Por: Dr. José Manuel Nieto Jalil / Director del Departamento Regional de Ciencias en la Región Centro-Sur
Tecnológico de Monterrey Campus Puebla
Cada año llueven sobre nuestro planeta miles de toneladas de residuos de asteroides. En su mayor parte se trata de partículas de polvo y diminutos fragmentos de rocas espaciales que se desintegran cuando atraviesan la atmósfera. No obstante, también caen entre 3 y 7 toneladas de objetos de entre 10 gramos y un kilo. De vez en cuando, son considerablemente muy grandes que pueden poner fin a parte de la civilización o a toda la civilización de la Tierra.
Por ejemplo, el 30 de junio de 1908, una gigantesca explosión en los cielos de Siberia arrasó más de dos mil kilómetros cuadrados de tundra. La onda expansiva fue tan fuerte que derribó a ciudadanos, carruajes y caballos a más de 500 kilómetros de distancia, y los sismógrafos de países tan lejanos como Gran Bretaña pudieron registrarla. Durante varios días, en el norte de Europa, Asia y algunas zonas de Estados Unidos un extraño resplandor permitía leer el periódico en plena calle a medianoche.
Según las teorías más aceptadas hace aproximadamente 66 millones de años atrás un asteroide de entre 10 a 15 kilómetros de longitud impactó contra nuestro planeta, a una velocidad de entre 57 mil a 110 mil kilómetros por hora. Su impacto fue mortal para la Tierra. En cuestión de minutos su impacto creó un boquete de un diámetro de unos 180 kilómetros. El impacto provocó un catastrófico mega tsunami, y los fragmentos del choque provocaron una lluvia de fuego y rocas. El polvo levantado por el impacto cubrió la atmósfera y extendió la oscuridad por el planeta durante semanas o meses provocando una extinción masiva del 75 por ciento de las especies de animales y plantas de la Tierra.
El estudio de los impactos en la Tierra y las evidencias astronómicas y geológicas indican que en los próximos 200 años puede suceder algo parecido a lo que provocó la extinción de los dinosaurios, muchos de los estudiosos de estas evidencias plantean que no estamos haciendo lo suficiente para evitar una futura hecatombe.
Los científicos saben que existen más de 18 mil asteroides cercanos a la Tierra, de los cuales aproximadamente 800 tienen una extensión mayor de un kilómetro de diámetro. Sus gigantescas dimensiones provocarían una destrucción devastadora en caso de que impacten contra la Tierra. Estudios realizados y publicados por investigadores de la Universidad británica de Manchester y del Imperial College de Londres, reportan que cada año impactan sobre la Tierra unos 17 mil meteoritos, que representan un ingreso a la Tierra de unas 40 mil toneladas de material extraterrestre, pero la gran mayoría está en forma de pequeños granos de polvo que no constituyen peligro para la Tierra.
Producto de estas visitas y la posibilidad de impactos de asteroides de gran dimensión con la Tierra es que la agencia espacial norteamericana NASA ha desarrollado el programa objetos próximos a la Tierra (más conocidos por su acrónimo en inglés NEO, Near Earth Object) para detectar y dar seguimiento a objetos potencialmente peligrosos por su acercamiento a la Tierra. Existen cientos de asteroides con órbitas próximas a nuestro planeta que todavía no han sido descubiertos y constituyen un potencial peligro para la vida en nuestro planeta.
De los asteroides detectados y que puede constituir una mayor amenaza para la Tierra, el asteroide Apophis (Dios del caos), se le ha dado una atención especial. Su nombre en la mitología egipcia representa a las fuerzas maléficas que habitan el Duat y a las tinieblas y que tiene forma de una serpiente gigantesca, indestructible y poderosa, cuya función consiste en interrumpir el recorrido nocturno de la barca solar pilotada por Ra (Dios del Sol). Según cálculos de los científicos, el asteroide Apophis, pasará cerca de nuestro planeta en 2029 y 2036, podría chocar con la Tierra en 2068, con una probabilidad más alta que una entre un millón.
Astrónomos, astrofísicos y otros investigadores del espacio han propuesto diferentes estrategias para poder desviar o destruir un asteroide potencialmente peligroso, entre las más destacadas tenemos: primero, la construcción de un acelerador espacial. Una vez confirmada la órbita del asteroide, se enviaría o se instalaría en él un cohete que alteraría su trayectoria. Segundo, producir un impulso nuclear en el asteroide. Es quizá la iniciativa con más posibilidades de éxito hoy en día. La idea es hacer estallar uno o varios artefactos nucleares cerca del objeto. La energía liberada modificaría así su rumbo sin destruirlo.
Tercero, choque entre asteroides. Se trata de empujar mediante cohetes un pequeño asteroide, de menos de 100 metros de diámetro, en dirección a la roca que amenaza la Tierra. En teoría, alcanzaría una gran velocidad y tras impactar contra ella la sacaría de su trayectoria. Cuarto, el uso de la potencia de la luz. Consistiría en usar un haz láser de alta intensidad para variar poco a poco el rumbo del asteroide. Eso sí, para lograrlo se necesitaría una enorme cantidad de energía. Quinto, el uso de super taladradoras. La idea es identificar con suficiente tiempo el asteroide y situar en su superficie una gran taladradora que extrajera material y lo arrojara al espacio, alterando así su masa y rumbo. El problema sería, de nuevo, proporcionar al ingenio la energía necesaria.
Sexto, un barco de velas solares. Podríamos desplegar en la roca unas enormes velas, de unos 1000 kilómetros capaces de recoger y aprovechar el chorro de partículas que despide el Sol para obtener un pequeño empuje. Con el tiempo, este acabaría desviando la roca. Una nueva estrategia ha surgido para evitar tal catástrofe elaborada por el Centro Nacional de Ciencias Espaciales (NSSC) de la Academia de Ciencias de China. Los científicos proponen una misión en la que una sonda recoja más de cien toneladas de rocas de los alrededores de la Tierra para después impactar contra el objeto peligroso para así conseguir desviarlo de su trayectoria.
Finalmente, no todo es peligro para la Tierra. También para los diferentes dispositivos colocados por el hombre en órbita existe peligro de impacto de asteroides, como, por ejemplo, el telescopio espacial Hubble (en órbita alrededor de la Tierra desde hace más de 30 años). Dicho telescopio ha sido impactado por muchos desechos o pequeños asteroides, creando pequeños cráteres en sus paneles solares, también el reciente Telescopio Espacial James Webb instalado por la NASA y que se encuentra a 1.6 millones de kilómetros de la Tierra también recibió un impacto desviando uno de sus espejos chapados en oro. Tales impactos ocurren con bastante frecuencia en todos los satélites, provocando una degradación continua pero gradual en cada uno de ellos evidenciando que la vida en el espacio dista mucho de ser tranquila.