Adolfo Flores Fragoso / [email protected]
La antigua Calle de los Gallos (6 Poniente 300, del Centro Histórico de la Puebla de los Ángeles) fue nombrada, antes, la de las Piguas o Pitihues.
El pitihue –nombre real, etimológicamente de origen prehispánico chileno– fue un ave sudamericana que, por extrañas y desconocidas razones (hasta la fecha), cobijaba en esta región nuestra a sus crías, antes de volar hacia el sur del continente, al final del invierno –según consta en los diarios manuscritos de Carlos María de Bustamante–, cronista desconocido y primer publicista poblano del siglo XVIII, casi desconocido (“y muy hermoso”, según relata en cartas calladas –en tinta sobre papel– alguna de sus amantes).
Esta calle poblana siempre fue de apuestas de naipes y de pelea de gallos. De ahí su nombre.
Un amigo de piel canela, hijo de un exquisito cholulteca, contome ciertas historias, de sus ancestros, que no vale revelar (por ahí de los años noventa del siglo pasado, por cierto), pero que arraigan la identidad del entorno del fenecido posterior mercado La Victoria.
En esa misma zona permanece con paciencia la cantina El Recreo de los Gallos.
En honor a la calle adjunta.
Antiguo centro de reunión de exquisitos comerciantes poblanos de ascendencia libanesa y española, la mayoría de ellos.
Con un mingitorio abierto de escaleras elevadas.
Con olor a lavanda.
Hoy, a la banda.
…
Inteligente apostador, Carlos María de Bustamante (oaxaqueño de raigambre, por cierto) dio vida a la poblana Calle de los Gallos, e indujo al juego de las cartas a los comerciantes del siglo XVIII.
Fruteros, la mayoría.
Hombre blanco, callado, marrullero.
Muy marrullero, pero bueno.
Creó y recreó esa Calle de los Gallos.
La 6 Poniente.
…
Poco escrito, Puebla ha sido recreo de apuestas en torno a gallos.
Y toros.
Como aquellos lidiados en los costados norte y sur de nuestra catedral.
Mientras –antes de la semana santa– los gallos giraban frente a su muerte, en el actual atrio de nuestra basílica.
Y con apuestas en plata.