combina. Menos en la oscuridad y ansiedad vividas en un sótano entre platos y pensamientos sucios.
Qué peligroso es charlar con nosotros mismos en la soledad.
La vida tiene límites y, a veces, debemos rebasarlos.
Juan sólo reaccionó.
Juan es hoy un inmigrante prisionero ejemplar en cierta prisión de Nueva York.
Un buen padre, hijo y espíritu casi santo. Su celda es más grande que ese lugar donde lavaba platos en Nueva York.
Esa ciudad donde fue noticia al día siguiente.