Por: Adolfo Flores Fragoso/ [email protected]
El distrito de Brooklyn, en el año 2004, fue sometido a una rezonificación para delimitar los viejos y nuevos espacios comerciales, financieros, culturales, de recreación y habitacionales.
Las autoridades de Nueva York decidieron, pues, hacer crecer el centro de Brooklyn y convertirlo en un vecindario vital de uso mixto.
Y así:
- Con nuevos negocios, pero reviviendo también a los viejos y tan representativos para el distrito, recuperados con el “oxígeno” que les permitió renovar su presencia a través de reformas muy favorables en el pago de sus permisos e impuestos municipales.
- Con una condición, eso sí, a los propietarios de estos comercios: para recibir tales beneficios, fue necesario cumplir con una meta obligada de generación de empleos (o más) y un nivel de ingresos superior al salario mínimo neoyorkino para sus trabajadores. Contablemente comprobable, por supuesto.
- Con el incremento de la población residente, pero con topes en los precios de las rentas a cambio de beneficios fiscales. La idea fue hacer de Brooklyn un barrio no exclusivo sólo para gente “pudiente” sino también accesible a la clase media, pues es ésta la que le da vida las 24 horas del día: son quienes deambulan por las calles, generando seguridad pública y vitalidad real. El objetivo fue logrado, por cierto.
- Con la valoración de los peatones, ciclistas y usuarios del transporte público, un estudio de la Downtown Brooklyn Partnership (una asociación local sin fines de lucro) reveló que la movilidad constante de la gente “de a pie” es lo que otorga vitalidad al paisaje urbano, y no al revés.
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Emprendido el modelo ya descrito, el primer problema fue el ascenso en accidentes en las calles.
Los menores de edad neoyorkinos reciben lecciones de educación vial durante ocho años, como una materia más en sus colegios. Pero los automovilistas adultos no estaban acostumbrados a lidiar con una mayor cantidad de ciclistas y peatones que comenzaron a “invadir” el espacio de sus coches.
El resultado en 2005: casi 200 muchachos en dos ruedas atropellados, algunos de ellos muertos.
La educación con sangre entra y, para ello, la alcaldía de Nueva York incrementó exageradamente el costo de la multa a los conductores que invadieran espacios de tránsito compartidos con peatones y ciclistas, y mucho más a aquellos que provocaran fatalidades.
Santo remedio.
La estadística fue reducida al mínimo, y fueron retirados esos objetos amarillos que limitan las rúas ciclistas en las llamadas “ciclovías”, llamados ‘nosequécosas’.
El automovilista de Brooklyn aprendió cuando le pegaron en la cartera, a tal grado que hasta en Manhattan lo mismo fue imitado. Y con éxito.
Hasta la fecha.
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El mes de octubre del pasado 2021, Brooklyn tomó una nueva decisión: cerrar 20 calles de su downtown.
Es la segunda etapa del plan asumido hace hoy ya 18 años: crear una red de calles paralelas compartidas entre peatones y automovilistas; abrir espacios públicos para citas de charla presencial con el otro, y no a través del celular; retirar planchas de concreto e introducir más vegetación, y otra aportación importante.
Pues resulta que todos los distritos de la ciudad de Nueva York cuentan con estacionamientos públicos de su propiedad, mucho más económicos que los privados. El costo de los 15 minutos (así es cobrado allá) representa un precio al menos 75 por ciento más barato, comparando.
El objetivo para este año es utilizar inmuebles públicos no históricos para incrementar el número de cajones para el parking, y que los convidados a disfrutar el nuevo centro de Brooklyn tengan espacio para sus autos, y se pongan a caminar.
Con cuotas bajas, con el retiro de algunos ya innecesarios parquímetros y con beneficios al ambiente comercial, financiero, cultural, de recreación, habitacional y ecológico.
Y no. No es una indirecta.
Simple alimento a la neurona.