La del domingo pasado en Toluca pareció una fiesta perfecta para la cúpula de Morena, pero pudiera ser que no, que más bien se le avecinan días difíciles, aunque no tanto como los que ahora vive el PRI.
Y en ese pronóstico se incluye a Puebla, por supuesto.
Vayamos por partes.
Y es que aunque el juego sucesorio ya había iniciado virtualmente desde hace meses con el impulso del propio presidente Andrés Manuel López Obrador, Morena decidió formalizar su proceso interno para designar al candidato que los representará en la próxima elección presidencial.
Casi justo a dos años de los cruciales comicios –previstos para el 2 de junio de 2024– la cúpula morenista se reunió en Toluca, con el pretexto de iniciar hostilidades con miras a los procesos electorales del año entrante en el Estado de México y Coahuila.
Y lo hizo a lo grande, al viejo estilo priista en el que abundaron pancartas, acarreados y porras que enmarcaron los candentes discursos de los tres precandidatos señalados tempranamente por el dedo presidencial: la jefa de gobierno de la CDMX, Claudia Sheinbaum; el canciller Marcelo Ebrard y el secretario federal de Gobernación, Adán Augusto López Hernández.
La pasarela de aquel tumulto dizque por la “Unidad y movilización para que siga la transformación” pareció más un acto con tintes electorales, que incluso bien pudieron rebasar los límites de la legalidad.
Así lo percibió al menos el coordinador morenista en el Senado, Ricardo Monreal. “Yo vi ayer camiones, espectaculares, letreros, playeras, todo un operativo que nadie puede negar que sean actos anticipados de campaña. Pero, en todo caso, no seré yo quien denuncie a los compañeros que hicieron actos proselitistas”, señaló.
Monreal, por cierto, no fue convocado a ese evento, ni tampoco al desayuno previo “de la unidad”, pero el zacatecano minimizó su exclusión y aseguró seguir en la contienda, con la advertencia que “desde el poder se pueden construir artificialmente candidaturas, pero serán endebles, caprichosas”.
Al que preocupó tal omisión fue al presidente López Obrador, quien pidió no excluir a nadie y que se invite a otros eventos al agraviado senador Ricardo Monreal, como también a la secretaria de Economía, Tatiana Clouthier, y al embajador Esteban Moctezuma Barragán.
Ante ese señalamiento, el que sí se “sintió” fue –créalo usted– el diputado federal del PT Gerardo Fernández Noroña, quien abiertamente le reprochó al presidente López Obrador haber ignorado su nombre entre los presidenciables para 2024, contrario a como lo hizo con Ricardo Monreal.
A juicio de Noroña, “es el pueblo quien debe decidir quiénes serán los candidatos, pues un alto número de aspirantes son los que se anotan para competir cuando, inesperadamente, los partidos imponen al candidato.
También señaló que hay “compañeros arrogantes”, haciendo referencia a los dichos del canciller Marcelo Ebrard, que están reclamando haya “piso parejo” en la competencia presidencial, acusando con ello que el aparato está queriendo orientar las cosas de manera determinada.
Ahí el meollo del asunto. Las omisiones, consentida una de manera sutil por Monreal y bruscamente por Noroña, son apenas un aviso de lo que podría ocurrir en adelante durante la contienda interna entre los aspirantes. En este largo e inédito proceso será muy complicado evitar los golpes por debajo de la mesa, los ataques abiertos y velados, el “fuego amigo”, la guerra sucia. Y en consecuencia, una riesgosa y muy posible escisión.
Ese mismo sentido tenía, desde luego, la demanda que Ebrard planteó en Toluca por una disputa equitativa y un “piso parejo”, condiciones que difícilmente podrán darse cuando hay además elementos para pensar que la candidatura de la sucesión en Morena ya se decidió. Y es a favor –coincido con la mayoría de los analistas– de Claudia Sheinbaum, con una segunda opción en caso de una catástrofe, del paisano y muy apreciado por AMLO secretario de Gobernación, Adán Augusto López Hernández.
De confirmarse este escenario, resulta inimaginable la reacción que en su momento tendrían, junto con sus huestes, el ahora marginado Monreal, el inefable Fernández Noroña y el hasta ahora respetuoso e institucional Marcelo Ebrard.
Más los que se acumulen.
La pregunta es si Morena podría soportar fracturas y confrontaciones internas, que se dimensionarán a partir justo de estos días, cuando la estructura morenista se prepara para concretar el relevo de sus dirigencias estatales, incluyendo al caso de Puebla.
Como en prácticamente todo el país, en Puebla los cargos directivos no se han renovado y se mantienen bajo el control del dirigente nacional Mario Delgado, quien ya se ha percatado que la liga no soporta más estiramientos.
En este contexto, y para quien quiera escucharlo, el gobernador estatal Miguel Barbosa en la víspera planteó con claridad y pertinencia sus sugerencias. Habría que atenderlas, a riesgo de una inevitable fragmentación.
Antes que nada, propuso que haya consistencia y solidez en el padrón de militantes. “Que sea confiable y creíble”, dijo.
Recomendó también que el partido se abra a la ciudadanía y que permita el acceso de ciudadanos que garanticen limpieza y probidad, pero sobre todo, subrayó, “que sean ajenos a la torcida historia de la política en Puebla”, en alusión a los oportunistas que han tratado de filtrarse y a los que aguardan el momento para el asalto.
Y respecto a los nuevos dirigentes, pidió que tengan una trayectoria respetable en la sociedad y en la vida política, además de ganas de trabajar para recorrer todo el estado y no hagan política sólo en los medios de comunicación.
Otra opinión convergente la expresó apenas el diputado federal morenista Alejandro Carvajal Hidalgo, quien habló de la urgencia de un relevo generacional en los liderazgos en Puebla, a fin de garantizar el refrendo en la gubernatura y la recuperación de espacios perdidos en la pasada elección.
A esas dificultades para armar una dirigencia en todos esos honorables términos, al menos en el caso de Puebla se avecinan otros contratiempos, de los que ya hay muchos visos.
Alentados por el muy prematuro destape de precandidatos a nivel presidencial, los aspirantes locales quisieran que al menos se les considerara desde ahora como tales, pero eso no ocurrirá.
No al menos en las circunstancias actuales y hay múltiples razones que lo justifican. Los avatares que enfrentan en estos días dos de los aspirantes más renombrados –los legisladores Ignacio Mier y Alejandro Armenta– es sólo una de ellas.
Por todo ello, el panorama morenista no es tan halagador como parece.
Ni aquí ni allá.
El gran evento de Toluca y sus consecuencias no son para festejar, sino más bien, motivo para la reflexión.