Notas para una defensa de emergencia
Silvino Vergara Nava / correo: [email protected] / web: parmenasradio.org
[…] Si los nuevos medicamentos proceden de la propiedad privada patentada
y los precios se fijan únicamente mediante mecanismos de mercado,
es previsible que la pandemia sea un factor de injusticia global
Boaventura de Sousa Santos
En las desgracias, siempre hay alguien que resulta ganador. Después de tantos muertos, enfermos, desastres que ha dejado la pandemia (que ha cumplido más de un año), las grandes cadenas farmacéuticas son las que resultan victoriosas de este desastre, primero, con las vacunas, luego, con que éstas se aplicaran –a decir de la ciencia– en varias dosis, después, con que son apenas temporales, es decir, que hay que aplicarlas periódicamente cada determinado tiempo.
Todo esto provoca más y más preocupaciones para la población, mientras las acciones y los valores de estas grandes empresas suben más allá de las nubes. Estamos en tiempos de las denominadas big pharma, es decir, una época en que las naciones se ponen a la merced de dichas corporaciones.
Cualquier quehacer es verdaderamente un reto para las naciones y para la humanidad en general en estos tiempos de pandemia y con la forma como se la está combatiendo por medio de vacunas de laboratorios privatizados, que están controlando el mundo. Por ejemplo, no habrá nación del denominado tercer mundo que soporte las deudas prácticamente de por vida que contraerá para suministrar a la población; es decir, no hay forma de combatir la pandemia si se sigue con esa línea privatizada y monopolizada.
Por ello, las naciones tendrán que buscar otra forma de contener la pandemia.
Sin embargo, esa otra forma no puede ser aislada, es decir, no se puede pretender establecer regulaciones jurídicas para que, en un espacio meramente local, hagan frente a la enfermedad los gobiernos contra estas empresas mundiales. La respuesta deberá ser global o, por lo menos, regional; pero no sólo local.
En el caso de América Latina, el problema que hay es que resulta imposible que las naciones combatan la pandemia individualmente; así no hay manera de combatirla, el riesgo es muy alto, como, por un lado, el gran número de muertes de la población y, por otro lado, golpes de Estado, movimientos sociales, a causa de la falta de atención a esa enfermedad, etcétera.
Por ello, resulta necesario hacer un frente de las naciones, ya no contra la pandemia, sino para dejar de estar a la merced de estas big paharma. Ahora bien, es claro que, desafortunadamente, los gobiernos de las naciones de nuestra región, esto es, de América Latina, normalmente, siempre han estado dispersos; cada nación ha estado por su lado y nadie se pone de acuerdo. Todo lo cual confirma lo que sostenía Eduardo Galeano sobre nuestra región: las naciones son simples islotes aislados y, por ende, cada quien hace lo que puede.
Desde luego que, si cada nación modifica su legislación, sus sistemas jurídicos sólo localmente, sin acuerdos internacionales, ninguna logrará hacer frente a las empresas monopólicas que controlan las vacunas contra la pandemia: las big pharma, que están controlando, prácticamente, el mundo con sus vacunas.
Es evidente que, jurídicamente, las vacunas son de interés público, como lo dice la vieja teoría de las causas de expropiación; sin embargo, no habrá nación que se atreva a expropiar las fórmulas, las vacunas o las instalaciones de los laboratorios de las big pharma. Por lo tanto, la respuesta para un problema global no puede ser más que global o regional, aunque ella está muy lejos de materializarse. No obstante, si no se van considerando estas alternativas, no habrá forma de enfrentar las big pharma, las cuales sólo se sustentan en la simple economía, en la depredación del mercado, en la mera ley de la oferta y la demanda. Todo lo cual debería estar por debajo del derecho y no éste por debajo de la economía, como ha sucedido durante mucho tiempo de la historia humana.